miércoles, 31 de enero de 2007

José Antinoe Fiallo Billini

LIBERALISMO, AUTORITARISMO E INSURGENCIA


Dr. José Antinoe Fiallo Billini
Profesor del Instituto Tecnológico de Santo Domingo (INTEC)
y de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD)

(Fuente: www.clavedigital.com)




Ponencia en el Seminario “Liberalismo y Autoritarismo:
Dos Caras de una Misma Moneda”
2 de Febrero del 2002
Museo de Historia y Geografía
Santo Domingo




“La raíz de la insurgencia de las ideas nace del empeño por creer que existen infinitas formas de construir un mundo más habitable. Y hay quien no solo se lo cree, sino que lo demuestra.” (Martha Caravantes en su articulo “La Primera Insurgencia”, 7 de Abril del 2000).


1. INTRODUCCIÓN

Debo tratar, en la medida de lo posible, moverme en esta temática que escogí, como oscilando dentro del tiempo para que no existan el pasado, el presente y el futuro. Se trataría de una intención renovada, porque he insistido en ella, de cómo lo que ha pasado y se dijo, está hoy y sirve para mañana y pasado mañana, o simplemente, para siempre.

Cuando escogí el tema “Liberalismo, Autoritarismo e Insurgencia” me pareció interesante rastrear visiones, interpretaciones y propuestas desde ángulos liberales más radicales, sin obviar sus contradicciones o limitaciones, para tratar de localizar en nosotros mismos y mismas algunas sutiles sugerencias, y a veces no tan sutiles, de si tenemos o no prerrogativas para justificar y hacer la irrupción del soberano y su soberanía, de la acción popular que surge, brota, sale desde adentro de la injusticia, la opresión y la exclusión.

Decía que lo que aparentemente pasó está siempre siendo susurrado en nuestros oídos, lo único que tenemos que hacer es tenerlos dispuestos, asequibles, o como decía Manuel Rodríguez Objío en 1871: “... creí escuchar el eco del pueblo... y soñoliento aún, marché hacia donde se me juró que resonaban los acentos del deber, de la patria y del pueblo.”

Traté, y espero haberlo logrado, dar algunas respuestas a ciertas interrogantes que me tuve que plantear, para asociar las propuestas liberales más radicalizadas en relación al autoritarismo en diversas modalidades como orden opresor y al cual se le dan unas respuestas cuyo eje es la desobediencia y la negación, el alzamiento, la ruptura, la insurrección, la dinámica desde abajo y desde adentro de abajo hacia arriba, para reformar, transformar, vale decir, salir de un lugar para entrar en otro lugar más libre.

Para ello me formulé varias interrogantes: ¿Qué está primero y cómo debemos ser? ¿Contra qué debemos actuar? ¿Cómo debemos hacerlo? ¿Y, a partir de la experiencia, qué no debemos hacer o repetir?

Busqué algunas sugerencias liberales en sus propias palabras para dar respuestas a esas interrogantes hechas en el hoy, en el ahora, pero buscando el susurro que se nos hace siempre, buscando el eco de esos puntos de vista o reflexiones, para oscilar en el tiempo superando pasado y presente y también futuro.


2. ¿QUÉ ESTÁ PRIMERO Y CÓMO DEBEMOS SER?

Casi siempre, o en muchas ocasiones , establecemos prioridades de definición y nos preguntamos simultáneamente como debemos ser para lograrlas. Lo que queremos y cuáles condiciones de garantía para ello debemos construir. Juan Pablo Duarte, Gregorio Luperón, Américo Lugo, A. F. Morales y Eugenio Deschamps, Pedro Francisco Bonó, Eugenio María de Hostos y varios Niños dominicanos en 1916 nos hacen algunas sugerencias. Veamos:

2.1 “Siendo la independencia nacional... la ley suprema del pueblo dominicano... declarando además que todo gobernante o gobernado que la contrarie, de cualquier modo que sea, se coloca ipso ipso y por sí mismo fuera de la ley” (Duarte).

“... por la absoluta liberación de la República, dueña de sí misma” (Partido Nacionalista, 1923).

2.2 “Todo poder dominicano está y deberá estar siempre limitado por la ley y está por la justicia, la cual consiste en dar a cada uno lo que en derecho le pertenezca” (Duarte).

2.3 “Sed justos lo primero si queréis ser felices... ese es el primer deber del hombre...” (Duarte).

“La conformidad de nuestras acciones con el derecho es la justicia” (Luperón).

2.4 “... y mientras tanto se agita y bulle el malo, qué hace el bueno?, se quedará quedo?” (Duarte).

2.5 “El hombre que no obedece ante todo la justicia, no se pertenece” (Luperón).

2.6 “El hombre justo es aquel que separa ante la muerte, si ya no supo hacerlo ante la vida misma de los semejantes, lo que hicieron de bueno, de alto, de glorioso, de lo que pudieron ejecutar de malo, de bajo, de inglorioso” (Lugo).
2.7 “Cualquiera que sea la situación de impotencia en que se encuentre colocada la ciudadanía ultrajada en su derecho por un poder abusivo, su deber es luchar... Es un clarín de combate entre un grupo libre y apto y una coalición de ineptos y serviles” (Lugo).

2.8 “Nosotros declaramos... con toda las energías de nuestro carácter y de nuestro patriotismo, que nosotros... no trocaremos jamás nuestra honrosa condición de ciudadano de un pueblo desgraciado, pero sencillo y generoso, por el mismo título de colonos de ningún pueblo de la tierra, y mucho menos por el del que escribimos estas líneas” (A. F. Morales y E. Deschamps).

2.9 “Procuraré conservarme bueno, conservaré mi corazón y mi cabeza” (Duarte).

2.10 “... déjeseme pobre y luchando con mi trabajo para probarme a mi mismo. Esa ha sido mi vida y así conozco mejor el mecanismo de trabajo del hombre, sobre todo el del hombre pobre” (Bonó).

2.11 “Yo no quiero ser partidario, quiero ser ciudadano dominicano” (Bonó).

2.12 “... aspiración de la conciencia es producir hombres completos” (Hostos).

2.13 “Nunca tengáis miedo a la verdad... así son las luchas del deber; así son los combates de la conciencia: en lo hondo, en lo oscuro, en lo invisible” (Hostos).

2.14 “... así deben surgir Nuevos Trinitarios” (Protesta de lo Niños: A los Patriotas”, 1916).

2.15 “... hombres dueños de sí mismos” (Hostos).


Algunas prioridades surgen de los textos y sus discursos: independencia, liberación, justicia, combate y lucha entre grupos diferentes, mantener la condición ciudadana, entre otras y otras.

Y en cuanto al perfil de los sujetos: ser justos, buenos, luchadores, no colonizados, no ricos, ciudadanos, no partidarios, veraces, conscientes, completos, dueños y dueñas de sí mismos, Nuevos Trinitarios.

Me permito señalar el énfasis en la independencia nacional y la justicia y que la primera es la ley (norma o referente) fundamental y que las “leyes” están por debajo o subordinadas a las exigencias o situaciones de justicia. Lo justificado, o legítimo, lo que define es la justicia, el derecho debe ser expresión de ella y éste a su vez debe tener un sentido de pertenencia de los sujetos (lo que su condición exige).

El segundo aspecto es correlativo al primero: los seres humanos deben ser justos, es decir actuar acordes con la justicia, deben ser en conciencia y actitud justicieros, hacedores de relaciones claramente diferenciadas con lo que no es justo, y para ello deben ser sencillos, estar con los que son discriminados o excluidos por razones económicas y políticas, y pretender siempre la libertad y autonomía de todos y todas.

La justicia y el justo o la justa se refieren a una organización social y a unos sujetos sociales, y cuando la organización social no es justa, la potencialidad de justicia reside en la insurgencia de los justos y las justas, en la emergencia, afloramiento de los decididos a ser justos y justas y hacer justicia entendida ésta como la organización social adecuada a las demandas de los sujetos que necesitan esa nueva forma de conciencia y relación.


3. ¿CONTRA QUÉ DEBEMOS ACTUAR?

Hay prioridades como proyecto y hay exigencias actitudinales para construir sujetos que hagan viable el proceso de ese proyecto. Ahora bien, hay obstáculos, hay limitantes, hay dificultades que debemos superar. ¿Cuáles son? Se nos sugieren algunas cuestiones que entendemos muy interesantes, relevantes, provocadores.

Hay algunas de estas sugerencias que tienen particulares énfasis y que las hacen Américo Lugo, Ulises Francisco Espaillat, F. Moscoso Puello, Ricardo Sánchez Lustrino, el Gobierno Provisorio Restaurador, la Revolución Cibaeña contra Báez y A. F. Morales y Eugenio Deschamps. Veamos:

3.1 “Los gobiernos dominicanos nunca han sido servidores del pueblo sino sus dominadores... Representan la injusticia revestida de legalidad” (Lugo).

3.2 “Ningún dominicano que se precie de patriota debe prestar aquiescencia a los hechos consumados por los usurpadores de la representación del pueblo, mal llamados representativos dominicanos” (Lugo).

3.3 “Cuando la Constitución fatalmente contiene la reelección, es seguro que el partido que tiene el poder, consigue hacerse reelegir con perjuicio de los demás, para eternizar la funesta oligarquía de los partidos y mantener la injusta exclusión de los otros en la legítima participación de la cosa pública” (Luperón).

3.4 “Gracias a nuestras centralizadoras instituciones estamos demasiado gobernados para poder estar bien gobernados... el jefe de la nación, sea quien fuere, tiene demasiada intervención en todo... Es necesario que eso desaparezca y que la provincias, los distritos y las comunes vivan tan libremente dentro de la nación, como puede y debe vivir el individuo dentro de la sociedad” (Luperón).

3.5 “... la peste de los partidos se ensañó sobre la naciente sociedad” (Espaillat).

3.6 “Mientras los maestros edifican, los políticos corrompen. Un chorro de oro se filtra por las conciencias. Todo va al mercado y todo tiene precio. Todo se compra. El dinero es la suprema ley de la hora. Hay crisis de dignidad... Estamos en plena decadencia... El Este y el Sur están ya en poder de compañías extranjeras que, con la tierra, han usurpado la soberanía. Son estas compañías pequeñas repúblicas, pequeños Estados dentro del Estado... No hay nada, pues, en tan grande escala que nos pertenezca” (Moscoso Puello).

3.7 “Únicamente no es un gobierno tirano cuando encarcela y afusila... cuando un gobierno desoye las necesidades de su pueblo aclamadas por la prensa” (Sánchez Lustrino).

3.8 “Los ríos, pues, tienen accidentes por escollos: la humanidad sistemas” (Gobierno Provisorio Restaurador 1864).

3.9 “... los pueblos tienen el derecho de poner coto y remedio a las vejaciones que sobre ellos recaen” (Manifiesto del 8 de Julio de 1857).

3.10 “La civilización anglo-americana es, indudablemente, civilización pujantísima y grandiosa; más es también a todas luces civilización brutalmente burda y egoísta, que no se compadece ni se compadecerá jamás con ninguno de los gallardos atributos de nuestra noble raza” (A. F. Morales y Eugenio Deschamps).


Estas sugerencias tienen varios componentes importantes: los gobiernos todos son injustos y no oyen y se esconden en la “legalidad”, hay usurpación de la representación, reelección para mantener la peste y oligarquías partidarias y exclusión de los demás que no están allí, centralización del poder, todo se vende y se compra en el mercado y las compañías extranjeras son estados, es un sistema, a eso hay que poner coto, y la civilización que se nos pone de ejemplo es burda y egoísta.
Parecería que hablamos del hoy, no parecería, hablamos del hoy y del ayer y de mañana: ese perfil de lo básico contra lo que debemos actuar, contra lo que insurgieron, los que produjeron esas palabras en momentos específicos. Ese cuadro de problemáticas que se ampara en “legalidades” nacionales e internacionales: gobiernos injustos, representaciones usurpadas, pestes partidarias, centralización, compañías extranjeras controladoras y opresaras, un sistema y civilización dañino y dañina que todavía prevalecen.


4. ¿CÓMO DEBEMOS HACERLO?

Probablemente esta sea la interrogante más delicada, para los que dijeron las palabras que están ahora en el hoy y para quien ahora tiene el interés de darle utilidad en el presente, es decir, para mí. Varias alternativas nos presentan Juan Pablo Duarte, Américo Lugo, Benigno Filomeno de Rojas, Gregorio Luperón, Ulises Francisco Espaillat, Pedro Francisco Bonó, Manuel Rodríguez Objío, Eugenio Deschamps, el Gobierno Provisorio Restaurador, el Comité Propagador de Puerto Plata, Luis Conrado del Castillo, Eugenio María de Hostos y la Constitución Dominicana de 1963.

Decía que esta es la interrogante más “espinosa”, por razones políticas de lo que llamamos pasado y presente, porque el orden, o el sistema, en sus continuidades represivas sutiles se preocupa por puntos de vista, apreciaciones, juicios y propuestas que calificaron y califican de “peligrosas”.

En palabras de Juan Pablo Duarte, Américo Lugo, Benigno Filomeno de Rojas, Gregorio Luperón, Ulises Francisco Espaillat, Pedro Francisco Bonó, Manuel Rodríguez Objío, Eugenio Deschamps, Gobierno Provisorio Restaurador, Luis Conrado del Castillo, Eugenio María de Hostos y la Constitución de 1963, podemos distinguir algunos como vías. Veamos:

4.1 “Mientras no se escarmiente a los traidores como se debe, los buenos y verdaderos dominicanos serán siempre víctimas de sus maquinaciones” (Duarte).

4.2 “La revolución es el medio natural y necesario que los hombres libres emplean como último recurso contra la tiranía y el despotismo de sus gobernantes; es una reacción correspondiente a una acción; una manifestación viva y espontánea de la soberanía inminente que jamás se doblega totalmente... la única voz, en fin, del cielo, expresada por el pueblo” (Lugo).

4.3 “La presente insurrección es una verdadera expresión de los sentimientos del pueblo” (Rojas).

4.4 “Cuando se persigue, atropella, prende y expulsa a los ciudadanos... Cuando la miseria pública se hace cada día más sensible... cuando todas las garantías corren peligro y la independencia se halla en riesgo de ser comprometida, preciso es que la sociedad se conmueva, que asuma sus derechos, y salve sus libertades, por medio de la insurrección” (Luperón).

4.5 “Porque toda injusticia social provoca revueltas inevitables que tienen su razón de ser” (Luperón).

“A la necesidad de destruir y derribar es consiguiente la de edificar de nuevo y sobre otras bases” (Espaillat).

4.6 “No hay dudas de que mientras más se subdivide el poder, más se debilita y justamente eso es lo que conviene a los pueblos, para que sus gobernantes no empleen, para oprimirles, el poder que ellos han recibido” (Bonó).

4.7 “Pueblo heroico... Torna a ser soberano, sin que arrede tu audacia el verdugo” (Rodríguez Objío).

4.8 “Reunido por la Revolución para constituir un nuevo país, el Congreso está imbuido de sus principios y tendencias” (Bonó).

4.9 “Nosotros nos constituímos en poder y nos dimos uno de los gobiernos más puros de nuestra historia...” (Deschamps).

4.10 “... Democracia... gobierno popular... democracia... el poder ejercido por las masas...” (Boletín Gobierno Provisorio Restaurador, 1865).

4.11 “El poder popular, es siempre más poderoso que todos los tiranos” (Luperón).

4.12 “... ampliando los derechos de los pueblos y derrocando las diferencias sociales, quizás un nuevo sistema más adelantado y por lo tanto más conforme con las exigencias de otra época, reemplace la democracia...” (Gobierno Provisorio Restaurador, Boletín Oficial 17-1864).

4.13 “... solicitar de los actuales diputados a la cámara legislativa la renuncia colectiva de sus mandatos...” (Comité Propagador de Puerto Plata).

4.14 “... la política dominicana un sitio más libre donde poder residir y obrar” (Bonó).

4.15 “Es libre, es igual a otro...” (Luperón).

4.16 “Conviene, pues, afirmar de un modo categórico que solo el pueblo... es soberano, porque solo a él le pertenece el ejercicio de la soberanía, o lo que da lo mismo, el absoluto poder de gobernarse” (Luis Conrado del Castillo).

4.17 “No basta al ser colectivo, como no basta al individual, la facultad de hacer; le es necesaria también la capacidad de hacer. De ahí el deber de reforzar el derecho con el poder; el derecho de todos con el poder de todos: el derecho público con el poder público” (Hostos).

4.18 “Se declara legítima la resistencia encaminada a la protección de los derechos humanos consagrados más arriba, los cuales no excluyen los demás que esta Constitución establece ni de otros que sean resultantes de la soberanía del pueblo y del régimen democrático” (Constitución de 1963).

4.19 “Los habitantes de todo el territorio de la República, a la vista de la honda miseria que los agobia; y desengañados por un momento del fantasma del progreso del país que muchos sin prueba decantan; han determinado que por medio de un acuerdo tenido en estos días y que quieren que sea público, en nombrar un representante respectivamente de cada Provincia y Distrito, para que a su nombre y representando sus personas, discutan los intereses generales de la República y los especiales de cada localidad, a fin de tomar, después de discusiones bien meditadas y aprobadas, resoluciones que en forma de votos indiquen a la opinión los derroteros que habrá de seguir para no continuar cavando el abismo en que hace tiempo se viene trabajando con éxito, por cierto menos digno de tan abominable obra”(Bonó).


¿Qué podemos resaltar de estos puntos de vista y de estas propuestas? Quizás algunos aspectos: escarmiento, revolución, insurrección, conmoción, revuelta, destruir y derribar, edificar sobre nuevas bases, subdividir el poder soberanía inminente, constituirse en poder, gobierno popular, ampliación de derechos, derrocar diferencias sociales, renuncia colectiva de mandatos, crear sitios libres e iguales, poder de todos y todas, resistencia legítima, discutir intereses generales de la República y especiales de cada localidad que indiquen derroteros diferentes a seguir.

Podemos escoger vocablos o conceptos diferentes, pero, las sugerencias siguen un curso: transformación sustancial, con ejemplos para los malos,, democratizando hasta y desde abajo, igualando, a partir de espacios construidos desde el pueblo y que sean los que hagan estrategias que indiquen un camino o curso efectivamente diferente, es decir, nosotros y nosotras “nos constituimos en poder” (Deschamps), porque de lo que se trata es “que los pueblos se acostumbren a gobernarse a sí mismos” (Constituyente de Moca 1858).


5. ¿QUÉ NO DEBEMOS HACER?

Desde el mismo contraste liberalismo-autoritarismo y desde sus propias limitaciones y contradicciones (lo habíamos dicho al comienzo) debemos señalar lo que no debemos hacer teniendo en cuenta: “estos... años deben habernos suministrado experiencias y datos suficientes para saber con certeza los errores que se deben corregir y los vacíos que hay que llenar” (Benigno Filomeno de Rojas). Y podemos escoger, sin intención restrictiva, a Ulises Francisco Espaillat, Francisco Gregorio Billini, Pedro Francisco Bonó, Américo Lugo y Federico Henríquez y Carvajal. Veamos:

5.1 “Al mismo tiempo, la fusión es el deber de todos los ciudadanos de sostener el orden actual de cosas, impidiendo toda conmoción, cualesquiera que esta sea, que es el único medio de lograr que se reponga la fortuna pública, se ilustre la nación, se organice la justicia y triunfe la virtud, del vicio” (Espaillat).

5.2 “... no pretenderé yo venir a ser un reformador, arrancando de una vez los malos gérmenes que de tiempo atrás se han venido a arraigar en el sistema administrativo... Soy de los que creen que cuando se corre el riesgo, en las innovaciones, de que se desequilibren las bases de algo que está fundado, por impaciente que sea el deseo de levantar nuevos edificios al bien, al progreso y a la libertad, se debe contener la precipitación” (Billini).

5.3 “La buena política no aconseja más que transacciones” (Bonó).

5.4 “De que la tendencia al régimen sobrevive al régimen, estorbando el desarrollo eficaz del régimen sustituyente” (Lugo).

5.5 “Precisamente por haberse apartado de los principios científicos, por pretendido inventar “una política práctica” dizque adecuada a los dominicanos es que hemos sufrido tantas vejaciones y quebrantos” (Henríquez y Carvajal).

5.6 “... dos opuestos bandos: el de los radicales y el de los transigentes” (Pacto Puerto Plata, 1921).

De estos textos es importante el extraer quizás dos bloquecitos de ideas. En primer lugar: impedir toda conmoción como único medio, no pretender hacer reformas por no arriesgarse, identificar los resultados buenos con transacciones. En segundo lugar: hay la tendencia de continuidad del régimen anterior, el pragmatismo no es positivo, hay radicales y transigentes.

Para culminar un proceso se requieren rupturas, deslindamiento de campos, audacia en el curso estratégico, porque de lo contrario el avance que se puede obtener es absorvido y neutralizado por el ejercicio del poder conservador, por la dinámica de continuidad de los intereses; es necesario sostener una voluntad tranformadora, revolucionaria en el tiempo, para poder construir prioridades (procesos) y ciudadanía (sujetos).

La radicalidad es insurgencia y transformación y la transigencia conservadurismo y sumisión, y en esa contradicción se han movido y nos movemos, pero la oscilación en el tiempo nos puede ayudar a reflexionar la experiencia liberal y sus conflictos y contradicciones en relación al autoritarismo, con la finalidad de acercarnos al por qué no hemos concluido adecuadamente la transformación democrática de la sociedad dominicana: no hemos sido consecuentes hasta el final para vencer los escollos como sistemas aceptando que “no hay términos medios”, y para ello solo es referente la “justicia” y la lucha de los ciudadanos/as libres y dueños de sí mismos y mismas. Luchando con nuestras contradicciones y temores, escogiendo el riesgo como elemento de la transformación, para que los acontecimientos que produzcamos sean de resultados duraderos y profundos.

No debe haber términos medios.

6. BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA

6.1 Alfau Durán, Vetilio. Ideario de Duarte. Alfa y Omega. 1983.
6.2 Balcácer, Juan Daniel. El Pensamiento Político de Duarte. Ed. Taller. 1986.
6.3 Julia, Julio Jaime. Antología de Américo Lugo. Tomo II. Ed. Taller. 1977.
6.4 Chez Checo, José. Ideario de Luperón. Ed. Taller. 1989.
6.5 Escritos de Espaillat. Imp. Cuna de América-Vda. Roques y Ca. 1909.
6.6 Julia, Julio Jaime. Antología de Grandes Oradores Dominicanos. Vol. I. Mediabyte, S. A. 2000.
6.7 Rodríguez Demorizi, Emilio. Actos y Doctrina del Gobierno Restaurador. Ed. Caribe. 1964.
6.8 Rodríguez Demorizi, Emilio. Papeles de Pedro F. Bonó. Ed. El Caribe. 1962.
6.9 Lugo Lovatón, Ramón. Manuel Rodríguez Objío. Editora Montalvo. 1951.
6.10 Morales, A. F. y Deschamps, Eugenio. Al Pueblo Dominicano y al Pueblo Haitiano. Manifiesto 10 de Mayo 1897 desde Nueva York. Impreso enviado al Eco de la Opinión.
6.11 Ministerio de Educación, Bellas Artes y Cultos. Constitución 1963. Campaña Nacional de Educación Cívica. Mayo 1963.
6.12 Colección Trujillo. Soberano Congreso Constituyente de Moca Ed. Gobierno Dominicano. 1944.
6.13 Campillo Pérez, Julio Genaro. Benigno Filomeno de Rojas: Política y Economía. Ed. Alfa y Omega. 1994.
6.14 Hostos, Eugenio María. Lecciones de Derecho Constitucional. Publicaciones ONAP. 1982.
6.15 Henríquez y Carvajal, Federico. Nacionalismo. Imp. Viuda García. 1925.
6.16 Del Castillo, Conrado. Prolegomenos de Enseñanza Cívica. Imp. Manuel Tavarez. 1925.
6.17 Fiallo Billini, José Antinoe. Sentido y Actualidad del Pensamiento Liberal Radical Dominicano. Ponencia en el “Simposio-Homenaje Trayectoria del Pensamiento Liberal en la República Dominicana Siglos XIX y XX Francisco Gregorio Billini”. Biblioteca Nacional, 13 de Diciembre 1998.
6.18 Fiallo Billini, José Antinoe. Liberalismo y Nacionalismo: Recuperación de su Pensamiento para la Construcción de una Estrategia Popular Hoy. Curso Monográfico “Pensamiento Social y Político Dominicano”. Centro Poveda-UASD. Marzo-Mayo 1995.
6.19 Fiallo Billini, José Antinoe. Memoria y Sociedad Civil como Insurgencias. Ponencia en el “Panel sobre Sociedad Civil”. Area Ciencias Sociales del INTEC. 8 de Junio 1999. Salón Julio Ravelo de la Fuente.
6.20 Fiallo Billini, José Antinoe. Las Palabras de los Muertos Viven: El Sentido de la Reforma Constitucional en la Tradición Democrática Dominicana. Conversatorio sobre la Reforma Constitucional. Area Ciencias Sociales INTEC. 30 de Mayo del 2001. Salón Julio Ravelo de la Fuente.
6.21 Fiallo Billini, José Antinoe. El Proyecto de Constitución de Juan Pablo Duarte. Conversatorio Jurídico. Facultad de Ciencias Jurídicas. UNIBE. 2 de Febrero del 2000.
6.22 Franco, Franklyn. El Pensamiento Dominicano. (1780-1940). Ed. UASD. Marzo 2001.

lunes, 29 de enero de 2007

Antonio M. Battro

El cerebro, la mente y el espíritu:
El aporte de las neurociencias cognitivas

Antonio M. Battro


Ut integer spiritus vester, et anima, et corpus,
sine querela in adventu Domini nostri Iesu Christi servetur (1Th,V,23)
“Para que ustedes se conserven irreprochables
en todo su ser, espíritu, alma y cuerpo,
a la espera del advenimiento de Nuestro Señor Jesucristo”



Cum magno tremore et tremula intentione, como decía Hildegard von Bingen, me atrevo a encarar este tema complejísimo de las relaciones entre el cerebro, la mente y el espíritu, desde el punto de vista que nos ofrecen hoy las neurociencias cognitivas. Pero no tengo pretensión alguna de presentar una nueva teoría. Hay suficiente confusión en este campo como para agregar otra confusión más. Parto simplemente de la base que estas entidades se pueden distinguir entre sí en el análisis, según el orden de razón, como decían los clásicos, pero no especularé sobre su status ontológico, por ejemplo si son o no sustancias separadas. Tampoco entraré en el debate filosófico y metafísico sobre la inmortalidad del alma, ni sobre la unión del alma y el cuerpo, disputa que se remonta a la antigüedad precristiana y aún continúa en el mundo anglosajón bajo las formas más acotadas del “mind/body problem”. Pero mencionaré, a guisa de ilustración, la historia de la idea de resurrección de la carne, pues está muy imbricada con la evolución de las ideas sobre el cuerpo y el cerebro. Les ruego tomen mis ideas como simples esbozos, y sigan el consejo de San Pablo Omnia autem probate: quod bonum est tenete (1Th,V,22), “examínenlo todo y quédense con lo bueno”.

El debate actual

En primer lugar, advierto que, para muchos, el concepto de alma se ha ido vaciando, se ha convertido en algo borroso y hasta inútil, en cambio creo que el concepto de mente ha retomado vigor y está plenamente “operativo”. Además, una formidable convergencia de disciplinas ha logrado focalizar, correctamente a mi modo de ver, aquello que me gustaría llamar “neuromente”, la mente como función del cerebro, y no sólo del cerebro humano. Mente animal y mente artificial no son hoy conceptos fantasiosos, ambiguos o contradictorios, son, de hecho, objeto de rigurosos estudios por parte de la etología y la psicología comparada (p. ej. lenguaje gestual en los chimpancés) y de las ciencias de la computación (p. ej. redes neurales).

Por una parte, es clarísimo que la neuromente, si me permiten adoptar provisoriamente la expresión, nace, se desarrolla y muere. El debate actual sobre la plasticidad neuronal, la clonación, los implantes de tejido nervioso, las prótesis neuro-computacionales, la muerte cerebral, etc, son cuestiones - algunas lacerantes -propias del organismo vivo sometido a la generación y a la corrupción, como dirían los antiguos. Estos nuevos hechos e intervenciones tecnológicas sobre el cerebro plantean problemas, absolutamente inéditos, sobre la naturaleza humana, la identidad del yo y la integridad de la persona, y también sobre la vida y la muerte. Son temas de una magnitud tal, que nos exigen crear nuevos instrumentos conceptuales para poder captarlos. Aún no disponemos de ellos y nos apoyamos temerosos en andamiajes enclenques y provisorios, pero hay cierto progreso. Antes se especulaba sobre ficciones (Gedankenexperimente), por ejemplo, sobre el eventual injerto de un cerebro en otro cuerpo, y los filósofos se preguntaban si el cuerpo recibía un nuevo cerebro o el cerebro un nuevo cuerpo, y cosas parecidas. Hoy, con mayor sutileza y realismo, nos planteamos - de manera mucho más acotada - las indicaciones y consecuencias de un implante de tejido nervioso sano o de un neurochip en un cerebro lesionado, de la ablación de un hemisferio cerebral enfermo para preservar al hemisferio sano (Battro, 2000), etc. Este complejo proceso científico tiene aspectos metodológicos, epistemológicos y deónticos que resultan inseparables y nos exige la integración de un gran número de disciplinas. Advertimos, sin embargo, que se trata de temas que por su envergadura no pueden quedar sólo en manos de expertos, pues nos involucra a todos. Y siguiendo la vieja regla: quod omnis tangit ab omnibus tractari et approbari debet, lo que concierne a todos, por todos debe ser tratado y aprobado. Los comités de ética, nacionales y locales, son una respuesta práctica a esta demanda y es menester que se afirmen en las sociedades democráticas.

¿Pero, qué es el espíritu humano? Aquí entramos en el misterio del hombre y, si somos creyentes, en el misterio divino. La mortalidad llama a la inmortalidad, la Encarnación a la Resurrección. El primer par puede ser objeto de ciencia, el segundo es siempre objeto de fe. Para un cristiano el modelo de hombre es Cristo, y Cristo Resucitado, el Primogénito de entre los muertos. En el relato evangélico no resucita un fantasma sino un hombre real, no se aparece un alma vagabunda, animula vagula, blandula, a los peregrinos de Emaús sino Jesús de Nazaret que parte para ellos el pan, un acto contundente, que se podría repetir hoy, aquí, entre nosotros y que nos haría implorar otra vez más “quédate con nosotros que ya es tarde y el día se acaba” (Luc. 24. 29). Veremos, además, que el tema central de la resurección de la carne ha tenido una enorme injerencia en la constitución de la psicología como ciencia, debate cuyos ecos aún resuenan en los dilemas sobre la condición de persona humana en situaciones límites, muerte cerebral, transplantes de tejido nervioso, clonación, etc.

1. La involución de la psicología del alma

Como decía Ebbinghaus, la psicología tiene un largo pasado pero una corta historia. El tratado de Aristóteles De Anima fue un texto obligado de estudio en Occidente y formaba parte de la filosofía escolástica. En el siglo XVI se cambió el nombre latino por el griego y Rudolf Goclenius la denominó Psychologia, pero se siguió usando el mismo procedimiento especulativo de Aristóteles, que defendía el hylemorfismo donde el alma es “la forma de un cuerpo natural que tiene la vida en potencia”. De esta concepción surgió la teoría de las tres almas, vegetativa, sensitiva y racional. Se llegó incluso a diferenciar una psychologia de una pneumatología, la primera era la ciencia del alma unida al cuerpo, la segunda la del alma separada, espiritual e inmortal. Sólo en el siglo XVII aparecieron los primeros intentos de una psicología empírica. En este sentido la influencia del Ensayo sobre el entendimiento humano de John Locke, fue decisiva, pues estableció que la idea de sustancia reposa en la combinación de ideas simples de las propiedades de las cosas, que se pueden formar en la mente a partir de la observación y de la experiencia. Pero fue en el siglo XVIII cuando, a partir de Christian Wolff, se hizo la distinción entre psychologia rationalis y psychologia empirica (basada en la introspección). Finalmente Immanuel Kant auspició la introducción de cursos de psicología en la universidad alemana, aunque recién en el siglo XIX, se crearon los primeros laboratorios de psicología experimental, convirtiéndose el de Wilhelm Wundt en Leipzig- también un ferviente cultor de la introspección - en un centro de irradiación mundial. En el siglo pasado la psicología científica se expandió en un enorme abanico de disciplinas, con miles de investigadores y profesionales en todo el mundo y se fundaron instituciones poderosas con recursos económicos considerables. En la década del 60 comenzó a emerger una psicología cognitiva y, en la actualidad, se ha producido una prodigiosa convergencia de disciplinas en las neurociencias cognitivas que ha provocado un cambio radical en nuestra aproximación a la mente humana, tal vez sólo comparable al que localizó la mente en el cerebro y no en el corazón.

2. El progreso de las neurociencias cognitivas

Hipócrates, Galeno, Descartes, Gall, Broca, Cajal, McCulloch, marcaron hitos fundamentales en largo proceso que ha llevado a la “incerebración de la mente”, pero sólo en los últimos veinte años se abrieron nuevos caminos en nuestra concepción de lo neuro-mental, de la neuromente. Por una parte, los datos experimentales obtenidos con los recursos más avanzados de la biología, la física, la química y la computación han permitido rehacer el mapa del cerebro humano, por otra, los progresos realizados principalmente en el estudio del lenguaje, de la percepción, de la memoria, tanto en el animal como en el hombre, han descubierto realidades que ignorábamos, que serán decisivas en la educación de las nuevas generaciones, en su neuro-educación. Tal vez sea esta la mayor novedad, hasta el momento considerábamos al cerebro del niño como un black box, además, por razones obvias no lo podíamos “abrir”, dábamos por sentado que el cerebro crecía y se desarrollaba durante toda la escolaridad del individuo pero éramos incapaces de ir más allá de esta verificación trivial. La aplicación de estos poderosos métodos de observación del cerebro funcional en pediatría y en psicología se está difundiendo y no tardará en llegar a la educación. La Universidad de Harvard ha tomado la iniciativa bajo el liderazgo de Kurt Fischer en un programa llamado Brain, mind and education, tal vez el primero de su género en el mundo. Todavía es muy temprano para diseñar aplicaciones sistemáticas de las neurociencias cognitivas en la educación, no hay puentes directos entre la neurona y el número pi, ni existe una píldora para aprender latín, pero se ha abierto una ventana al aire fresco que aportan las neurociencias en el estudio de la enseñanza y del aprendizaje. Algo que nadie suponía posible hace apenas dos décadas.

Hoy gracias a los nuevos métodos “no invasores” como la resonancia magnética funcional (fMRI) podemos obtener imágenes del cerebro en actividad, mientras el individuo piensa, mira, oye, calcula, habla, lee, etc. Es más, algunos creen que se puede aplicar una “neurología inversa”, o sea, que se puede ir de la observación del cerebro a la predicción del comportamiento (Dehaene, et al. 1998). Esto significa que mirando lo que pasa en el cerebro se podrá inferir - en determinados contextos - lo que el individuo está haciendo, o hará. Sabemos, por ejemplo, que la corteza cerebral que se emplea en lectura de un texto varía de acuerdo a la lengua nativa de la persona que lee. Así un hablante inglés utiliza ciertas zonas de la corteza frontal, mientras que un hablante italiano emplea áreas del lóbulo temporal durante la lectura de un texto en su idioma nativo. Se supone que la mayor actividad frontal se debe al mayor peso de las transformaciones fonológicas que exige la lengua inglesa, donde “no se escribe como se pronuncia y no se lee como se escribe” (Paulesu et al. 2000). Es decir, observando las imágenes del cerebro en aquel contexto experimental se puede identificar cuál es el cerebro que lee en inglés y cuál en italiano. De alguna forma se ha detectado cómo se inserta la cultura en el cerebro humano, un descubrimiento capital. Pero, como sucede con todo avance del conocimiento, la ganancia en el saber no es moralmente neutra y tiene connotaciones éticas. Estas experiencias “neuromentales”, en efecto, podrían, en otros contextos no controlados, plantear problemas deónticos serios referidos a la invasión de la privacidad del sujeto, a la violación de la intimidad de la persona, etc. Es menester, por consiguiente, hacer un buen uso de este conocimiento de lo contrario habremos abierto, una vez más, la caja de Pandora.

También es interesante consignar que uno de los hechos más significativos ha sido el encuentro provechoso de filósofos y científicos en este nuevo debate sobre la mente humana. Merece destacarse, por ejemplo, la publicación de libros de doble autoría, que inauguran un nuevo género de diálogo. Dos se han destacado por su influencia, El yo y su cerebro : un argumento para el interaccionismo, de John C. Eccles y Karl R. Popper (1977) y Lo que nos hace pensar: La naturaleza y la regla, de Jean Pierre Changeux y Paul Ricoeur (1998). Simultáneamente surge en los Estados Unidos un movimiento liderado por una pareja de filósofos de las neurociencias, Patricia y Paul Churchland, denominado Neurofilosofía (1986, 1996) y el neurólogo Antonio R. Damasio publica con enorme éxito el Error de Descartes (1994). Se ven reflejados en estos estudios “neurofilosóficos” - que suman ya decenas de títulos - varias tendencias, en particular el dualismo interactivo, el subjetivismo fenomenológico, el neuropsicologismo y el reduccionismo. El debate es enmarañado y complejo pues se cruzan muchos niveles de lenguaje, de observaciones y de experimentos, pero ciertamente no es un debate vano sino extremadamente enriquecedor. Merecería, por sí mismo un estudio histórico, epistemológico y sociológico, y sería un buen tema de tesis de doctorado pero es claro que desborda los límites de esta exposición.




3. El retorno de la pneumatología

Para concluir, comprobamos que asistimos a un “auge del espíritu” en nuestros días, y que
la explosión de las más variadas formas de espiritualidad, tanto en Occidente como en Oriente, se ha convertido en materia de estudio científico. Algunos investigadores como Howard Gardner, han intentado capturar este fenómeno dentro de un marco conceptual riguroso y coherente, como es el de las Inteligencias Múltiples (1983, 1999). Esta teoría sostiene que hay criterios biológicos, psicológicos y sociológicos para identificar, por lo menos, ocho inteligencias en el ser humano, a saber: interpersonal, intrapersonal, musical, espacial, corporal, lógico/matemática, lingüística y naturalista. Gardner se plantea, además, la inclusión de una “inteligencia espiritual” como parte de una “inteligencia existencial” más abarcativa, que ha sometido también a estudio. Es interesante consignar que tomó a Juan XXIII, como paradigma de desarrollo espiritual y le dedicó un capítulo en su libro Mentes líderes (1995). Por su parte, la psicología evolucionista desarrollada por Barkow, Cosmides y Tooby (1992), entre otros, establece una serie de pautas que permiten reconstruir una cierta “prehistoria de la mente” (Mithen, 1996). Se sabe, por ejemplo, que el hombre de Neanderthal enterraba a sus muertos y cubría sus tumbas de flores, un simbolismo muy elaborado relacionado con el espíritu y su trascendencia o inmaterialidad, que precedió en milenios a otros códigos, como el alfabeto y el número. Y los estudios sobre la génesis del espíritu y su evolución proliferan en todas las direcciones. Yo elegiré ahora la línea de investigación de nuestro compatriota e historiador de la psicología, Fernando Vidal (1996, 2001). Su visión sobre el proceso histórico de “desencarnación” de la persona humana puede ayudarnos a interpretar cierto tipo de espiritualidad contemporánea, y a evaluar los alcances de una pneumatología, aún difusa, que se presenta como alternativa de la espiritualidad cristiana.

Para Vidal, estamos asistiendo a una serie de “amputaciones sucesivas” en el papel que se le asigna al cuerpo en la identidad de la persona, a una “desencarnación progresiva”, donde el cuerpo ha pasado a ser, apenas, una “propiedad” contingente de esa persona. En cambio, en la antropología cristiana el ser humano no “posee” un cuerpo sino que es alguien “cuya existencia es corporal”. Y eso se revela, particularmente, en la doctrina de la resurrección de la carne que, con el correr del tiempo, sufrió toda clase de transformaciones. Santo Tomás afirmaba: anima non est totus homo et anima mea non est ego (Com. Cor. I), “el alma no es todo el hombre, y mi alma no soy yo”. Siglos más tarde el famoso químico inglés Robert Boyle, publicó en 1675, un opúsculo con el título, casi surrealista, “Algunas consideraciones físico-teológicas sobre la posibilidad de la resurrección” donde defendía una identidad cualitativa, más que cuantitativa, del cuerpo resucitado (por cuanto la materia es universal y los corpúsculos que la componen son intercambiables). Su amigo Locke llegó a decir que la identidad de la persona proviene sólo de la conciencia y de la memoria, por consiguiente ni siquiera es necesario tener el mismo cuerpo para ser la misma persona resucitada. Y afirmaba que si la conciencia de un hombre dependiera de su dedo meñique ¡ese dedo sería toda la persona! El debate sobre la resurrección comenzó a derivar entonces hacia la persona y no tanto hacia el cuerpo. Eran los tiempos de la embriología, del descubrimiento de la stamina, de los filamentos primordiales, que se observaban por primera vez en el embrión de pollo. No debió buscar muy lejos el filósofo y teólogo Samuel Clarke para decir que la memoria y la conciencia - es decir la persona - podía residir en esas stamina, gérmenes de vida inmortal. Continuando en esa dirección el psicólogo ginebrino Charles Bonnet sugirió que si la persona depende de la memoria y la memoria del cerebro, será necesario entonces postular la existencia dentro del cerebro de un (pequeño) cerebro indestructible que funcionaría como germen del cuerpo futuro y glorioso. Y así se fue perdiendo, insensiblemente, a fines del siglo XVIII el significado del cuerpo total, y la atención crítica se fue focalizando en uno de sus órganos, el cerebro. El proceso de desencarnación continuó inexorable y hasta hubo algún teólogo que propuso la resurrección del cerebro en lugar de una resurrección del cuerpo. Un “cerebro glorioso” en lugar de un cuerpo glorioso sería la apoteosis de la visión cerebro-céntrica del hombre. Este protagonismo creciente del cerebro tuvo también un poderoso impacto en nuestra concepción de la persona humana y en la práctica médica. Por ejemplo, algunos definieron la muerte como una “muerte cerebral” y la vida como una “vida cerebral” que aparece en determinado momento en el embrión, condición de su status de persona humana, incluido su status jurídico, como sujeto de derecho. Y se siguió avanzando en esta desencarnación de la persona humana, que desembocará en un concepción “cortico-céntrica” extrema, ya no se trata de todo el cerebro sino sólo de la corteza cebral, del cortex, de “la materia gris”. Pero siempre se puede dar un paso más, a saber: si somos coherentes con esta línea de “desencarnación” lo único que necesitamos, en realidad, del cerebro es la información que contiene en su corteza, y no faltó un físico que postuló que la resurrección equivaldría a ser simulado por una computadora en el ciberespacio, lo que sería, en definitiva, el más allá... Este reduccionismo extremo, y absurdo, es la consecuencia natural de una desencarnación progresiva del ser humano, cuyos alcances prácticos y éticos no son menores y deben alertar a la conciencia cristiana. Al liberarse del peso el cuerpo el espíritu parecería conquistar un papel protagónico e independiente, dando lugar a las más variadas pneumatologías no cristianas. Seguramente la confrontación, invitable, no se planteará en el ámbito espiritual propiamente dicho, en un primer momento, sino en el dominio de las aplicaciones médicas. En efecto las ablaciones y transplantes de tejido cerebral y los implantes de prótesis mixtas o neurochips, ya no son parte de la ciencia ficción y plantean problemas inéditos sobre el yo y la persona, sobre su identidad y su responsabilidad moral. Debemos prepararnos para un mundo donde algunos seres humanos podrán estar equipados con variadas neuroprótesis y tendrán “cerebros híbridos” - en parte natural, en parte artificial - como muchos hoy viven con una válvula cardíaca sintética o con un implante coclear. El debate pneumatológico recién comienza y tomará formas difíciles de imaginar.

Tendencias actuales

Ante un panorama de tamaña complejidad es imposible arribar a ninguna conclusión pero puedo decir que percibo una triple evolución de las ideas, primero una retirada del concepto tradicional de alma y, paralelamente, de la psicología clásica como “ciencia del alma”, segundo un enriquecimiento del concepto de mente que se revela por la relevancia creciente - teórica y práctica - de las ciencias neurocognitivas, y por último, una revisión del concepto de espíritu y una eclosión de nuevas formas de “pneumatología” que agudizan temas fundamentales como el de la resurrección. Contemplemos, pues, con los tres ojos, oculus carnis, oculus mentis et oculus fidei , con el ojo de la carne, el ojo de la mente y el ojo de la fe, este misterio el hombre; no cerremos ninguno de ellos hasta el día en que conozcamos como somos conocidos...tunc autem cognoscam, sicut et cognitus sum (1 Cor XIII, 129). Para el cristiano Dios es el misterio trascendente inmanente en nosotros. Por eso Lo podemos encontrar si lo buscamos: Tu autem eras interior intimo meo et superius summo meo decía san Agustín (Confessiones III, 6, 11) “Tú estabas en lo más íntimo de mi intimidad y por encima de lo que yo tenía de más elevado”. Pero ese interior no es un lugar en la mente, ni tiene una localización cerebral. Se trata de otro orden de realidad, de un orden espiritual, que supera todo, y que ha sido generado en el misterio de la Creación y proyectado en el misterio de la Salvación.


Referencias

Barkow, J., Cosmides, L., Tooby, J. (1992). The adapted mind: Evolutionary psychology and the generation of culture. New York: Oxford University Press.
Battro, A. M. (2000). Half a brain is enough: The story of Nico. Cambridge: Cambridge University Press.
Changeux, J. -P & Ricoeur, P. (1998). La nature et la règle: Ce qui nous fait penser. Paris: Odile Jacob.
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Damasio, A. R. (1994). Descartes’ error: Emotion, reason and the human brain. New York: Avon.
Dehaene, S., Le Clec'H, G., Cohen, L., Poline, J. B., van de Moortele,
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Mithen S. (1996). The prehistory of mind. London: Thames & Hudson.
Paulesu, E. McCrory, F. Fazio, L. Menoncello, N. Brunswick, S. F. Cappa, M. Cotelli, G. Cossu, U. Frith (2000). How native language affects reading strategies. Nature Neuroscience. 3, 1, 91 - 96.
Vidal, F. (1995). Un “désir de corps mort”. Résurrection et identité des Evangiles au cyberespace. Equinoxe, 139 -152.
Vidal, F. (2001). Le sujet et les frontières de la pychologie, XVIIe - XXe siècles. Ëcole des Hautes Ëtudes en Sciences Sociales, Paris.

Emilio Garcia Garcia

LOS CONSTRUCTORES DE DIAGRAMAS Y LA MODULARIDAD DE LA MENTE


Emilio García García
Dpto. Psicol.Básica. Procesos Cognitivos
Fac. Filosofía
Universidad Complutense 28040 Madrid

Email Garmi@correo.cop.es


RESUMEN
En su obra clásica La modularidad de la mente, Fodor estudia los antecedentes y el marco de su teoría modular. Comenta las aportaciones de Gall como pionero de la concepción modular de la arquitectura mental, y solamente menciona, sin comentario alguno, a Broca y Wernicke. Pero los “constructores de diagramas”, en el último tercio del siglo XIX, elaboraron modelos de los procesos mentales, desde supuestos modulares. A partir de datos de pacientes con lesión cerebral localizada, Broca, Wernicke, Lichtheim, entre otros, propusieron modelos modulares de la actividad mental que han tenido gran interés para la investigación. Defendían supuestos de especificidad neuronal e isomorfismo sobre los datos de correlación anatomo-clínica. En nuestro trabajo exponemos los supuestos modulares de los constructores de diagramas y ponemos en relación aquellos modelos con la teoría de la modularidad de Fodor.

PALABRAS CLAVE: Modularidad de la mente. Modelos neurales del lenguaje. Neurolingüística. Broca. Wernicke. Lichtheim.

ABSTRACT
In his classic work Modularity of Mind, Fodor studies the antecedents and context of his modular theory. Beginning with Gall’s achievements as pioneer of the modular conception of mental architecture, he merely mentions, with no further comment, Broca and Wernicke’s. But “diagram constructors” in the last third of the XIXth century elaborated models for the mental processes, from modular preconceptions. Parting from patiens with localized cerebral lessions, Broca, Wernicke, Lichtheim, among others, proposed modular models of mental activity wich became of great interest to research. They defended neuronal specificality and isomorphism concepts over the data of anatomical-clinical correlation data. In our work we explain the diagram constructors’ modular preconceptions and put into relation those models with Fodor’s theory of modularity.

KEY WORDS: Modularity of Mind. Neural Models of Language. Neurolinguistics. Broca. Wernicke. Lichtheim.



En la historia de la psicología se han dado debates generales, transversales a distintas áreas y campos, e incluso a tradiciones y programas de investigación. Así ha ocurrido con las polémicas herencia-medio, conciencia-conducta, inteligencia general-multifactorial, conductismo-cognitivismo, mente-ordenador, mente-cerebro. En las dos últimas décadas del siglo XX otra gran polémica ha ocupado el primer plano. Nos referimos a la controversia modularidad-holismo.
Se trata de dilucidar si los procesos mentales son de dominio general o de dominio específico. De otra manera, si el sistema mental que nos permite percibir, aprender, memorizar, razonar, resolver problemas, hablar, etc., es de naturaleza unitaria, de modo que los mismos procesos cognitivos se emplean en cualquier tipo de contenido, por ejemplo, físico, matemático, psicológico, social; o por el contrario, si la estructura mental está constituida por un conjunto de sistemas especializados, cada uno en resolver un tipo de problemas específico. La cuestión está en explicar si la estructura de la mente está integrada por facultades horizontales o verticales.
En los primeros años de la controversia dos autores tuvieron un papel relevante: Fodor, con la publicación de su obra La modularidad de la mente (1983), y Marr con Visión (1982). Marr, tomando como punto de partida las investigaciones sobre el sistema visual, sugirió que los sistemas complejos, como la mente y el cerebro, han evolucionado y se han conformado modularmente. Ello ha sido muy funcional evolutivamente, puesto que los sistemas con una organización modular son más capaces de detectar y corregir errores e incorporar innovaciones para resolver los problemas, satisfacer necesidades y adaptarse al medio. Si una operación compleja puede dividirse y ejecutarse en un conjunto de subpartes, tan independientes entre sí como lo permita el conjunto de la tarea, es más sensible a las demandas, más susceptible de modificaciones y mejoras, y más eficaz en la resolución de los problemas. Cuando un proceso complejo no es diseñado de este modo, un pequeño cambio en una parte tendrá consecuencias en muchas otras. Ello significa que el proceso en su conjunto resulta muy difícil de depurar o mejorar, tanto por un diseñador humano como en el curso de la evolución natural, porque un pequeño cambio para mejorar una parte tiene que acompañarse de muchas modificaciones simultáneas compensadoras en otras.
Los modernos sistemas de grabación y reproducción de imagen y sonido, los ordenadores, los sistemas de supervisión de aviones, coches, etc. se constituyen de modo que permiten, dada su estructura cada vez más modular, localizar los fallos y corregirlos, actuando sobre componentes aislados y preservando el resto, con el único requisito de que los nuevos componentes o módulos que se introduzcan dispongan de sistemas de entrada y salida compatibles con los existentes. De forma análoga, la estructura del cerebro y mente humana se ha organizado modularmente en el proceso filogenético, y también en el ontogenético, de modo que nuevos componentes o módulos se desarrollan en interacción con los ya existentes, creando nuevas competencias y capacidades.
Tradicionalmente la teoría dominante en psicología respecto a la estructura de la mente, lo que podemos calificar como “posición heredada”, ha sido la doctrina de las facultades horizontales, según la cual las diversas capacidades mentales operan sobre la información, independientemente de la naturaleza de ésta. Así, la atención, percepción, memoria, imaginación, pensamiento, lenguaje, se aplican a todas las posibles clases de información. Por ejemplo, los mismos procesos perceptivos o mnemónicos operan en la percepción o almacenamiento de información tan diversas como sonidos musicales, palabras, ruidos de coche; rostros humanos, perros o mapas.
Para Fodor, la arquitectura funcional de la mente no está formada por facultades horizontales, sino por facultades verticales o módulos, especializados en obtener y procesar información perteneciente a dominios específicos, como percibir sonidos verbales, música, caras, etc. Según la teoría modular, el sistema cognitivo está constituido por:

Los sistemas de transducción sensorial, que convierten la energía física que estimula los receptores sensoriales en procesos psíquicos.
Los sistemas perceptivos o módulos que elaboran y representan la información, proporcionada por los transductores.
Los sistemas centrales, que integran la información procedente de diversos módulos, realizando inferencias, razonando, resolviendo problemas, tomando decisiones.
Los sistemas de salida, como la actividad motora y la producción de lenguaje.

En la formulación inicial, Fodor planteaba que los módulos de la mente eran sistemas perceptivos de entrada, especializados en extraer y organizar información del medio para ser enviada a los procesadores centrales de la mente, los cuales integran la información procedente de distintos módulos, posibilitando el conocimiento del mundo y la actividad inteligente. Estos sistemas centrales, los propiamente inteligentes, no serían modulares sino de dominio general.
Las propiedades básicas de los sistemas modulares son la especificidad de dominio y el encapsulamiento informativo, que a su vez se traducen o explicitan en un conjunto más amplio de características que Fodor desarrolla en su obra. La especificidad de dominio significa que cada módulo emplea información específica, que no comparte con los restantes sistemas modulares. Por ejemplo, el módulo que procesa la expresión emocional de un rostro no podría procesar el tono emocional de la voz. El encapsulamiento informativo significa que un módulo puede realizar su propia forma de procesamiento, con total ignorancia o aislamiento de los procesos que tienen lugar en otras partes del sistema cognitivo. Por ejemplo, hay un módulo o conjunto de módulos, que procesan la expresión emocional de la cara, y otros módulos que reconocen la cara e identifican a la persona.
Las características de encapsulamiento informativo y especificidad de dominio son las que han tenido mayor aceptación. Las otras propiedades que Fodor enumeraba han sido más cuestionadas. Brevemente señalamos:

Obligatoriedad. Los módulos operan de forma obligatoria y automática, ante la estimulación específica, sin mediar procesos conscientes o voluntarios.
Rapidez. Los módulos funcionan con más rapidez que los sistemas cognitivos no modulares, los centrales, al estar limitados exclusivamente a analizar información muy restringida.
Superficialidad computacional. Las representaciones de salida de los módulos son aproximaciones incompletas a la información. El reconocimiento más pleno requiere de los sistemas centrales.
Innatismo. Los módulos se desarrollan a partir de un patrón genético más cerrado, conforme a pautas específicas de maduración; lo contrario de lo que ocurre con los sistemas centrales.
Especificidad neural. Los módulos están físicamente realizados en estructuras neurales fijas y diferenciadas en áreas del cerebro.
Pautas de deterioro. Los módulos se lesionan siguiendo pautas muy específicas, de modo que pueden verse afectados con independencia de otros módulos, que permanecen preservados.

Mediante módulos se procesa la información de entrada o la percepción del mundo, el lenguaje y posiblemente procesos de salida vinculados al control de la acción. Pero los procesos cognitivos más complejos como categorización, inferencias, razonamiento, formación de creencias, toma de decisiones, etc., se llevan a cabo en sistemas no modulares o de dominio general, no encapsulados, no obligatorios, no innatos, etc. Justamente, según Fodor, como estos procesos centrales no son modulares, no son susceptibles de investigación científica, que queda restringida a los sistemas modulares.
“La condición indispensable para hacer ciencia (tanto en Física como en Psicología) es que la naturaleza nos proporcione caminos para acceder a ella; por ejemplo, subsistemas bastante sencillos que puedan aislarse artificialmente y que observen en estas condiciones un comportamiento semejante al que experimentan en su estado natural. Los módulos satisfacen esta condición; no así los sistemas quineanos-isotrópicos-globales. Así pues, si fuera, tal y como yo he supuesto, que los procesos cognitivos centrales no son modulares, ello sería una mala noticia para la ciencia cognitiva” (Fodor, 1983,176).
En los últimos años el concepto de modularidad se ha ampliado, matizado y contrastado con investigaciones procedentes de diversos campos, desde la Neuropsicología (Damasio,1992,1996; Gazzaniga,1996) a la Psicología evolucionista (Barkow, Cosmides y Tooby,1992; Crawford y Krebs,1997) o la Psicología evolutiva (Gardner,1995; Karmiloff-Smith,1995). Los sistemas modulares no se limitan a funciones perceptivas o lingüísticas, sino que abarcan procesos centrales inteligentes. Ello ha supuesto introducir modificaciones importantes a las propiedades de los módulos que describiera Fodor. Los sistemas modulares son más complicados, están integrados por subsistemas diferentes y no se ajustan a las categorias dicotómicas fodorianas. Las tecnologías de neuroimagen de última generación (PET, IRMF) están posibilitando avances espectaculares en la década de los noventa, la década del cerebro.
Fodor rastrea los antecedentes históricos de la teoría modular, y comenta la Frenología de Gall (1758-1828), a quien considera injustamente tratado por la historia de la ciencia. Sobre Gall y la Frenología realiza interesantes análisis. En cambio, sólo menciona, sin detenerse en comentario alguno, a Broca y Wernicke: los constructores de diagramas que en el último tercio del siglo XIX elaboraron modelos de los procesos mentales desde supuestos modulares. Los diagramas son sistemas de representación muy útiles para investigar sistemas modulares, y fueron profusamente utilizados en la neuropsicología entre los años 1880 y 1910. Vamos a comentar los modelos propuestos por tres investigadores: Broca, Wernicke y Lichtheim.
P. Broca en 1861 expuso el caso de Lebourgne ante la Sociedad Antropológica de París, en el marco de un debate sobre la teoría frenológica. Lebourgne era un paciente de 55 años que llevaba internados 21, en el Hospital de Bicêtre. Era mudo, la única producción verbal era la sílaba “tan”, de ahí que fuera conocido en el hospital como “señor Tan”. Pero comprendía lo que se le decía y se expresaba con medios no verbales haciéndose entender eficazmente. Tras diez años de hospitalización, sufrió parálisis del brazo derecho y rostro; poco antes de morir la parálisis se extendió a la pierna derecha, dejándole postrado en cama. Murió como consecuencia de una infección en la pierna paralizada.
Broca examinó el cerebro inmediatamente después de la autopsia, y se encontró con una lesión cerebral en la tercera circunvolución frontal del hemisferio izquierdo. Siguiendo el método tradicional de correlación anatomo-clínica, Broca distinguió en el lenguaje distintas dimensiones: la comprensión frente a la expresión y la comunicación lingüística frente a la no lingüística. Lebourgne no presentaba déficit en la comunicación no lingüística ni en la comprensión del lenguaje, pues comprendía lo que se le decía, comunicándose con los demás, pero no mediante palabras. Lebourgne, concluyó Broca, tenía una lesión en la “facultad de lenguaje articulado”. Este modelo de análisis de lenguaje ha permanecido posteriormente en las teorías conexionistas.
Este trabajo de Broca es el primer estudio riguroso de las relaciones cerebro-lenguaje. Entre 1861 y 1865, Broca publicó algunos casos más de afasias. La facultad del lenguaje se convirtió en el objeto de estudio privilegiado, como ejemplo de la localización de funciones psicológicas en el cerebro. Diversos casos confirmaban que las lesiones, precisamente en el hemisferio izquierdo, eran las responsables de las afasias. Broca fue perdiendo interés por estos temas, dedicándose a la antropología, que era su gran pasión. En 1874, cuando Wernicke publicó su trabajo, Broca se había retirado de este campo.
Desde 1861, la bibliografía neurológica recogía numerosos casos de pacientes afásicos, con el análisis de sus autopsias y la descripción de síntomas psicológicos perceptivos, y especialmente lingüísticos. En 1874, C. Wernicke publicó un artículo, presentando un marco teórico y un modelo de representación del lenguaje en el cerebro, que daba cuenta de muchos casos de pacientes estudiados y anticipaba el análisis de muchos otros.
Este artículo se titulaba El complejo sintomático de la afasia: un estudio psicológico con fundamento neurológico, y marcó una línea de investigación muy productiva. La representación del lenguaje en el cerebro se lleva a cabo en diferentes áreas, cada una con funciones diferentes. Los distintos síndromes afásicos son la expresión precisamente de lesiones en áreas cerebrales diferentes. Wernicke detalló nueve casos de trastornos de lenguaje, causados por lesión cerebral. Los dos primeros mostraban síndromes muy distintos del de Broca: en ambos casos los pacientes hablaban con fluidez y con entonación normal, pero sin sentido de lo que decían, con continuas parafasias fonéticas, semánticas y neologismos.
La autopsia de un paciente mostró un infarto cerebral en la primera circunvolución temporal izquierda. Se trata de un área de asociación implicada en la elaboración e integración de información, especialmente auditiva. Wernicke propuso que tal área de asociación, que rodea a la corteza sensorial auditiva primaria, era responsable del análisis, integración y comprensión de las palabras habladas. Concluyó que el déficit en la comprensión del lenguaje en sus dos pacientes se debía a una lesión en tal área, y propuso un segundo centro de lenguaje radicado en esa zona. Se habían identificado pues dos áreas cerebrales, muy diferenciadas, responsables de aspectos distintos en el lenguaje: el área de Broca, y el área de Wernicke.
Era lógico suponer un flujo de información entre estas dos áreas, que posibilitara la actividad lingüística. Las representaciones auditivas de las palabras, en el área de Wernicke, debían ser enviadas mediante un sistema neural específico al área de Broca, responsable de las representaciones de secuencias articulatorias. Se introdujo así el concepto de “flujo de información” entre áreas o centros. El modelo de Wernicke daba cuenta de distintos tipos de afasias, y además era consonante con los conocimientos de la fisiología y psicología de la época.
Además de dar cuenta de dos tipos de afasias contrastados, el modelo anticipaba otro tipo –posteriormente denominado afasia de conducción- debido a lesión de las redes neurales que llevan la información del área de Wernicke al área de Broca: el fascículo arqueado. Estos pacientes deberían comprender el lenguaje hablado, pero serían incapaces de repetir palabras y tendrían trastornos expresivos. Las afasias, por tanto, se podían deber a lesiones en centros o en vías de conexión.
Consciente de la proliferación de centros en la Frenología, y del riesgo de similar reproducción con su modelo, Wernicke estableció unos criterios limitadores, señalando funciones psicolingüísticas fundamentales –comprender, hablar, leer, escribir- como procesos psicológicos radicados en uno o varios centros, a partir de los cuales y mediante conexiones se constituirían funciones más complejas. Se establecía, así, el supuesto básico de la teoría conexionista con vigencia hasta nuestros días.
Lichtheim (1885) publicó un artículo en alemán y posteriormente en la prestigiosa revista Brain, proponiendo un modelo conexionista más completo de los síndromes afásicos. El modelo de Lichtheim, con ligeras variantes, sigue siendo muy utilizado en las clasificaciones clínicas de las afasias. El modelo establece centros diferentes y vías de conexión. El centro A (área de Wernicke) se encarga de reconocer las palabras habladas, y contiene las huellas memorísticas de las formas auditivas de las palabras, percibiendo el habla. El centro M (área de Broca) está implicado en la producción del habla, con las representaciones articulatorias necesarias para la expresión. El centro B es el área conceptual, que alberga los significados de las palabras, y está implicado tanto en la producción como en la comprensión del lenguaje.
Lesiones en los centros o vías dan lugar a tipos de afasias distintos. Una lesión en M (1) producirá la afasia de Broca, quedando dañada la producción de lenguaje pero no su comprensión. Una lesión en A (2) provocará la afasia de Wernicke, afectando a la comprensión del lenguaje, pero no a su producción. Una lesión en la vía de conexión entre ambas áreas causará la afasia de conducción (3). Una lesión en la vía que conecta B y A (6) ocasionará la afasia transcortical sensorial, el paciente no puede establecer el significado de lo que oye, pero la repetición estará preservada. Una lesión entre M y B (4) producirá la afasia transcortical motora. La afasia sensorial subcortical (7) interrumpe la vía que va desde la periferia hasta A, produciendo la sordera verbal pura. La afasia motora subcortical es debida a la lesión entre M y la musculatura oral (5). El diagrama se fue complicando sucesivamente, incorporando nuevos centros y conexiones, hasta el punto de que Henry Head, en 1926, calificara de caótica la proliferación ad hoc de los modelos.
En las primeras décadas del Siglo XX, se disponía de un conjunto de datos anatómicos y funcionales que confirmaban la especificidad estructural y funcional de determinadas áreas cerebrales. El anatomista K. Brodman encabezaba también una potente escuela localizacionista, que llegó a deferenciar 52 áreas en la corteza, basándose en las diferentes estructuras y distribuciones de las células.
Pero a pesar de las evidencias disponibles, fueron las teorías antilocalizacionistas, o de campo agregado, las que dominaron en la investigación y la práctica clínica, a lo largo de la primera mitad del siglo. Se impusieron los modelos y teorías de otros científicos como Henry Head, Kurt Golstein, Ivan Pavlov, Jacques Loeb, Karl Lashley.
Los constructores de diagramas proporcionaron un marco de comprensión de los trastornos de lenguaje, y ofrecieron modelos de representación de lenguaje en el cerebro desde supuestos modulares. La modularidad, con innovaciones importantes ciertamente, volverá a primer plano en las últimas décadas del siglo XX y en dominios de investigación muy diversos, como Psicología evolucionista, Psicología evolutiva, Psicología cognitiva, Psicopatología, Neuropsicología, Neurolingüística.
Ciertamente los modelos conexionistas y modulares actuales son más complejos que los anteriormente propuestos. La localización de los procesos mentales, especialmente los procesos más complejos, está distribuida. Las interconexiones en serie y en paralelo de varias áreas cerebrales posibilitan los facultades mentales, de modo que áreas locales del cerebro no son responsables de funciones complejas, sino que realizan operaciones elementales que en complejas conexiones con otras zonas posibilitan los procesos mentales superiores. De ahí que la lesión acotada de un área concreta no conlleva necesariamente la pérdida de la función, como cabría predecir desde los modelos localizacionistas. Las áreas preservadas del cerebro pueden reorganizarse hasta cierto punto para realizar la función perdida.
Las recientes aportaciones de las ciencias cognitivas y las tecnologías de neuroimagen (Posner y Raichle, 1994; Kandel, Schwart y Jessell, 1998) están proporcionando valiosos conocimientos sobre la estructura y organización cerebral, que revolucionan los programas de investigación y las teorías hasta ahora vigentes. No sólo los procesos de input y output, sino los procesos mentales superiores de carácter central (no modular, como pensara Fodor) están analizándose en sus componentes y operaciones más elementales que se llevan a cabo en áreas limitadas y muy especializadas del cerebro

REFERENCIAS

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Neandertal

Neandertales: Enterramientos, Rituales, Religión, y Canibalismo

(Fuente: http://platea.pntic.mec.es)

Del mismo modo que los Neandertales cuidaban humanamente a sus compañeros incapacitados, también enterraban a sus muertos. “Los Neandertales no acreditaron un enterramiento deliberado y significativo de sus muertos hasta medio siglo después de su descubrimiento” (Constable 1965:97). Esto “trasluce una aguda autoconciencia y una preocupación por el espíritu humano” (Leaky and Lewin 1977:125). El emplazamiento de sus tumbas fue intencionado y muchas han sido encontradas en diferentes áreas de Europa y Oriente Próximo. Los entierros neandertales tienen elementos humanisticos y ritualistas, con el cadaver colocado en una posición durmiente o fetal, con la cabeza mirando hacia el oeste y los pies apuntando al este. Algunos restos han sido encontrados con animales colocado en las manos o el cuerpo, junto con ocre rojo, un pigmento de color posiblemente utilizado para los rituales simbólicos. Algunos Neandertales están enterrados juntos, lo que significa que grupos enteros de parientes permanecían unidos después de la muerte. Uno de los más fascinantes y controvertidos lugares de enterramiento es la Cueva de Shanidar. Los restos que allí se encuentran, llamados Shanidar IV, fueron cuidadosamente colocados en posición fetal en un áspero lecho tejido de belcho, un tipo de planta local. De acuerdo con las muestras de polen tomadas, estos Neandertales fueron enterrados con varias especies diferentes de flores. “A partir de la ordenada distribución de los granos en torno a los restos fósiles es incuestionable que las flores fueron dispuestas deliberadamente y no dejadas caer sobre la tumba, como si el cuerpo hubiera sido cubierto” (Leaky and Lewin 1977:125). Aparentemente, los familiares y amigos del difunto recogían estas distintas especies de flores, las llevaban consigo y las colocaban cuidadosamente sobre el cuerpo. Algunas de las especies de flores encontradas en Shanidar IV eran [yarrow], aciano, cardo de San Banaby, hierba cana, jacinto, belcho y una especie de malva. Muchas de ellas tienen propiedades medicinales que “abarcan desde el alivio del dolor de muelas y la inflamación hasta su uso como cataplasma y para las convulsiones” (Solecki 1971:249). De acuerdo con Solecki, “se puede especular que el individuo no era sólo un hombre importante, un jefe, sino que podía haber sido una especie de curandero o chamán en su grupo” (Shreeve 1995:53). A partir de este análisis es verosímil que “la gente de Shanidar tuviera conocimiento de algunas de las propiedades medicinales de las flores” (Leaky and Lewin 1977:125). Siete tumbas neandertal fueron encontradas en La Ferrassie, en la región suroeste de Francia. Consistían en un hombre, una mujer, dos niños y tres bebés. El hombre tenía una edad aproximada de 45 años y
“su esqueleto mostraba que había sido enterrado acostado sobre su espalda, ligeramente inclinado hacia la izquierda, con las piernas flexionadas. Tres piedras lisas estaban asociadas al enterramiento, una cerca del cráneo y las otras sobre los brazos, y varios grandes huesos, astillas de hueso y láminas de sílex habían sido puestas en su tumba, interpretadas a menudo como una protección del enterramiento. Cerca de la tumba del hombre estaba el esqueleto de una mujer de unos 25 a 30 años, enterrada en tal posición que sugiere que podría haber sido atada antes del enterramiento. No hay enseres en este enterramiento. Los neandertales 3 y 4 estaban enterrados en trincheras de 30 a 40 cm. de profundidad de apariencia similar. Contenían los huesos de dos (posiblemente tres) nilis y un feto o neonato. En medio de las trincheras había una depresión oval, de 40 por 30 cm., que contenía los restos de un feto incompleto (de unos 7 meses) y tres [racloirs] bellamente hechos” (Shackley 1980:87).

En medio de ellos, un esqueleto infantil, de unos 4 años, “estaba sin cabeza; la calavera estaba enterrada a corta distancia, cubierta con una gran piedra marcada con una serie de depresiones artificiales huecas” (Trinkaus and Shipman 1993:255). Muy cerca había fosos y trincheras que en algunos casos contenían huesos de animales. Esta evidencia indica que los neandertales enterraban ceremoniosamente a sus muertos de modo simbólico y ritual. El acompañamiento de herramientas de sílex con los restos puede ser interpretado como una creencia neandertal en la inmortalidad. Estos objetos y la fauna son posibles representaciones de una buena caza y garantía de vitalidad en el espíritu del mundo, o podría también ser un emblema del estatus en el interior de la tribu. Otra característica de este lugar de enterramiento es lo que parece ser el primer señalador de tumba. Las depresiones huecas en la piedra probablemente tienen una significación desconocida, incluida la aceptación de la muerte de un hijo, su inclusión en el clan o su anterior residencia en la cueva. Este simple monumento también simboliza una obra de arte. El enterramiento del “Anciano”, en la La-Chapelle-aux-Saints, fue de vital importancia para el desarrollo de las ideas acerca de los neandertales. Este individuo estaba enterrado sobre su espalda, con su cabeza hacia el oeste, el brazo izquierdo extendido y sus piernas flexionadas a la derecha. Cerca de la cabeza había tres largos huesos metatarsianos de mamíferos, junto con otros restos animales. Muchos de estos huesos parecen haber sido quemados, así como el sedimento circundante, que indica probablemente algún festín que tuvo lugar antes de que este individuo fuera enterrado. Otro enterramiento neandertal, el de un varón adolescente, fue encontrado en Le Moustier, en el sur de Francia. Los restos habían sido rociados con ocre rojo y enterrados en una posición que simulaba que estaba dormido. “Su cabeza descansaba sobre una almohada de sílex y habían sido esparcidos alrededor huesos quemados de ganado salvaje, como en ofrenda” (Shreeve 1995:53). En el yacimiento de Teshik-Tash en Uzbekistán, un niño de unos 9 años estaba enterrado con cuernos de cabra montés circundando su tumba. Habían sido dispuestos verticalmente, en parejas, formando un círculo alrededor del cuerpo con las puntas dirigidas hacia el suelo (Shackley 1980). Debajo del cráneo había un pequeño bloque de piedra caliza que parecía estar insertado con el fin de soportar el material en el que descansaba la cabeza. Además de enterrar a sus muertos, se cree que los neandertales también realizaban rituales de enterramiento. La evidencia de ello es que en muchos de los enterramientos neandertales existentes, incluidos los que acabamos de mencionar, contienen herramientas y ofrendas de alimento. Varios de estos lugares tienen también hogares alrededor de los esqueletos. “Esto puede representar un elemento ritual, tal como la provisión de calor para contrarrestar el frío de la muerte, pero es más probable que sean los restos del fuego de un banquete fúnebre, encendido cuando las exequias estaban siendo realizadas” (Shackley 1980:104). Los enterramientos que incluyen estos hogares han sido anteriormente mencionados en la tumba de La-Chappelle-aux-Saints, que contenía supuestamente huesos quemados de animales alrededor del cuerpo. Cuando este sitio fue excavado por primera vez, se concluyó que “había sido un sepulcro en el que la gente iba a comer (numerosos) alimentos fúnebres, pero no a vivir, ya que la cueva tenía unas bóvedas demasiado bajas para vivir confortablemente y no había ningún residuo de la fabricación de herramientas. (Shackley 1980:103). Otro enterramiento que contenía indicios rituales es el de Teshik-Tash. Como ya hemos mencionado, los cuernos apuntan al suelo alrededor del cuerpo y probablemente habían sido colocados allí como protección simbólica. Sin embargo, un pequeño hogar había sido hecho cerca de los cuernos, que ardió durante un breve tiempo, según evidencia la arcilla subyacente sin quemar (Shackley 1980). Estas asociaciones hacen también probable que alguna forma de ritual funerario fuera realizada (Shackley 1980). Otro caso de enterramiento ritual tuvo lugar en Le Moustier, donde el cuerpo de un joven fue rociado póstumamente con ocre rojo. En La Ferrassie, un hombre y una mujer enterrado fueron encontrados cabez con cabeza en la parte delantera de la cueva y los hijos fueron enterrados más atrás hacia el centro. En este yacimiento había también nueve misteriosos montículos, todos del mismo tamaño y altura, dispuestos en fila de a tres. En el interior de uno de esos montículos descansaba el recién nacido y tres bellas piedras de pedernal. “Los primeros investigadores concluyeron que los montículos habían sido construidos en un enterramiento ritual” (Benditt 1989:33). Sin embargo, los antropólogos están bastante confusos sobre su significación. Algún propósito ritual o simbólico puede ser encontrado en los bloques de piedra encontrados en las tumbas neandertales, junto con comida, herramientas y la posición flexionada del cuerpo. F. Clark Howell cree que

“la evidencia de esta fuente indica claramente que el Hombre de Neandertal creía en la vida después de la muerte y que ésta no era probablemente distinta a la vida sobre la tierra, ya que parece que trataba de ayudar a los muertos en su camino con herramientas y comida. La vida misma parece haber sido vista como una clase de sueño, puesto que los cadáveres estaban cuidadosamente dispuestos como si estuvieran durmiendo (Howell 1965:130).

En contraste con la creencia de que los neandertales enterraban a sus muertos por razones personales y simbólicas, algunos paleoantropólogos todavía dudan de esta teoría. Argumentan “que los neandertales enterraban a sus muertos sólo evitar a los animales carroñeros y eliminar el olor” (Rudavski 1991:44). Estos críticos alegan que varias muestras de polen del enterramiento de Shanidar podían haber llegado a la tumba arrastradas por el viento, los pies de los dolientes “o incluso de miembros iraquíes del equipo de excavación que llevaran flores entre los pliegues de sus fajines” (Johanson and Edgar 1996:100). Robert H. Gargett, graduado por la Universidad de California en Berkeley, creía que todos los enterramientos neandertales conocidos podían explicarse por procesos naturales de preservación. Gargett argumentó que los diferentes grados de conservación de los restos pueden ser debidos a la geología y no a la compasión humana (Benditt 1989). Los esqueletos más completos fueron encontrados en cuevas, en las que el enterramiento puede haber sido provocado por causas naturales. Por ejemplo, en La-Chapelle-aux-Saints, la tumba del “Anciano” puede haber sido causada por la acción disolvente del agua sobre el suelo de piedra caliza de la cueva. Gargett también afirma que los nueve montículos de La Ferassie pueden haber sido creados también por fuerzas naturales. Sugiere que pueden haberse formado “debido a la acción del hielo, que puede crear montoncitos geometricamente moldeados” (Benditt 1989:32). Por consiguiente, Gargett es muy escéptico sobre la mayoría de los enterramientos neandertales. Por el contrario, los antropólogos Philip Chase y Harold Dibble creen que “enterramientos deliberadois estñan clarmente presentes, pero no hay señales obvias de rituales” (Chase and Dibble 1987:276). Según ambos autores, las túmbas del Paleolítico Medio solo contienen objetos de uso diario lo que obliga a plantear la cuestión de si los mismos reflejan algúna ceremonia simbólica o ritual antes del enterramiento. La mayor parte de las sepulturas están localizadas en áreas de ocupación de los yacimientos y los objetos relevantes de estos enterramientos no pueden distinguirse de los artefactos encontrados en el resto del área. Un ejemplo de ellos es el yacimiento de Teshik-Tash. Aunque parece que la tumba del joven neandertal estaba circundada por un anillo de cuernos de cabra montés, estas muestras fueron encontradas por todas partes en el yacimiento, adornando una gran extensión con restos de animales. Chase and Dibble concluyen que:

“Podemos, por consiguiente, esperar alguna asociación con la sepultura simplemente debida a la distribución aleatoria de los restos de estas especies a lo largo del yacimiento. Pero tal asociación podría no implicar una conducta significativa. En segundo lugar, la asociación entre el hueso de cabra y la sepultura no es tan fuerte. En el momento del descubrimiento sólo la calavera estaba situada en el interior de la concentración de cuernos y la parte poscraneal yacía más allá. Esta dispersión de los huesos sugiere la intervención de un predador... Incluso si el núcleo de cuernos fuera alguna vez asociado con las sepulturas, la asociación podría haber sido pragmática más bien que ritual: los cuernos pueden haber sido usados simplemente como picos para excavar la tumba . (Chase and Dibble 1987:276). Por consiguiente, para que las tumbas sean verdaderamente simbólicas y rituales de “una religión o creencia en otra vida, los objetos de la tumba deben exhibir algunos caracteres especiales aparte de los que se pueden encontrar en cualquier parte del yacimiento”, como en las sepulturas del Paleolítico Superior (Chase and Dibble 1987:274).

Otra cultura ritual simbólica que se atribuye a los neandertales es el culto a los osos de las cavernas. Colecciones de huesos de oso ampliamente dispersados por los yacimientos lo sugieren, especialmente en Drachenloch, en Suiza, donde “un cierto número de cráneos de oso fueron encontrados apilados en un arca de piedra” (Kennedy 1975:92). Se cree que el arca de piedra había sido fabricada por los neandertales, que habrían habitado a la entrada de la cueva. La parte superior de la estructura estaba cubierta por una sólida losa de piedra. “En el interior estaban las calaveras de siete osos con los hocicos dispuestos frente a la entrada de la cueva y aún más dentro de la cueva otras seis calaveras de oso en nichos a lo largo de la pared” (Shackley 1980:110). cerca de estos restos, había atados en manojos huesos de extremidades pertenecientes a diferentes osos. En consecuencia, fue en este yacimiento donde se encontraron los supuestos símbolos del “Culto al Oso de las Cavernas”. Consistían en la calavera de un oso de tres años con la mejilla perforada y atravesada con un hueso de pierna de un oso joven. “Descansaban sobre dos huesos de otros dos osos, en una disposición que dificilmente podía haber sucedido al azar” (Howell 1965:127).
En Regourdou, al sur de Francia se encontró un fenómeno similar- Allí, un foso rectangular contenía los restos de al menos veinte osos, la mayoría de los cuales eran calaveras, cubiertos por una sólida losa de piedra que pesaba cerca de una tonelada. Cerca de allí reposaban los restos de un neandertal en otra fosa de piedra, con varios objetos, entre ellos un húmero de oso, un raspador, un núcleo y algunas láminas, que fueron interpretados como ofrendas fúnebres. (Chase and Dibble 1987). Tal vez está relacionado con el culto al oso de las cavernas el singular descubrimiento realizado en una profunda cámara de la cueva de Basua en Savona, Italia, en la que una estalagmita vagamente zoomorfa estaba rodeada de bolitas de arcilla y aparentemente fue usada por los neandertales para una ceremonia. Huesos de oso estaban diseminados por el suelo, lo que sugiere que no se trataba probablemente de un juego sino que había sido realizado con un propósito ritual de algún tipo. (Kennedy 1975). Frente a la idea de que los neandertales construyeran estos fosos para almacenar osos de las cavernas con propósitos rituales, es posible que estos yacimientos puedan ser explicados por factores naturales (Chase and Dibble 1987). Corrientes subterráneas pueden haber producido una acumulación de usos de oso de las cavernas en nichos naturales y agrupar bloques de techo caídos. Otra posibilidad es que los osos de las cavernas prepararan nidos circulares y muriesen en ocasiones durante la hibernación. Derrumbes de la cueva pueden explicar la creación de fosos cubiertos con grandes techos. Es posible que algunos osos murieran por causas naturales en esta cuevas y pasado un cierto tiempo se produjeran los derrumbes, produciendo el efecto de que había sido creado un foso de almacenamiento. Chase y Dibble también descubrieron erróneas interpretaciones durante el examen de las cuevas a principios del siglo XX que afirmaban el culto a los osos de las cavernas. Los primeros arqueólogos registraban pobremente los datos sobre posibles heridas de cacería en los osos o la evidencia para indicar si habían sido matados (Chase and Dibble 1987).


El Hombre de Neandertal podría haber practicado el canibalismo, debido al hambre o como una clase de ritual de muerte. Uno de los yacimientos más controvertidos en relación con este asunto está en el Monte Circeo, en Italia, donde en 1939, un cráneo Neandertal fue descubierto en el interior de un anillo oval de piedras. El agujero donde la médula conecta con el encéfalo, conocido como foramen magnun, había sido ensanchado y fracturado, sugiriendo que el cerebro había sido extraido y consumido. Sin embargo, la posición original del cráneo en el interior del anillo de piedras es dudosa porque la persona que la descubrió no recuerda si la volvió a dejar en el lugar adecuado (Klein 1989). Un análisis del cráneo no muestra ni cortes ni marcas de raspaduras, peladuras o escamas, asociadas con prácticas caníbales (Bower 1991). En lugar de ello, marcas de mordeduras de carnívoro aparecen en varias partes del cráneo, especialmente en la base. A partir de esta evidencia, es probable que una hiena manoseara la calavera, comiera el cerebro y la empujara sobre una insignificante configuración de piedras. Los restos mutilados de veinte hombres, mujeres y niños de Neandertal fueron encontrados en Krapina, Croacia, en 1899. Se ha especulado que estos individuos fueron devorados ritualmente puesto que, a juzgar por el gran amontonamiento de huesos de animales que había en la cueva, la caza era copiosa. Los análisis realizados a estos huesos muestran que “los neandertales habían dejado las mismas señales en sus compañeros humanos que en sus presas animales” (Gore 1996:27). Algunos estudiosos creen que esta carnicería canibal no eran parte de un ritual puesto que todos los huesos no habían sido desgarrados de la misma manera. Sólo los huesos de las extremidades, que contienen una gran cantidad de médula habían sido partidos. El canibalismo es visto, por consiguiente como “una entre otros modos que tenían los Neandertales de alimentarse más bien que como un acto ocasional de desesperación de seres humanos hambrientos” (Gore 1996:27). Otra evidencia, como el yacimiento de Teshik-Tash y el cráneo del valle de Neander, apunta al descarnamiento del cadaver antes del enterramiento. Es posible que el Hombre de Neandertal comiera ritualmente a sus camaradas, para apropiarse de su fuerza y su valor como creían muchas tribus bushman actuales. Otros rituales fúnebres neandertales pueden haber sido realizados como un sacrificio a un dios, como en el caso de los cadáveres de pantano europeos.

No está todavía probado si los neandertales realizaron verdaderamente o no una conducta simbólica ritual o si tenían algún atisbo de religión, a pesar de las especulaciones indicadas. Sus muertos fueron enterrados, posiblemente tenían miedo a su resurrección, lo que podría explicar por qué muchos cadáveres neandertales aparecen apretadamente flexionados como si hubieran sido atados con correas. La colocación de pesadas losas de piedra sobre sus tumbas puede verse también como un impedimento al regreso del difunto. El descarnamiento del cuerpo puede ser indicativo de tomar medidas para evitar que su espíritu les persiguiera (Constable 1973). Los neandertales pueden haber practicado prácticas mágicas y ritos relacionados con la caza, lo que afectaba a cada uno de los miembros de la tribu (Constable 1973). La cueva de Basua contiene una pista de esto. Bolitas de arcilla dispuestas de una forma vagamente animal alrededor de una estalagmita, en la profundidad de la cueva, puede ser el símbolo de una futura caza o el relato de una caza pasada. Por otro lado, puede ser un juego de niños. Otro ejemplo viable de magia relacionada con la caza fue una ceremonia que pudo tener lugar en una cueva del Libano, hace unos cincuenta mil años, en la que los neandertales desmembraron un ciervo, colocaron sus restos en un lecho de piedra y los rociaron de ocre rojo. El pigmento fue posiblemente un símbolo de la sangre y el acto fue aparentemente un intento ritualista o mágico de controlar la vida y la muerte en el reino de los ciervos (Constable 1973).

Robert H. Wozniak y Eugene Taylor

MENTE Y CUERPO:
DE RENÉ DESCARTES A WILLIAM JAMES

Robert H. Wozniak
Bryn Mawr College


Traducción al castellano de la versión original en inglés:
Miguel Angel de la Cruz Vives
Catedrático de Filosofía

INTRODUCCIÓN
Según el punto de vista del sentido común sobre la mente y el cuerpo ambos interactuan. Nuestras percepciones, pensamientos, intenciones, deseos y ansiedades afectan directamente nuestros cuerpos y nuestras acciones. Los estados del cerebro y del sistema nervioso, a su vez, generan nuestros estados mentales. Desafortunadamente, las nociones del sentido común parecen implicar una contradicción. Parece muy claro que el cerebro y el sistema nerviso forman parte del mundo físico: tangible, visible, público, extenso en el espacio. Los pensamientos , sentimientos, conciencias y otros estados de la mente se nos presentan como mentales: intangibles, invisibles, privados, ordenados en el tiempo, pero no en el espacio. Si el cerebro y la mente son cosas fundamentalmente diferentes y si, además, las leyes de causalidad requieren causas y efectos para ser de un tipo semejante, entonces es claramente imposible para el cerebro generar la mente o que la mente afecte al cerebro. Así expresado, estas contradicciones constituyen la mitad del problema mente/cuerpo -el de la relación entre la mente y el cerebro.
Si la distinción entre la mente intangible e inextensa y la naturaleza física extensa se mantiene, sin embargo, el problema mente/cuerpo es también el de la relación de la mente con el mundo a nuestro alrededor. El medio natural, después de todo, es tanto una entidad física como el cerebro, y cómo llegamos nosotros a ser conscientes del entorno no es menos oscuro que la relación de la conciencia con el funcionamiento del sistema nervioso.
La mayor parte de la historia intelectual de la psicología tanto como empresa científica como clínica ha involucrado el intento de llegar a comprender estos dos problemas de la mente y el cuerpo. A través de esta exposición y la discusión que sigue, trazaremos esta historia que identificamos como la mayor contribución a las teorías de la mente, el cuerpo y sus relaciones. Comenzando por Descartes, cuya formulación del problema ha influido de un modo u otro todas las perspectivas posteriores, recorreremos el camino de las ideas desarrolladas durante los siglos XVII y XVIII en respuesta directa al desafío cartesiano, y más tarde las relacionaremos con las teorías sobre la mente y el cerebro del siglo XIX para progresar en la comprensión del cerebro como "órgano de la mente" y de la mente como una poderosa fuente de enfermedades físicas y su cura.
Con todo esto como trasfondo, describiremos el desarrollo de la psicología experimental que ocurrió en interconexión con los análisis filosóficos de las relaciones mente/mundo y las concepciones psicológicas del sistema nervioso como un aparato sensoriomotor entre la mente y el mundo. A este respecto, fijaremos nuestra atención no sólo en las contribuciones europeas sino en las primeras y a menudo pasadas por alto contribuciones americanas. Concluiremos con una breve discusión de algunas de las más importantes influencias sobre el pensamiento de William James, cuyos Principles of Psychology (1890) reunen la totalidad de estos distintos hilos en la que es probablemente la más singular obra de la psicología.
RENÉ DESCARTES Y EL LEGADO DEL DUALISMO MENTE-CUERPO

1. René Descartes
Aunque la gran distinción filosófica entre la mente y el cuerpo en el pensamiento occidental puede ser rastreada desde los griegos, es en la obra fecunda de René Descartes (1596-1650), matemático, filósofo y fisiólogo francés, al que debemos la primera explicación sistemática de las relaciones entre la mente y el cuerpo. Descartes nació en Tourain, en la pequeña ciudad de La Haye y fue educado desde la edad de ocho años en el colegio jesuita de La Flèche. En La Flèche, Descartes adquirió la costumbre de pasar la mañana en la cama, entregado a una meditación sistemática. Durante estas meditaciones, fue impresionado por el agudo contraste entre la certeza de las matemáticas y la naturaleza polémica de la filosofía, y llegó al convencimiento de que las ciencias debían producir resultados tan ciertos como los de las matemáticas.
Desde 1612, cuando dejó La Flèche, hasta 1628, cuando se estableció en Holanda, Descartes pasó la mayor parte de su tiempo viajando, contemplando y manteniendo correspondencia. Desde 1628 hasta su desgraciado viaje a Suecia en 1649 permaneció la mayor parte del tiempo en Holanda y fue durante este periodo cuando compuso una serie de obras que establecen el temario para todos los estudiosos posteriores de la mente y el cuerpo. La primera de esas obras, De homine, fue terminada en Holanda hacia 1633, en la época de la condena de Galileo. Cuando su amigo y habitual corresponsal, Marin Mersenne, le escribió el destino de Galileo en manos de la Inquisición, Descartes escondió inmediatamente su propio tratado. Como resultado de ello, el primer ensayo extenso del mundo sobre psicología fisiológica fue publicado mucho tiempo después de la muerte de su autor.
En esta obra, Descartes describe el mecanismo de la reacción automática en respuesta a los estímulos externos. De acuerdo con su propuesta, los movimientos externos afectan las terminaciones periféricas de las fibrillas nerviosas, que, a su vez, desplazan las terminaciones centrales. Cuando las terminaciones centrales son desplazadas, el modelo de espacio interfibrilar es dispuesto de otro modo y el flujo de los espíritus animales es así dirigido hacia los nervios apropiados. Fue la explicación de Descartes de este mecanismo por medio de una reacción automática y diferenciada lo que le condujo a ser generalmente considerado como el fundador de la teoría del reflejo.
A pesar de que una amplia discusión acerca de la ruptura metafísica entre la mente y el cuerpo no aparece hasta las Meditationes de Descartes, su De homine esboza estas opiniones y provee la primera explicación del interaccionismo mente/cuerpo, la cual produjo una fuerte reacción de respuesta en los pensadores posteriores. Según la concepción de Descartes, el alma racional, una entidad distinta del cuerpo y puesta en contacto con el mismo por la glándula pineal, puede o no puede darse cuenta de las emanaciones diferenciales que los espíritus animales traían a su alrededor a través de la reordenación de los espacios interfibrilares. Cuando tales percepciones ocurren, sin embargo, el resultado es la sensación consciente -el cuerpo afecta a la mente. A su vez, en la acción voluntaria, el alma puede por sí misma iniciar una emanación diferencial de espíritus animales. La mente, en otras palabras, puede también afectar al cuerpo.
El año 1641 vió la aparición de Meditationes de prima philosophia, in quibus Dei existentia, & animae à corpore distinctio, demonstratur de Descartes. Como es evidente por el subtítulo, es en las Meditationes donde Descartes ofrece por primera vez una explicación sistemática del dualismo metafísico entre la mente y el cuerpo, que ha sido desde entonces discutida por el pensamiento occidental. Para Descartes, hay dos sustancias creadas diferentes, el cuerpo y el alma (a la que también denomina 'mente'). La esencia del cuerpo es la extensión; mientras la del alma o mente es el pensamiento. El cuerpo es espacial, el alma no tiene extensión. El cuerpo es un mecanismo que puede ejecutar muchas acciones sobre sí mismo sin la intervención del alma; el alma es pura sustancia pensante que puede, pero no siempre, regular el cuerpo. Cómo el cuerpo espacial puede afectar o ser afectado por la mente no extensa no puede ser comprendido, para Descartes, ni en términos espaciales ni no espaciales. Está más allá de nuestra capacidad de comprender cómo el cuerpo y la mente están unidos, o, en el mejor de los casos, estamos forzados a regresar a la concepción de sentido común de su mutua interacción. Vesey (1965) se refiere a este dilema como el "punto muerto cartesiano".
En 1649, en la época de su partida a Estocolmo para establecerse allí como instructor de la reina Cristina de Suecia, Descartes envía a la imprenta el manuscrito de la última de sus grandes obras, Les passions de l'ame. Les passions es la más importante contribución de Descartes a la psicología. Además de un análisis de las emociones primarias, contiene la explicación más extensa de Descartes sobre el interaccionismo mente/cuerpo en la glándula pineal. Como es bien sabido, Descartes elige la glándula pineal porque le parece que es el único órgano en el cerebro que no está duplicado bilateralmente y porque cree, erróneamente, que era exclusivo de los seres humanos.
En febrero de 1650, volviendo en medio de un frío encarnizado de una sesión con la reina Cristina, quien insistió en recibir su instrucción a las 5 de la mañana, Descartes contrajo una neumonía. Una semana más tarde, moriría el hombre que había abierto el camino de gran parte de la filosofía posterior. Al fijar su atención en el problema de la verdad y del conocimiento indudable, Descartes había elaborado una epistemología en la que la cuestión de las relaciones entre la mente y el mundo constituía el punto de partida de la filosofía. Al localizar el punto de contacto entre el alma y el cuerpo en la glándula pineal, Descartes había planteado la cuestión de las relaciones de la mente con el cerebro y el sistema nervioso. Pero al mismo tiempo, al trazar una radical distinción ontológica entre el cuerpo como extensión y la mente como puro pensamiento, Descartes, en búsqueda de la certidumbre, había creado, paradójicamente, un caos intelectual.

2. El siglo XVII: Reacción al dualismo entre mente y cuerpo
La historia de la reflexión filosófica sobre la relación entre el cuerpo y la mente a partir de Descartes es la historia de los innumerables intentos por escapar del punto muerto cartesiano. Las primeras maniobras de esta clase, como las de Malebranche, Spinoza, Leibniz y los materialistas franceses La Mettrie y Cabanis, fueron formuladas en el contexto de la metafísica, como respuesta directa al dualismo cartesiano. Las perspectivas posteriores, que se originaron en el siglo XIX, necesitaron reconciliar la evidencia alcanzada a partir de la localización de las funciones cerebrales y los desordenes nerviosos funcionales con las teorías prevalecientes en biología y psicología. Estas discusiones reflejan la nueva aceptación del punto de vista de que el cerebro hace el papel de órgano de la mente. A pesar de que estas teorías de las relaciones mente/cerebro -epifenomenalismo, interaccionismo, monismo de aspecto dual [dual-aspect monism] y teoría de la materia mental- fueron formuladas en el contexto de la ciencia, estaban también orientadas a soslayar el punto muerto cartesiano.
Si el mundo natural está radicalmente dividido entre lo mental y lo físico, de modo que lo físico es extenso en el espacio y lo mental no, y si la naturaleza de la causalidad es tal que las causas y efectos deben tener una conexión necesaria y ser de tipo similar, entonces el interaccionismo mente/cuerpo cartesiano es obviamente insostenible. Tal vez el primer intento importante de tratar esta contradicción en la obra de Descartes es lo que se conoce como ocasionalismo. A pesar de que fue precedida e influenciada por Le discernement du corps et de l'ame (1666) de Géraud de Cordemoy (fallecido en 1684), la obra de Nicolás Malebranche (1638-1715) fue probablemente la más influyente del ocasionalismo.
Nacido en París y educado en el colegio de La Marche y en la Sorbona, Malebranche comenzó a leer a Descartes en 1664. Una década después, publicó De la recherche de la vérité en la que argumentó que las dos sustancias de Descartes, mente y cuerpo, no tenían relación causal. Dios era la única causa verdadera. No solo no hay influencia de la mente sobre el cuerpo o del cuerpo sobre la mente, sino que no hay causalidad operativa alguna excepto cuando Dios, la única causa verdadera, interviene para producir las regularidades que ocurren en la experiencia. Así, por ejemplo, cuando una persona quiere mover un dedo, ello sirve de ocasión para que Dios mueva el dedo; cuando un objeto aparece de pronto en el campo de visión de una persona, ello sirve de ocasión a Dios para producir una percepción visual en la mente de la persona.
Un intento alternativo y mucho más duradero para responder al punto muerto cartesiano fue el de Benedictus de Spinoza (1632-1677). Nacido en Amsterdam, Spinoza pasó su vida como pulidor de lentes. Siendo un judío expulsado de la sinagoga por heterodoxia, mantenía pocas relaciones con sus contemporáneos holandeses o judíos y publicó poco durante su vida. Su obra maestra de metafísica, De ethica, apareció en su Opera posthuma, publicada en 1677.
Con el propósito de salvaguardar la noción de Dios como la única causa verdadera sin sacrificar la idea de unaa causalidad operativa tanto en la esfera mental como física, Spinoza abandonó las dos sustancias de Descartes a favor de la que ha llegado a ser llamada teoría del aspecto dual. Las teorías del aspecto dual están basadas en la noción de que lo mental y lo físico son símplemente diferentes aspectos de una única y la misma sustancia. Para Spinoza, la única sustancia era Dios. Aunque estaba de acuerdo con Descartes en que el mundo de la conciencia y el de la extensión estaban cualitativamente separados, Spinoza rechaza el punto de vista cartesiano de que la conciencia y la extensión son dos sustancias finitas a favor de la noción de que son atributos de una única sustancia infinita. Esta sustancia, Dios, es la esencia universal o naturaleza de todo lo que existe.
La consecuencia directa del punto de vista de Spinoza es que mientras los acontecimientos mentales pueden determinar solo otros acontecimientos mentales y los movimientos físicos pueden determinar solo otros movimientos físicos, la mente y el cuerpo sin embargo tienen una coordinación preestablecida, puesto que la misma esencia divina establece las conexiones entre ambas clases y no puede ser autocontradictoria. En la última mitad del siglo XIX, como veremos, las teoría del aspecto dual experimentaran un resurgimiento.
Otra alternativa al interaccionismo cartesiano es el del paralelismo psicofísico. Esta perspectiva mantiene tanto el dualismo entre la mente y el cuerpo como la noción de una correlación regular entre los fenómenos físicos y mentales, pero esquiva cualquier asunción de una conexión causal mente/cuerpo, directa o indirecta. El paralelismo psicofísico esquiva el interaccionismo sobre la base de que fenómentos tan totalmente diferentes como los de la mente y el cuerpo no pueden incidir el uno en el otro. También rechaza el ocasionalismo y la teoría del aspecto dual en base a que ninguna tercera entidad, cualquiera que sea, puede ser responsable de semejantes efectos enormemente diferentes. Los paralelistas símplemente aceptan el hecho de que cada fenómeno mental está correlacionado con un fenómeno físico de tal modo que cuando uno ocurre, también debe producirse el otro.
Un paralelismo de esta forma es usualmente atribuido a Gottfried Wilhelm Leibniz (1646-1716). Historiador, matemático, filósofo, científico y diplomático, Leibniz nació y recibió la mayor parte de su educación en Leipzig. En 1676, después de un periodo en Mainz y cuatro años en París, fue a Hanover, donde pasó el resto de su vida. Corresponsal empedernido, colaborador de publicaciones intelectuales, y creador de manuscritos, la parte más importante de su obra está contenida en cartas, publicadas en forma de artículos, o que quedaron sin publicar a su muerte.
En el Système nouveau de la nature (1695) y en el Eclaircissement du nouveau sisteme (1696), Leibniz presenta la famosa descripción del paralelismo psicofísico en la que adopta una metáfora ocasionalista para sostener el punto de vista de que el alma y el cuerpo existen en una armonía preestablecida. Comparando el alma y el cuerpo con dos relojes que están en perfecto acuerdo, Leibniz argumenta que hay solo tres posibles fuentes para su concordancia. Puede ocurrir por influencia mutua (interaccionismo), a través de los esfuerzos de un experto operario que regule los relojes y los mantenga de acuerdo (ocasionalismo), o en virtud del hecho de que han sido construidos desde el comienzo para que su futura armonía esté asegurada (paralelismo). Leibniz rechaza el interaccionismo porque es imposible concebir partículas materiales pasando de una sustancia a otra y el ocasionalismo por invocar la intervención de un Deus ex machina en la serie natural de los fenómenos. Lo que permanece es el paralelismo -la noción de que la mente y el cuerpo existen en una armonía que ha sido preestablecida por Dios desde el momento de la creación.
3. El siglo XVIII: Mente, materia y monismo
Todos los puntos de vista anteriores, incluso el de Spinoza, hacen alguna distinción entre la mente y el cuerpo. En cuanto se establece esta distinción a cualquier nivel, se origina de inmediato el problema de la relación entre la mente y el cuerpo. Para evitar por completo este problema, es necesario negar cualquier distinción entre la mente y el cuerpo. En el curso de la historia intelectual las negaciones de este tipo han tomado diferentes formas. El inmaterialismo, cuyo más importante representante es George Berkeley (1685-1753) en su A Treatise concerning the Principles of Human Knowledge (1710), niega incluso la posibilidad de la sustancia material sin mente. Para Berkeley, para que algo exista debe ser percibido o ser la actividad de la mente durante la percepción. Desde esta perspectiva, no hay distinción mente/cuerpo porque lo que pensamos como cuerpo es simplemente la percepción de la mente. Aunque Berkeley tuvo pocos partidarios entre sus contemporáneos, el inmaterialismo resurgió a finales del siglo XIX con el aspecto de la teoría de la materia mental.
El materialismo, que data de la antigüedad, mantiene que la materia es lo fundamental. Cualquier cosa que pueda existir, su existencia depende de la materia. En su versión más extremada, el materialismo niega completamente la existencia de fenómenos mentales, un punto de vista que parece tener sus raíces en la concepción cartesiana de los animales como autómatas puramente físicos. De una forma menos extremada, el materialismo considera los fenómenos mentales como causalmente dependientes de los fenómenos corporales, pero no niega su existencia. Este fue el punto de vista presentado un siglo después de Descartes por Julien Offray de la Mettrie (1709-1751).
La Mettrie nació en Bretaña, en la ciudad de Saint-Malo. Después de estudiar medicina en París y en Rheims, trabajó a las órdenes de Hermann Boerhaave en Leiden. En 1745, publicó su primera obra, Histoire naturelle de l'ame. El clamor público contra su materialismo -exacerbado por la publicación de una imprudente sátira médica- llevó a La Mettrie a autoexiliarse en Holanda. Allí, en 1748, publicó L'homme machine, una prolongación del concepto de autómata de Descartes de los animales al hombre. Con L'homme machine, La Mettrie logró poner a prueba incluso la paciencia del liberal clero holandés. El libro fue públicamente quemado y La Mettrie se vió obligado a buscar la protección de Federico el Grande en Berlín. Allí, hasta su muerte en 1751, continuó publicando sobre diversos temas, normalmente de una manera calculada para enfurecer a sus enemigos.
Por varios motivos, L'homme machine fue una obra demoledora. Aunque argumentaba a partir de la idea de la uniforme dependencia material de los estados del alma en los estados del cuerpo, mantenía un inconfundible tono antimetafísico. Como Vartanian (1967) señala, en La Mettrie "la visión naturalista del hombre... es presentada principalmente como una hipótesis general heurística necesaria para el estudio positivo de la conducta, sin la necesidad de ser sentida... para hacer los procesos mentales reductivamente idénticos a sus causas psicológicas" (pág. 380). Además, L'homme machine introduce la noción crítica de que la conciencia y los procesos voluntarios son solo distinguidos a partir de actividades involuntarias e instintivas por medio de la relativa complejidad de su substrato mecánico. Al desarrollar este punto, La Mettrie fue más allá del mecanicismo estático de Descartes para concebir la máquina viva como un sistema con propósitos, autónomo y dinámico.
A pesar de ser vilipendiado en su propio tiempo, la influencia -frecuentemente no reconocida- de La Mettrie se mantuvo viva durante varios años en los círculos intelectuales franceses. Pierre Jean Georges Cabanis (1757-1808) es uno de los que están más en deuda con las ideas de La Mettrie. Efectivamente, Cabanis, el más ardiente materialista de la Ilustración francesa, llevó el naturalismo de La Mettrie a su extremo lógico en sus Rapports du physique et du moral de l'homme (1802), donde argumentó que "para tener una acertada idea de las operaciones de las que resulta el pensamiento, es necesario considerar al cerebro como un órgano especial diseñado especialmente para producirlo, como el estómago y los intestinos están diseñados para realizar la digestión, (y) el higado para filtrar la bilis...".
4. El siglo XIX: Mente y cerebro
Según avanzaba el siglo XIX, el problema de la relación entre la mente y el cerebro fue cada vez más apremiante. Era tan profunda la preocupación por las relaciones mente/cerebro que es difícil encontrar un texto sistemático escrito antes de 1860 que no contuviera alguna discusión sobre el tema. Esta preocupación está directamente reflejada en los dos temas que convergen para obligar a filósofos y psicólogos a enfrentarse con la cuestión central del problema mente/cuerpo. El primero de ellos es el progreso en el conocimiento de la localización de las funciones cerebrales, basado en la idea de que el cerebro sirve como órgano de la mente. El segundo concierne a la progresiva familiaridad con la tesis de que los fenómenos mentales -creencias, sugestiones mentales, estados de trance mesmérico, traumas psíquicos, etc.- producen algunas veces alteraciones radicales en el estado del cuerpo. Este cambio se suscitó como consecuencia del progreso en la comprensión de la naturaleza de los desórdenes nerviosos funcionales. Antes de continuar, describiremos brevemente algunas de las más importantes perspectivas mente/cerebro establecidas en respuesta a estas tendencias.
A pesar de que las teorías sobre la relación mente/cuerpo que predominaron en el siglo XIX -epifenomenalismo, interaccionismo, monismo de aspecto dual y teoría de la materia mental- fueron formuladas, como sus predecesoras, en el contexto de las ciencias, estaban tratando de resolver las complejidades metafísicas del punto muerto cartesiano. No es sorprendente, en consecuencia, que estas perspectivas se desarrollaran en su mayor parte como variaciones de temas ya tratados anteriormente.
En 1870, el filósofo inglés Shadworth Holloway Hodgson (1832-1912) publicó una obra en dos volúmenes titulada The Theory of Practice. En ella aportaba la primera exposición moderna del punto de vista denominado epifenomenalismo. Descartes, por supuesto, había concebido la idea de que los animales eran simplemente autómatas físicos privados de estados mentales, una noción que implicaba que un mecanismo neural completamente autosuficiente podía producir aparentemente actos inteligentes complicados. En La Mettrie y, más tarde, en Cabanis, esta opinión se extendió hasta los seres humanos, pero de forma moderada ya que sólo la eficacia causal y no la existencia actual de los estados mentales era negada. Desde esta perspectiva los materialistas franceses se anticipaban a Hodgson. En The Theory of Practice, Hodgson argumentaba que los sentimientos, a pesar de su intensidad, no tenían eficacia causal en absoluto. Comparando los estados mentales para los colores de la superficie de un mosaico de piedra y los fenómenos neurales para las piedras que los sustentan, Hodgson afirmaba que tal como las piedras están en su sitio sosteniendose unas a otras y no por los colores que ellas sustentan, los fenómenos del sistema nervioso forman una cadena autónoma independiente que acompaña a los estados mentales. Los estados mentales están presentes solo como "epifenómenos", incapaces de afectar de igual modo el sistema nervioso.
Este punto de vista fue posteriormente retomado, popularizado y situado en un marco evolucionista por Thomas Henry Huxley (1825-1895). En 1874, en un discurso en Belfast en la British Association for the Advancement of Science, Huxley presentó uno de los artículos más citado e influyente de este periodo, "On the hypothesis that animals are automata, and its history" En él, Huxley sugería que los estados de conciencia son solamente el efecto de aquellos cambios moleculares en la sustancia cerebral que alcanzaban el grado requerido de organización. Los animales, por consiguiente, eran "autómatas conscientes".
En el mismo año, apareció otra obra, Principles of Mental Physiology de William Benjamin Carpenter (1813-1885), que adoptaba una posición diametralmente opuesta al epifenomenalismo de Hodgson y Huxley sobre la relación mente/cuerpo. Carpenter era un físico británico que había recibido su formación como médico en Bristol, en el University College de Londres y en Edimburgo. En 1845 asumió la cátedra de Fisiología en la Royal Institution y desde 1856 a 1879 fue archivero en la University of London. Principles of Mental Physiology contenía el interaccionismo más exhaustivo producido en el siglo XIX:
"Nada puede ser más cierto, escribió Carpenter, que la forma primordial de la actividad mental -la conciencia de las sensaciones- se despierta a través de instrumentos fisiológicos. Una cierta impresión física se produce, por ejemplo, por medio de la formación de una imagen luminosa en la retina del ojo... La luz excita la fuerza nerviosa y la transmisión de esta fuerza nerviosa excita la actividad de esta parte del cerebro que es el instrumento de la conciencia visual. No sabemos nada actualmente acerca del modo en que el cambio físico así producido en el sensorio es trasladado (por así decir) al cambio físico que llamamos ver un objeto cuya imagen estaba formada en nuestra retina, pero somos igualmente ignorantes del modo en que la luz produce cambios químicos... Todo lo que podemos decir es que hay una estrecha sucesión de secuencias -como hay una estrecha relación entre el antecedente y el consecuente- en un caso y en el otro".
Inversamente, "puede mostrarse la existencia de una correlación semejante entre los estados mentales y la clase de fuerza nerviosa que llamaremos en adelante movimiento a través del aparato muscular... cada clase de actividad mental -sensorial, instintiva, emocional, ideacional y volitiva-, puede expresarse por sí misma en movimientos corporales... Así como una batería galvánica perfectamente construida es inactiva cuando el circuito es "interrumpido", así llega a ser activo en el instante en que el circuito es "cerrado", como hace una sensación, una tendencia instintiva, una emoción, una idea o una volición, que alcanza una intensidad adecuada para "cerrar" el circuito, liberar la fuerza nerviosa con la que una cierta parte del cerebro... está ya cargada" (pp. 12-14).
Desafortunadamente, en los 241 años que separan el De homine de Descartes de los Principles of Mental Physiology, de Carpenter, se habían hecho pocos progresos para eliminar la objeción primordial contra el interaccionismo. En las palabras frecuentemente citadas de John Tyndall (1871), "el paso de la física del cerebro a los hechos correspondientes de la conciencia es inconcebible. A pesar de que un pensamiento concreto y una acción molecular definida en el cerebro sucedan simultáneamente, no poseemos el órgano intelectual, ni aparentemente ningún rudimento de este órgano, que nos permita pasar, por un proceso de razonamiento, del uno al otro" (págs. 119-120). Desde entonces ésta objeción puede ser utilizada eficazmente contra el epifenomenalismo, que sólo consigue librarsede la mitad del problema del interaccionismo, por lo que otros pensadores del siglo XIX volvieron, como sus predecesores, al monismo como último recurso. Dos de los monismos mas influyentes de este periodo, ambos teorías del aspecto, fueron el monismo de aspecto dual [dual-aspect monism] y la teoría de la materia mental [mind-stuff theory].
El monismo de aspecto dual fue producto del cerebro de George Henry Lewes (1817- 1878). Nacido en Londres, Lewes fue una de las mentes más versátiles y brillantes de su siglo. Escritor, actor, biólogo, filósofo y psicólogo, sus intereses abarcaban una asombrosa colección de temas. Fue autor de la muy leida Biographical History of Philosophy (1845/1846). Su Physiology of Common Life (1859/1860) convirtió al joven Pavlov al estudio de la fisiología, y su obra en cinco volúmenes Problems of Life and Mind (1874/1879) constituyó la más importante contribución a la psicología de su época.
En The Physical Basis of Mind, que era el tercer volumen de Problems of Life and Mind, Lewes expuso la moderna formulación de la clásica teoría del aspecto dual, dual-aspect monism. Al presentar su teoría, Lewes llegó más allá que las teorías de sus predecesores, complementando la noción de aspecto dual con un punto de vista que ha llegado a ser llamado monismo neutral. El monismo neutral incluye la pretensión de que sólo existe una clase de "materia" y que la mente y el cuerpo se diferencian solo en la configuración de esta materia o en la perspectiva desde la que es aprehendida.
Tomando prestada una metáfora de Fechner, Lewes caracterizó la relación de la mente con el cuerpo como una curva que mantiene su identidad como una línea simple aún cuando esté caracterizada en cada punto por la concavidad y la convexidad. Los procesos mentales y físicos, en otras palabras, son simplemente aspectos diferentes de una única y la misma serie de fenómenos psicofísicos. Cuando se ven desde un punto de vista subjetivo (p.e. cuando alguien está pensando), la serie psicofísica es mental; cuando se ven desde un punto de vista objetivo (p.e. cuando alguien observa lo que sucede en el cerebro pensante de una persona) es físico.
En los argumentos a favor de su teoría del aspecto dual, sin embargo, la innovación de Lewes no se limitaba en absoluto a su monismo neutral. Llegó a sostener que las descripciones mentales y físicas empleaban términos que no eran intercambiables. La experiencia visual de un enorme elefante no podía ser adecuadamente descrita a través de las expresiones que caracterizan las leyes de la luz o los mecanismos del sistema nervioso. Los términos mentales, en otras palabras, no podían ser reemplazados por términos físicos. Haciendo esta afirmación, Lewes transfirió el dominio del discurso de la metafísica al lenguaje y proporcionó el que es desde entonces el mejor argumento contra el reduccionismo extremo y la sustitución de la psicología por la fisiología.
La teoría de la materia mental, que es lógicamente similar al monismo de aspecto dual de Lewes, implica un cierto número de ideas relacionadas. La primera es que las propiedades superiores de la mente, como el juicio, el razonamiento, la volición o el flujo continuo de la conciencia, están compuestas de elementos mentales (trozos de materia mental) que no manifiestan en ellos mismos estas propiedades superiores. La segunda es que incluso los elementos materiales más básicos poseen un pequeño trozo de materia mental tal que cuando esos elementos están combinados, la materia mental está combinada de modo semejante. Así, por ejemplo, cuando las moléculas llegan a estar juntas en un nivel de complejidad suficiente para formar un cerebro y un sistema nervioso, la materia mental correlativa forma la conciencia. Y, por último, en oposición al monismo de aspecto dual de Lewes, que concibe tanto la mente y la materia como los dos aspectos de una sustancia neutral, la teoría de la materia mental toma una posición de monismo físico, argumentando que el mundo material es nada más que un aspecto bajo el cual la mente es aprehendida.
5. Mente, cerebro y adaptación: la localización de las funciones cerebrales
Según avanzaba el siglo XIX, el problema de la relación entre la mente y el cerebro se convirtió en una cuestión especialmente crucial tanto para los fisiólogos y como para los psicólogos, que empezaban a prestar atención al estudio de la naturaleza y localización de las funciones cerebrales. De un modo difuso y general, la idea de localización cerebral ha sido utilizada desde la antigüedad. Una noción de "alma" globalmente relacionada con el cerebro, por ejemplo, puede ser encontrada en la obra de Pitágoras, Hipócrates, Platón, Erasístrato y Galeno, entre otros. Los fisiologos neumáticos de la Edad Media pensaban que las capacidades mentales estaban localizadas en el fluido de los ventrílocuos. Sin embargo, cuando expiró la creencia en los espíritus animales, también lo hizo la hipótesis ventricular, y en 1784, cuando Jiri Prochaska publicó su De functionibus systematis nervosi, el interés se había trasladado hacia el tronco cerebral y el cerebro.
A pesar de este temprano interés, la doctrina de la localización cerebral própiamente dicha -la noción de que los procesos específicamente mentales están correlacionados con regiones discretas del cerebro- y el intento de establecer la localización por medio de la observación empírica fueron esencialmente logros del siglo XIX. Los primeros pasos decisivos hacia estos fines pueden encontrarse en la obra de Franz Josef Gall (1758- 1828). Gall nació en Baden y estudió medicina en Estrasburgo y Viena, donde recibió su graduación en 1785. Impresionado desde que era niño por la aparente correlación entre el talento fuera de lo común de sus amigos y las espectaculares variaciones de la apariencia facial y craneal, Gall se determinó a desarrollar un nuevo método craneoscópico de localización de las facultades mentales. Su primera disertación pública sobre craneoscopia data de 1796 aproximadamente. Desafortunadamente, sus disertaciones despertaron casi inmediatamente la oposición por sus fundamentos presumiblemente materialistas y en 1805 se vió obligado a dejar Viena. Después de dos años de viaje, llegó a París acompañado de su colega Johann Gaspar Spurzheim (1776-1832). En 1810, Gall y Spurzheim publicaron el primer volumen de Anatomie et physiologie du système nerveux en général, la más importante contribución de Gall a la neuroanatomía y la primera manifestación importante de su craneoscopia.
La esencia del método de Gall de localización pone en correlación las variaciones del carácter con las variaciones de los signos externos craneológicos. La validez de su metodología depende de tres conjeturas decisivas: que el tamaño y la forma del cráneo refleja el tamaño y la forma de las partes subyacentes del cerebro, que las capacidades mentales eran innatas y fijas y que el relativo nivel de desarrollo de una capacidad innata era un reflejo del tamaño del órgano cerebral heredado. Sobre estos supuestos, la correlación observada entre una capacidad particular bien desarrollada y un área particularmente prominente del cráneo puede ser interpretada como evidencia de la localización cerebral de esa capacidad en la parte correlativa del cerebro.
Aunque el enfoque correlacional de Gall fue eventualmente abandonado a favor de la experimentación y su concepción de unas facultades fijas e innatas fue reemplazado por una perspectiva dinámica y evolucionista del desarrollo mental y fue rechazada su suposición fundamental sobre las relaciones entre el cerebro y la conformación craneal, sería un serio error subestimar su importancia en la historia de la localización funcional. Las suposiciones de Gall pueden haber sido defectuosas y sus seguidores pueden haber llevado sus ideas a extremos dogmáticos, pero no había ninguna equivocación en su lógica científica o en el riguroso empirismo de su intento de correlacionar las aptitudes observables con lo que él creía que eran índices observables del cerebro.
En realidad, fue Gall quien puso los cimientos para las bases biológicas de la psicología funcional adelantándose a su tiempo. Al postular un conjunto de rasgos mentales innatos a través de la forma del órgano cerebral abandonó la perspectiva extrema de la tabula rasa de los sensistas como Condillac. Gall intentó sustituir las normativas exclusivamente intelectuales de los sensistas por facultades definidas en términos de actividades cotidianas de la vida diaria que se adaptaban al entorno circundante y variaban entre los individuos y entre las especies. Sustituyó la especulación sobre la clasificación de las funciones y las unidades anatómicas apropiadas por la observación objetiva.
Incluso el más tenaz oponente de Gall, Marie-Jean-Pierre Flourens (1794- 1867), tuvo el gusto de admitir que fue Gall el primero que, en virtud de su detallada evidencia de la correlación entre la variación en la función y la variación presente en el cerebro, estableció completamente la opinión de que el cerebro sirve como órgano de la mente. En casi todos los otros aspectos, sin embargo, Flourens era muy crítico con Gall. Casi un niño prodigio, Flourens se matriculó en la famosa Facultad de Medicina de Montpellier cuando sólo tenia 15 años y recibió su graduación como médico antes de cumplir los 20. Poco después, cuando Gall estaba en el cenit de su carrera en París, Flourens llegó a la capital. Gracias a su obra de 1824, Recherches expérimentales sur les propriétés et les fonctions du système nerveux, fue elegido miembro de la Academia de Ciencias, de la que andando el tiempo ocupó el cargo de secretario perpetuo, llegando a ser una de los más influyentes personajes científicos de Francia.
En Recherches expérimentales, Flourens aportó la primera demostración experimental de la localización de funciones en el cerebro. Mientras los investigadores anteriores habían lesionado el cerebro mediante una trepanación que hacía imposible localizar deterioros o rastros hemorrágicos con seguridad, Flourens descubrió y aisló por completo qué porción del cerebro debía ser extraida. Poniendo cuidado en minimizar el trauma causado por la operación y sus complicaciones posteriores, empleó la ablación para localizar un motor central en la médula oblonga y la estabilidad y la coordinación motora en el cerebelo. A pesar de que su terapia de la sensación era más bien confusa, en 1824, en la misma época en que apareció la segunda edición de las Recherches expérimentales (1842), Flourens desarrolló una clara distinción entre sensación y percepción (tratando la percepción como la apreciación del significado de una sensación) y localizó la función sensorial en varias estructuras subcorticales asociadas.
Respecto al cerebro, sin embargo, los resultados fueron bastante diferentes. El corte completo de los hemisferios producía un daño difuso en todas las funciones mentales superiores -la percepción, el intelecto y la voluntad-, variando el daño en función de la extensión y no de la localización de la lesión. Si permanecían los tejidos adecuados, la función podía ser restaurada, pero la ablación total conducía a una pérdida permanente de la función. A partir de estos resultados, Flourens concluyó que mientras las funciones sensoriomotoras están diferenciadas y localizadas subcorticalmente, las funciones mentales superiores tales como la percepción, la voluntad y el intelecto, están extendidas por todas las partes del cerebro, operando en conjunto como un único factor y con la totalidad del cerebro funcionando de modo unitario como su "lugar exclusivo".
Desafortunadamente, como Gall mismo observó (1822/1825), el procedimiento de Flourens "mutila todos los órganos a la vez, debilitándolo todo, extirpandolo todo a la vez" (ENG: VI, pp. 165-166). La ablación por sucesivos cortes no era un método satisfactorio para el descubrimiento de la localización cerebral. La sólida creencia filosófica en un alma unitaria y en una mente indivisible, unida a la disposición acrítica de generalizar los resultados alcanzados a partir de organismos inferiores a los seres humanos, condujeron a Flourens a atacar los esfuerzos de Gall para localizar y formular una teoría de la homogeneidad cerebral que, de hecho, anticipaba el concepto posterior de Lashley (1929) sobre la equipotencialidad de la masa-acción y la cortical. Al extender la distinción sensoriomotora de la neuraxis desde las raices espinales de Bell y Magendie, Flourens se desentendió de los hemisferios cerebrales. Desde su punto de vista, el cerebro era el órgano de una mente unitaria, y, por implicación, no podía ser funcionalmente diferenciado.
Antes de que el córtex pudiera ser interpretado en términos sensoriomotores, los fundamentos intelectuales habían sido preparados y los instrumentos técnicos desarrollados. Las exigencias intelectuales para este logro exigían el abandono del enfoque de una facultad fija para la mente a favor del equilibrado asociacionismo sensoriomotor evolucionista y una apreciación de las implicaciones funcionales de la enfermedad cerebral. Los requisitos técnicos eran el desarrollo de una técnica de exploración eléctrica de la superficie del córtex. Los progresos intelectuales llegaron a través de Alexander Bain y Herbert Spencer y los descubrimientos neuropatológicos de Pierre Paul Broca. El avance técnico, para el desarrollo y uso de la estimulación eléctrica, fue empleado por primera vez por Gustav Fritsch y Eduard Hitzig.
Alexander Bain (1818-1903) nació, fue educado y murió en Aberdeen, Escocia. Después de recibir el grado de Master of Arts en el Marischal College en 1840, ingresó en la facultad en filosofía mental y moral. En 1860 fue elegido para la cátedra de lógica en la recien creada Universidad de Aberdeen donde permaneció hasta su retiro. Durante estos años, Bain escribió una interesante aunque poco leida crítica de la frenología, On the Study of Character, Including an Estimate of Phrenology (1861), y un valioso examen de las opiniones en torno al problema mente/cuerpo, Mind and Body. The Theories of Their Relation (1873). Es, sin embargo, en su psicología general donde debemos buscar su más importante contribución al clima intelectual, origen de la primera demostración específica de la localización cortical de la función sensoriomotora. Esta contribución consiste en el asociacionismo sensoriomotor que puso en marcha en The Senses and the Intellect y The Emotions and the Will, publicadas por primera vez en 1855 y 1859 respectivamente y revisadas en cuatro ediciones entre 1894 y 1899.
La obra de Bain marca un punto decisivo en la historia de la psicología asociacionista. Antes de Bain, el compromiso de los asociacionistas con la experiencia como la fuente primaria y única de conocimiento llevó a descuidar el movimiento y la acción a favor del análisis de la sensación. Incluso cuando el movimiento era explícitamente incluido en las explicaciones asociacionistas, como por ejemplo en el caso de Thomas Brown, era el lado sensorial del movimiento, el "músculo sintiente" más bien que la acción adaptativa lo que reclamaba su atención. Bain, inspirándose en exceso en Müller, aportó la nueva fisiología del movimiento en conjunción con una explicación asociacionista de la mente. Young (1970) ha resumido el punto de vista de Bain así:
"La acción es una propiedad más íntima e inseparable de nuestra constitución que cualquiera de nuestras sensaciones, y de hecho entra como parte componente en cada uno de nuestros sentidos, dándoles el carácter de compuestos..." (Bain, 1868, p. 59). "Los movimientos espontáneos son un rasgo de la actividad nerviosa precedente e independiente de las sensaciones. Las conexiones adquiridas de movimientos espontáneos con el placer y el dolor consecuente en ellos, educan al organismo tanto como sus antiguos movimientos aleatorios... (están) adaptados a los fines y propósitos. Bain define la volición como éste compuesto de movimientos espontáneos y sentimientos. La coordinación de los impulsos motores en definidos movimientos propositivos resulta de la asociación de las ideas con ellos" (p. 115).
Dentro de la psicología asociacionista hubo ideas revolucionarias que, junto a las concepciones evolucionistas de Spencer, pavimentaron el camino que conduciría a la posterior psicología funcionalista de la conducta adaptativa; y, como veremos, aportaron el contexto intelectual para una explicación sensoriomotora de las bases psicológicas de las funciones mentales superiores. Irónicamente, sin embargo, éste fue un paso que el propio Bain había sido completamente incapaz de dar. Impresionado, como todos sus antecesores, por la ausencia de irritabilidad mostrada por el córtex cuando era pinchado o cortado, Bain aceptó la distinción tradicional "entre los hemisferios y el conjunto de los ganglios y centros situados entre ellos" (pp. 53-54). Cualquiera que fuera la función del cerebro, estaba claro para Bain que no podía ser sensoriomotora.
En 1855, el mismo año en el que Bain publicó The Senses and the Intellect, apareció en Inglaterra una obra aún más revolucionaria. The Principles of Psychology de Herbert Spencer (1820-1903) ofreció a los estudiosos del cerebro un asociacionismo evolucionista y un concepto afín de la localización cerebral que dio ímpetu y dirección a la obra de John Hughlings Jackson y a través de Jackson a la de David Ferrier.
Spencer nació en Derby, Inglaterra y fue autodidacta en gran medida. A la edad de 17 años, empezó a trabajar en los ferrocarriles pero dejó esta ocupación en 1848 para trabajar primero como editor y luego como escritor independiente y crítico. En An Autobiography (1904), Spencer nos dice que, ya a la edad de 11 o 12 años, asistía a las lecciones de Spurzheim, quien le convirtió en seguidor de la frenología durante varios años . Ciertamente, muy temprano, hacia 1846, antes de desarrollar su escepticismo hacia la frenología que le conduciría al abandono del proyecto, Spencer, había diseñado un cefalógrafo con el propósito de conseguir medidas craneales más fiables.
En 1850, como resultado de su amistad con George Henry Lewes, Spencer empezó a leer A Biographical History of Philosophy (1845/1846) de Lewes. En muy poco tiempo, se encontró tan absorbido en el tema que decidió hacer una contribución propia a la filosofía en la forma de una introducción a la psicología. En 1855, aparecieron los Principles of Psychology de Spencer. Es un libro complejo y difícil, apenas una introducción al tema y, como The Senses and the Intellect de Bain, marcó un jalón en la historia de la psicología. Mientras Bain había unido el movimiento a las sensaciones del asociacionismo, llegando al primer resumen completo del punto de vista asociacionista sensoriomotor, Spencer llegó incluso más lejos y fundamentó la psicología en la biología evolucionista.
En particular, Spencer puso de relieve tres principios evolucionistas básicos que transformaron su visión previa sobre la mente y el cerebro en otra en la que las localizaciones corticales de las funciones eran un simple corolario lógico. Así lo hizo, apoyándose en el trabajo de Hughlings Jackson sobre la concepción evolucionista del sistema nervioso y la extensión de la hipótesis organizacional sensoriomotora al cerebro.
Los principios clave de Spencer son: adaptación, continuidad y desarrollo.
Como Gall, Spencer veía la psicología como una ciencia biológica de adaptación. "Todas aquellas actividades, corporales y mentales, que constituyen nuestra idea ordinaria de la vida... (tanto como) aquellos procesos de desarrollo por medio de los cuales el organismo es conducido a una aptitud general para aquellas actividades" (pág. 375) consisten simplemente en "el continuo ajuste de las relaciones internas a las relaciones externas" (pág. 374). Ni las asociaciones entre las ideas internas, por ejemplo, ni las relaciones entre los fenómenos externos, sino sólo el creciente ajuste de la relaciones del interior al exterior puede encontrarse en el centro de la psicología. En realidad, para Spencer, los fenómenos mentales son definidos como adaptaciones, "incidentes de la correspondencia entre el organismo y su entorno" (p. 584).
Junto a la adaptación, la continuidad y el desarrollo eran las ideas centrales de Spencer. El desarrollo consiste en un cambio desde la homogeneidad a la heterogeneidad, desde la relativa unidad e indivisibilidad a la diferenciación y la complejidad. De acuerdo con el principio de continuidad, la vida y sus circunstancias existen en todos los niveles de complejidad y correspondencia. El nivel de la vida varía continuamente con el grado de correspondencia; ninguna demarcación radical separa un nivel del siguiente. Así, la vida mental y física son simplemente especies de vida en general, y lo que llamamos mente se desarrolla continuamente desde la vida física -los reflejos a partir de las irritaciones, instintos a partir de reflejos combinados y vida consciente y procesos mentales superiores a partir de los instintos- coexistiendo en diversos niveles de complejidad.
Las implicaciones de estas concepciones evolucionistas para la hipótesis de la localización cortical de las funciones es clara. El cerebro es el sistema físico más altamente desarrollado que conocemos y el córtex es el nivel más desarrollado del cerebro. De modo que debe ser heterogéneo, diferenciado y complejo. Aún más, si el córtex es un continuo desarrollo de estructuras subcorticales, los principios sensoriomotores que gobiernan las localizaciones subcorticales deben apoyarse también en el córtex. Por último, si los procesos mentales superiores son el producto final de un proceso continuo de desarrollo desde la simple irritación a través de los reflejos y los instintos, no hay justificación alguna para establecer una sutil distinción entre la mente y el cuerpo. La dicotomía mente/cuerpo que durante dos siglos ha mantenido la noción de que el cerebro, funcionando como el asiento de los procesos mentales superiores, debe funcionar de acuerdo con principios radicalmente diferentes de los de la descriptiva función nerviosa subcerebral, debía ser abandonada.
Aunque estas ideas estaban siendo elaboradas más completamente por Hughlings Jackson, está muy claro que ya en 1855 Spencer estaba bien informado de las implicaciones de sus conceptos de continuidad y desarrollo para la localización cerebral. En los Principles, escribió que las verdades generales de su ciencia, pueden resistir mucho tiempo la convicción de que diferentes partes del cerebro sirven a diferentes clases de acción mental. "La localización de funciones es la ley de cualquier organización... Cada haz de fibras nerviosas y cada ganglio, tiene una función especial... ¿Puede ser, entonces, que en los grandes ganglios hemisféricos aislados, esta especialización de funciones no se cumpla?" (pp. 607-608).
Con los fundamentos aportados por el asociacionismo sensoriomotor de Bain y la psicofisiología de Spencer, lo único que era necesario para superar el último obstáculo para extender la perspectiva sensoriomotora al córtex era el impulso proporcionado por los espectaculares descubrimientos de la investigación y las nuevas técnicas experimentales. En el periodo entre 1861 y 1876, Broca, Fritsch y Hitzig, aportaron los primeros descubrimientos y técnicas cruciales; Jackson, fuertemente influenciado por Spencer y Bain, aportó la extensión del paradigma sensoriomotor al córtex, y Ferrier, influenciado por Bain y Jackson, puso remate experimental a la doctrina clásica de la localización cortical
Paul Broca (1824-1880) nació en Sainte-Foy-La-Grande, en la región francesa de Dordoña, y estudió medicina en el Hôtel Dieu de París. El interés que le despertó durante toda su vida la antropología física le llevó a ser uno de los primeros miembros de la Société d'Anthropologie y a fundar la Revue d'anthropologie y el Departmento de Anthropología en la Universidad de Paris. El 4 de Abril de 1861, en una reunión de la Société d'Anthropologie, Broca estaba sentado entre el público cuando Ernest Aubertin presentó un informe citando varios estudios de casos extraordinarios para argumentar sobre la localización cerebral del lenguaje articulado.
Aubertin era alumno y yerno de Jean Baptiste Bouillaud, una poderosa y distinguida figura de los círculos científicos parisinos, alumno de Gall y miembro fundador de la Sociedad Frenológica. Ya en 1825, Bouillaud había publicado un artículo en el que empleaba evidencias clinicas para apoyar el punto de vista de Gall de que la facultad del lenguaje articulado reside en los lóbulos anteriores del cerebro. Casi 40 años después, frente a una considerable oposición, Bouillaud había triunfado manteniendo viva la hipótesis de la localización cerebral. Así, Aubertin era simplemente continuador de la tradición de su suegro cuando afirmó su convicción en la localización cerebral incluso en el caso singular de que la pérdida del habla se hubiera producido sin lesión frontal.
Intrigado, Broca decidió responder al desafío de Aubertin. Una semana después, un paciente hemipléjico y mudo, M. Legorgne ("Tan"), murió de gangrena en el pabellón quirúrgico de Broca. En Remarques sur le siége de la faculté du langage articulé, suivies d'une observation d'aphemie (perte de la parole), publicado en 1861 en Bulletins de la société anatomique de Paris, Broca presentó una relación detallada de su examen post mortem del cerebro de Tan. Lo que había encontrado, por supuesto, era una lesión superficial en el lóbulo frontal izquierdo, descubrimiento confirmado pocas semanas después por otro caso en el que el examen post mortem revelaba una lesión similar.
Aunque ni la concepción de una facultad del lenguaje articulado ni tampoco la noción de su localización en la parte anterior del cerebro eran especialmente novedosas en 1861, Broca aportó un descubrimiento que animó a la opinión científica a considerar la hipótesis de la localización. El detalle de la explicación de Broca, el hecho de que había ido específicamente en busca de evidencias para los pacientes con pérdida del habla más bien que emplear casos post hoc como soporte de la localización, su uso de lo patológico más bien que el método craneológico, su atención a la topografía convolucional de los hemisferios cerebrales, y, tal vez lo más importante, el hecho de que los tiempos estaban maduros para tal demostración; todo ello, contribuyó a la sensación instantánea creada por los descubrimientos de Broca. Ahora todo lo que se necesitaba era una técnica para la exploración experimental de la superficie de los hemisferios, y esta técnica fue la contribución conjunta de Gustav Theodor Fritsch (1838-1927) y Eduard Hitzig (1838-1907).
En 1870, en los Archiv für Anatomie, Physiologie, und wissenschaftliche Medicin, Fritsch y Hitzig publicaron un artículo clásico que no solo aportó la primera evidencia experimental de la localización cortical de las funciones sino que, con un golpe singular, superaron la antigua objeción a la localización basada en la idea de que los hemisferios fracasaban en mostrar la irritabilidad. Empleando la estimulación galvánica en el cerebro del perro, Fritsch y Hitzig aportaron la evidencia concluyente de que definidas áreas del cortex están implicadas en los movimientos de las extremidades contralaterales y que la ablación de estas mismas áreas llevaba al desfallecimiento de estas extremidades. Sus descubrimientos establecieron la electrofisiología como el método preferente para la exploración experimental de la localización cortical de las funciones y demostró la participación de los hemisferios en la función motora.
Aproximadamente en la misma época, en Inglaterra, John Hughlings Jackson (1835-1911) llegó a la misma perspectiva sensoriomotora de la función hemisférica por un camino diferente. Hughlings Jackson nació en Providence Green, Green Hammerton, Yorkshire, Inglaterra. Comenzó a estudiar medicina como aprendiz en York y completó su formación en la Medical School of St. Bartholomew's Hospital en Londres y en la Universidad de St. Andrews. Entre los varios cargos que ocupó en el hospital, tal vez el más importante fue como médico en el Hospital Nacional para Paralíticos y Epilépticos en Queen Square. Sus contribuciones a la neurología y a la psicología están dispersas en varias publicaciones entre 1861 y 1909. Varios de los más importantes artículos han sido recogidos en los dos volúmenes de Selected Writings of John Hughlings Jackson, editado por James Taylor (1931/1932).
Aunque las contribuciones específicas de Jackson a nuestra comprensión de la etiología, desarrollo y tratamiento de los desórdenes neurológicos desde la afasia y la corea hasta la epilépsia y el vértigo fueron de una importancia excepcional, fue su concepción evolucionista de la localización de la función sensoriomotora en el cerebro lo que tuvo más influencia para la psicología. Esta concepción estaba, por supuesto, desarrollada bajo la inspiración de Spencer. Así lo describe Young (1970): Los pruncipios de Spencer de continuidad y evolución suministraron a Jackson de un singular y consistente conjunto de variables para especificar los elementos fisiológicos y psicológicos de los que se componen la experiencia, el pensamiento y la conducta: sensaciones (o impresiones) y movimientos. Todos los fenómenos mentales complejos están hechos con estos simples elementos, desde el más simple reflejo a los más sublimes pensamientos y emociones. Todas las funciones y facultades pueden ser explicadas en estos términos (p. 199).
El artículo de Jackson, "On the anatomical & physiological localisation of movements in the brain", publicado en el Lancet en 1873, es representativo de una serie de artículos que dedicados a la concepción sensoriomotora durante este periodo. En un prefacio interesante y revelador en un folleto de 1875, Clinical and Physiological Researches on the Nervous System, que reeditaba el artículo de 1873, Jackson describe el trasfondo para la hipótesis tal como se desarrolla en su propia obra, casi como si estuviera intentando establecer su prioridad. Amigo de citarse a sí mismo, Jackson reimprime una nota al pie de un artículo de 1870 , "The study of convulsions", que resume sus puntos de vista:
"Es afirmado por algunos que el cerebro es el órgano de la mente, y que no es un órgano motor. Algunos piensan que el cerebro puede ser comparado a un instrumentista, y los centros motores al instrumento -una parte para las ideas y otra para los movimientos. Puede, entonces, preguntarse, ¿Cómo puede la descarga de parte de un órgano mental producir sólo síntomas motores?... ¿De qué 'sustancia' puede estar compuesto el órgano de la mente, a no ser de procesos que representan movimientos e impresiones...? ¿Creemos que el hemisferio está construido sobre un proyecto fundamentalmente diferente al de la región motora?... seguramente la conclusión irresistible es que los síntomas 'mentales... son debidos a la falta o al desarrollo desordenado de los procesos sensoriomotores" (p. xi-xii). Así, a comienzos de 1870, Jackson había desarrollado completamente una concepción general de la organización funcional del sistema nervioso. En palabras de Young (1970), ésto "constituye la última etapa de la integración de la psicología asociacionista con la fisiología sensoriomotora... (e) implica un rechazo explícito del... trabajo que había impedido un punto de vista unificado: la formulación de la facultad de Broca, y la poca voluntad de Flourens, Magendie, Müller y otros en tratar al órgano de la mente -los centros superiores- en términos fisiológicos consistentes" (p. 206). En la obra de Jackson el análisis teórico de la localización cerebral alcanzaba su máximo grado de desarrollo en el siglo XIX. En las investigaciones sistemáticas y experimentales de su amigo y colega, David Ferrier (1843-1928), estos análisis fueron confirmados.
Ferrier nació y fue educado en Aberdeen, Escocia, donde fue alumno de Alexander Bain. Estimulado por Bain, viajó a Heidelberg en 1864 para estudiar psicología. Durante este periodo, vivían en Heidelberg Helmholtz y Wundt. Wundt había completado recientemente (1862) Beiträge zur Theorie der Sinneswahrnehmung que contenía la primera declaración programática de su psicología fisiológica y Ferrier debía estar sin duda de acuerdo con los puntos de vista de Wundt.
A su regreso, Ferrier completo su formación médica en la Universidad de Edimburgo y trabajó, por corto tiempo, como ayudante de Thomas Laycock, quien había sido el primero en elaborar el concepto de "cerebración inconsciente" (ver Laycock, 1860, para su pretensión de prioridad). Entre otros cargos, Ferrier, como Jackson, trabajó como médico en el National Hospital, en Queen Square. Influenciado como Jackson por Bain y Spencer, Ferrier partió de la prueba de la idea de Jackson de que las funciones sensoriomotoras pueden ser representadas de un modo organizado en el córtex y prolongó la localización experimental del córtex motor en el perro efectuada por Fritsch y Hitzig. Empleando muy cuidadosas y controladas ablaciones y la estimulación farádica del cerebro, realizó un importante progreso de las técnicas galvánicas utilizadas por Fritsch y Hitzig, Ferrier consiguió cartografiar las áreas sensoriales y motoras a través de una ámplia variedad de especies. Su primer artículo, "Experimental researches in cerebral physiology and pathology", apareció en 1873 en los West Riding Lunatic Asylum Medical Reports; pero fue el impacto de sus múltiples investigaciones sobre el cruce de especies, presentadas en 1876 en The Functions of the Brain, lo que sirvió para confirmar el establecimiento del análisis sensoriomotor como el paradigma dominante tanto para la explicación fisiológica como psicológica.
6. Trance y Trauma: Los desórdenes nerviosos funcionales y la mente subconsciente
Franz Anton Mesmer (1734-1815) nació en la ciudad alemana de Iznang. A la edad de 32 años había completado su formación médica en la Universidad de Viena con una disertación sobre la influencia de los planetas sobre las enfermedades humanas. En 1773, una paciente de 27 años, Fräulein Oesterlin, que padecía una edad de dolencias físicas periódicas, acudió a Messmer. En consonancia con su disertación, Mesmer trató de demostrar la relación de la periodicidad de los síntomas manifestados en Fräulein Oesterlin con las fluctuaciones de las mareas y, en el curso de este intento, decidió comprobar si podía inducir una marea artificial en su paciente.
El 28 de julio de 1774, pidió a su paciente que tomara una solución de hierro que aportaba magneto a su estómago y piernas. Los resultados de este tratamiento cambiaron el curso de la vida de Mesmer. Cuando Fräulein Oesterlin sintió al misterioso fluido correr a través de su cuerpo, sus síntomas comenzaron a desaparecer. Con un tratamiento continuo, se recuperó por completo y la fama de Mesmer empezó a extenderse. Desafortunadamente, sin embargo, la controversia sobre la efectividad de sus técnicas también se extendieron; y en 1777, en dudosas circunstancias, Mesmer dejó Viena y marchó a París. Allí estableció una lucrativa práctica de curaciones magnéticas y completó su Mémoire sur la découverte du magnétisme animal. Influenciado por las teorías físicas de la atracción gravitatoria y por el trabajo de Franklin y otros sobre la electricidad, Mesmer desarrolló lo que fue en su época una razonable explicación de la cura magnética.
Suponiendo la existencia de un fluido magnético físico interconectado con cada elemento del universo, incluidos los cuerpos humanos, Mesmer afirmó que la enfermedad resultaba del desequilibrio de este fluido en el cuerpo. La curación exigía la reconducción del fluido a través de la intervención del médico, el cual, sirviéndose de una especie de conducto por medio del cual el magnetismo animal pudiera ser canalizado desde el universo al interior del cuerpo del paciente por medio de "pases magnéticos" de las manos del médico. En el curso del tratamiento, los pacientes experimentaban una "crisis"magnética, algo semejante a una sacudida eléctrica, a partir de la cual comenzaban a recuperarse. A semejanza de la teoría eléctrica, Mesmer pensó que el fluido magnético era polarizado, conductor y capaz de ser descargado y acumulado. Como el buen hombre de negocios que fue siempre, desarrolló el baquet, un dispositivo para concentrar el fluido magnético semejante a la vasija de Leyden. El baquet le permitía tratar hasta a veinte pacientes a la vez, conectando a cada paciente el fluido a través de una vara de hierro. La caída de Mesmer fue tan meteórica como su ascensión. Hacia 1785, después de varios fracasos terapeúticos espectaculares y la publicación del Rapport des Commissaires chargés par le Roy de l'examen du magnétisme animal (Bailly, 1784), en donde se llegaba a la conclusión de que no había ninguna evidencia a favor de la existencia del fluido mesmérico, Mesmer dejó París bajo sospecha y vivió el resto de su vida en relativa oscuridad, muriendo en 1815 cerca de su lugar de nacimiento.
Si Mesmer el hombre desapareció de la vista del público, sus ideas no lo hicieron. El más importante con mucho de los discípulos de Mesmer fue Armand-Marie-Jacques de Chastenet, Marquis de Puységur (1751-1825), un rico aristócrata terrateniente que comenzó, incluso antes de la caída de Mesmer, a experimentar con la curación magnética. Si de alguien se puede decir justificadamente que fue el fundador de la psicoterapia moderna, ése es Puységur. Trabajando con Victor Race, un joven campesino de su hacienda familiar cerca de Soissons, el marqués descubrió la "crisis perfecta", un estado de sueño sonámbulo en el que los pacientes obedecían los mandatos del magnetizador sin que al despertarse conservaran memoria alguna de lo que habían hecho. Cuando Victor, quien en condiciones normales nunca se habría atrevido a confiar sus problemas personales al señor de la casa, admitió en el transcurso del sueño magnético que estaba disgustado por una pelea que había tenido con su hermana, Puységur le sugirió que hiciera algo para resolver la querella y, después de despertar, sin recordar las palabras de Puységur, Victor obró de acuerdo con la sugestión del marqués. A partir de estas experiencias, Puységur llegó gradualmente a reconocer que los efectos magnéticos dependen de la fuerza de la creencia personal del magnetizador en la eficacia de la curación magnética, del deseo de curar y de la relación con el paciente. En 1784, Puységur expresó estas ideas en sus Mémoires pour servir a l'histoire et a l'établissement du magnétisme animal, una obra que puede ser considerada el punto de partida de la psicoterapia moderna. No deja de tener interés que en fecha tan temprana como 1784, desde el nacimiento del procedimiento psicoterapeútico, se reconoció que la creencia en la eficacia de la cura, el deseo de curar y la naturaleza de la relación entre el paciente y el terapeuta eran factores fundamentales del éxito psicoterapeútico.
Con la técnica desarrollada por Puységur (a menudo acompañada de la explicación de Mesmer), el mesmerismo se extendió rápidamente. Llegó a los Estados Unidos desde Francia con Charles Poyen de Saint Sauveur y llegó a ser asociado brevemente con la frenología y durante más tiempo con el espiritualismo, produciendo por último el movimiento del Nuevo Pensamiento que ejerció un fuerte impacto en William James.
En Europa, el mesmerismo continuó desarrollándose en manos de cierto número de importantes figuras como el abate José Custodio de Faria, el general François Joseph Noizet, Étienne Félix, Baron d'Hénin de Cuvillers, y Alexandre Bertrand. Faria, en su De la cause du sommeil lucide (1819), desarrolló la técnica moderna de inducción al trance ("fijación"), al acentuar la importancia del deseo del sujeto más bien que la del magnetizador, y reconociendo la existencia de diferencias individuales en la susceptibilidad al sueño sonámbulo, siendo el primero en establecer el principio de sugestión, que creía que era efectivo no sólo en el sueño sonámbulo sino también en estado de vigilia. En 1820, Noizet, en Mémoire sur le somnambulisme, presentada en la Royal Academy de Berlin pero no publicada hasta 1854, y Hénin de Cuvillers, en su Le magnétisme éclairé, presentaron la más extensa relación de los efectos mesméricos en términos de sugestión y creencia, mientras el Traité du somnambulisme (1823), de Bertrand, fue el primer estudio científico sistemático de los fenómenos magnéticos. El año 1843 supuso un importante avance en el modo en que los efectos mesméricos fueron conceptualizados. En este año James Braid (¿1795?-1860) publicó Neurypnology; or, the Rationale of Nervous Sleep, Considered in Relation with Animal Magnetism. Nacido en Fifeshire hacia 1795 y educado en la Universidad de Edimburgo, Braid marchó a Manchester en los comienzos de su carrera profesional. Allí, como él mismo describe en Neurypnology, una visita a la demostración teatral del mesmerista suizo Charles Lafontaine, le convenció de la realidad de los fenómenos físicos inducidos por el mesmerismo. Después de varios días de experimentos privados, Braid llegó a la conclusión de que estos efectos físicos estaban producidos por "una peculiar condición del sistema nervioso, inducido por una atención fija y abstracta..." (p. 94) y no a través de la mediación de ningún agente especial que pasara desde el cuerpo del operador al del paciente. Para distinguir tajantemente sus puntos de vista de los del mesmerismo, llamó al estado de sueño nervioso "hipnotismo", y sustituyó los "pases magnéticos" de los mesmeristas por la fijación en un objeto luminoso, una variante de la antigua técnica de inducción de Faria.
La conexión efectuada por Braid entre los fenómenos hipnóticos y la fisiología cerebral, así como el desarrollo de una técnica de inducción directa y desprovista de mística y la introducción de una terminología que era más aceptable para la institución médica y científica, ayudó a preparar el camino para el uso eventual de la hipnosis en la investigación psicopatológica. Que este efecto no fue de ninguna manera inmediato no es sorprendente ante el hecho de que entre 1848 y 1875 la curación magnética estuvo crecientemente envuelta con el espiritismo por un lado y las demostraciones teatrales por el otro. Cuando Braid murió en 1860, "el magnetismo y el hipnotismo -como apunta Ellenberger (1970)- habían caido en tal descrédito que un médico que utilizase esos métodos habría comprometido irremisiblemente su carrera científica y perdido su prestigio como médico" (p. 85).
Pese a todo, en este clima de opinión, hubo unos pocos que continuaron trabajando terapeúticamente con la hipnosis. Uno de estos fue Auguste Ambroise Liébeault (1823-1904), médico rural en Pont-Saint-Vincent, pueblo francés de la región de Nancy. En 1866, Liébeault publicó su Du sommeil et des états analogues considérés surtout au point de vue de l'action du moral sur le physique. En el Du sommeil, Liébeault afirmó que la concentración de la atención en la idea de sueño induce el estado hipnótico a través del poder de sugestión y que los efectos terapeúticos de la hipnosis son, en efecto, fenómenos sugestivos. Aunque ninguna de estas ideas eran originales de Liébeault, quien las derivó de Mémoire sur le somnambulisme et le magnétisme animal (1854) de Noizet, fue a través de Liébeault que llamaron la atención de Hippolyte Bernheim y llegaron a ser los principios cardinales de la escuela de terapeútica sugestiva de Nancy a la que volveremos enseguida.
Sin embargo, antes de que las técnicas de inducción hipnótica pudieran llegar a servir como herramienta para la investigación de los desordenes funcionales nerviosos tuvieron que ser rescatados del dominio de la seudociencia a la que habían sido confinados. El mérito de tal rescate es generalmente otorgado a Charles Richet, un joven fisiólogo francés cuyo "Du somnambulisme provoqué"(1875) condujo al resurgimiento del interés en el uso científico de la hipnosis, especialmente a través de la obra de Jean-Martin Charcot (1825-1893).
Charcot nació y recibió su formación médica en Paris. Tras obtener el título de doctor en 1853, trabajó como médico privado hasta 1862, cuando fue nombrado doctor residente en la Salpêtrière. Allí creó lo que llegó a ser el centro más influyente del mundo para la investigación neurológica. Encargado de la custodia de un pabellón de mujeres que sufrían convulsiones, Charcot distinguió entre las convulsiones de origen epiléptico y las de origen histérico (epilepsia histérica), clarificando la sintomatología anestésica y la hiperestesia de la epilépsia histérica y diferenciando entre la epilépsia histérica y los casos de histeria no convulsiva. El primer resumen importante de las conclusiones que Charcot obtuvo de su obra fue presentado en el volumen I de sus Leçons sur les maladies du système nerveux faites à la Salpêtrière, publicado en partes entre 1872 y 1873. Siguiendo a Briquet, cuyo Traité clinique de thérapeutique de l'hysterie (1859) es considerado como el primer estudio de la histeria sistemático y objetivo, Charcot definió la histeria como una neurosis del cerebro originada típicamente por traumas psíquicos en individuos hereditariamente predispuestos. En 1878, bajo la influencia de Richet, Charcot comenzó a emplear la hipnosis en el estudio de la histeria y descubrió que, bajo hipnosis, podía reproducir no sólo la sintomatología histérica (amnesia, mutismo, anestesia) sino incluso fenómenos postraumáticos tales como las parálisis ocasionadas en accidentes de ferrocarril. Esto le llevó a agrupar los fenómenos hipnóticos, histéricos y postraumáticos, a distinguir estos fenómenos dinámicos de los síntomas orgánicos que provienen de lesiones en el sistema nervioso y a sugerir la existencia de "ideas fijas" inconscientes en el centro de ciertas neurosis, una noción que ejerció una considerable influencia en Janet y Freud.
Manteniéndose en su orientación generalmente fisicalista, Charcot también trató de describir los fenómenos somáticos asociados a la inducción hipnótica. Este proceso, creía, ocurría en tres fases sucesivas:
a) Catalepsia con anestesia y plasticidad neuromuscular; b) letargo con hiperexcitabilidad neuromuscular; y c) sonambulismo.
Además, en base al trabajo de sus alumnos, llegó a afirmar que estas manifestaciones somáticas pueden ser transferidas de un lado del cuerpo a otro por medio de imanes.
Por desgracia, pese a sus numerosas e importantes contribuciones y su papel esencial, Charcot es a veces recordado por su errónea descripción de las tres etapas y de la transferencia magnética. Como el psicofísico belga Joseph Remi Leopold Delboeuf (1886) sugirió, en una crítica dirigida contra la obra de Charcot, que el efecto de sugestión pasa no solo del hipnotizador al sujeto sino también del sujeto al hipnotizador. Un paciente particularmente espectacular puede crear en el terapeuta expectativas acerca de las formas que adquiriran las manifestaciones hipnóticas. Éstas pueden luego ser transmitidas involuntariamente como sugestiones a pacientes futuros que actuarán así confirmando las expectativas del terapeuta. Algo semejante parece haber sido el caso en la Salpêtrière, donde los pacientes, y más notablemente Blanche Wittmann, los estudiantes, los colaboradores y el propio Charcot fueron víctimas de la fuerza fatal de la expectación mutua.
En Nancy, un grupo que trabajaba bajo la dirección de Hippolyte Bernheim (1840-1919), comprometido con el punto de vista de que los efectos hipnóticos eran obtenidos por medio del poder de sugestión, estaba particularmente bien situado para reconocer el defecto inherente a la obra de Charcot. Bernheim nació en Mulhouse, Francia y recibió su formación médica en Estrasburgo. Después de obtener la agregaduría, aceptó una cátedra en la facultad de Medicina en Nancy. En 1882, cuando ya estaba bien situado, Bernheim oyó hablar de un médico rural llamado Liébeault de quien se rumoreaba que trataba con efectividad a sus pacientes usando el sonambulismo artificial.
Habiendo quedado convencido, después de visitar a Liébeault, de la efectividad terapeútica de la hipnosis, Bernheim publicó De la suggestion dans l'état hypnotique et dans l'état de veille (1884) en la que volvió a introducir el punto de vista descuidado por Liébeault de que los efectos de la hipnosis reflejan el poder de la sugestión mental. Allí y en la edición ampliada de 1886, Bernheim definió los fenómenos hipnóticos como manifestaciones de la sugestibilidad ideomotora, una capacidad humana universal de transformar una idea directamente en un acto. Ciertamente, para Bernheim, la hipnosis era simplemente un estado de sugestibilidad elevada, prolongada y artificialmente inducida.
Tomados en sí mismos, estos puntos de vista por sí solos habrían conducido a Bernheim a entrar en contradicción con Charcot, pero Bernheim y sus colegas de Nancy fueron mucho más lejos. Criticando la pretensión de Charcot de que la hipnosis es una condición nerviosa patológica ligada a la histeria, Bernheim rechazó la descripción de Charcot de las tres fases del hipnotismo y ridiculizó la idea de que los síntomas pudieran ser transferidos lateralmente mediante imanes. Continuando la crítica de Delboeuf, Bernheim afirmó que los fenómenos descubiertos por Charcot eran simplemente producto de la sugestibilidad de sus pacientes, del ejercicio de un pobre control experimental por medio de sus alumnos, y, por implicación, la propia sugestibilidad de Charcot también. En efecto, estaban tan convencidos de la naturaleza sugestiva de la terapia hipnótica que, cuando pasó el tiempo, los miembros de la escuela de Nancy abandonaron enteramente la inducción hipnótica por la sugestión directa en estado de vigilia, una técnica que denominaron "psicoterapeútica". Mientras se recrudecía el debate entre Nancy y la Salpêtrière, Pierre Janet (1859-1947) estaba trabajando en Le Havre, recopilando observaciones clínicas en las que basar su disertación. Nacido en París, Janet entró en la École Normale Supérieure en 1879, habiendo ocupado el segundo lugar en los exámenes extremadamente competitivos por la agregaduría. Poco después obtuvo una plaza como profesor de filosofía en el Liceo de Le Havre donde permaneció hasta la aceptación de su disertación. Tras recibir la graduación, se trasladó a París para estudiar medicina y dedicarse a la investigación clínica bajo la dirección de Charcot en la Salpêtrière.
La disertación de Janet, L'automatisme psychologique, reunía una rica información clínica sobre los estados mentales anormales relacionados con la histeria y la psicosis. Dividiendo tales estados en automatismos totales (involucrando la personalidad completa) y parciales (una parte de la personalidad se dividía de la conciencia y seguía su propia existencia psicológica), Janet empleaba la escritura automática y la hipnosis para identificar los orígenes traumáticos y explorar la naturaleza del automatismo. Síncope, catalepsia y sonambulismo artificial con amnesia posthipnótica y memoria para los estados hipnóticos anteriores fueron analizados como automatismos totales. La múltiple personalidad, que Janet llamaba "existencias sucesivas", la catalepsia parcial, la pérdida de la atención, los fenómenos de escritura automática, la sugestión posthipnótica, el uso de la varita mágica, el trance de los mediums, las obsesiones, las ideas fijas y las experiencias de posesión eran tratadas como automatismos parciales.
Lo más importante es que Janet reunió todos estos fenómenos en un armazón analítico que enfatizaba las relaciones ideomotoras entre la conciencia y la acción, que empleó la metáfora dinámica de fuerza y debilidad psíquica y acentuó el concepto de "campo de conciencia" y sus limitaciones como resultado del agotamiento de la fuerza psíquica. En el interior de esta estructura, Janet analizó la fijación peculiar del paciente sobre el terapeuta en términos de la distorsión de la percepción del paciente, y relacionó la sintomatología histérica al poder autónomo de las "ideas fijas" escindidas de la personalidad consciente y sumergidas en el subconsciente. A pesar del cuidado qu puso en evitar la discusión directa de las implicaciones terapeúticas de su obra en una disertación no médica, Janet puso los fundamentos para su propia metodología terapeútica posterior y la de Freud por medio de su demostración de los orígenes de la escisión en los traumas psíquicos de la historia pasada del paciente.
En realidad había solo un pequeño salto desde la obra de Charcot, Bernheim y Janet a la de Josef Breuer (1842-1925) y Sigmund Freud (1856-1939). En 1893, Breuer y Freud publicaron una corta comunicación preliminar, "Ueber den psychischen Mechanismus hysterische Phänomene" en el Neurologische Centralblatt. El origen del artículo de Breuer y Freud se encuentra en el trabajo de Breuer con la famosa paciente Anna O.
A pesar de que los detalles existentes del caso de Anna O., tal como fueron descritos por Breuer, quien indudablemente se esforzó en ocultar la identidad de su paciente, y varios años después por Jones (1953/1957), se diferencian considerablemente uno del otro y probablemente con los hechos reales del caso, es sabido que el alivio de los íntomas de Anna O. ocurrió solo cuando la paciente, bajo hipnosis, proporcionó a Breuer en orden cronológico inverso un relato de las circunstancias exactas bajo las cuales cada síntoma había aparecido. Sólo cuando ella siguió el rastro hasta el síntoma final regresando a las circunstancias traumáticas de su advenimiento, se produjo la curación. La curación de Anna O. por medio del método "catártico", que implicaba traer el trauma a la conciencia y permitir la descarga a través del afecto, de palabras y asociaciones guiadas, ha sido visto frecuentemente, y así lo pensaba Freud, como el punto de partida del psicoanálisis.
En la obra fecunda de Janet y en el artículo crítico de transición de Breuer y Freud, vemos la culminación de desarrollos que habían comenzado con la elaboración de Puységur de las doctrinas de Mesmer. En poco más de cien años, un formidable cuerpo de evidencias y teorías neurológicas y psicológicas relacionadas habían conducido irremisiblemente a la creencia de que los fenómenos mentales -estados de trance mesmerico, entendimiento mutuo, el deseo de curar del terapeuta, la concentración de la atención, la sugestión mental, el trauma psíquico, la disociación de la conciencia y la catarsis- podían producir alteraciones radicales en el estado del cuerpo. Ningún escrito psicológico en la década de 1890 podía permitirse ignorar este rico material y sus implicaciones para la conceptualización de la naturaleza de las relaciones entre la mente y el cuerpo. William James, como veremos, no fue una excepción.
EL NACIMIENTO DE LA PSICOLOGÍA EXPERIMENTAL
1. Los siglos XVII y XVIII: La epistemología de la mente
De acuerdo con la opinión aceptada mayoritariamente (Boring, 1950), la psicología científica tuvo su comienzo en Alemania en la forma de una psicología fisiológica nacida del matrimonio entre la filosofía de la mente, por un lado, y la fenomenología experimental enraizada en la fisiología sensorial, por otro. La psicología filosófica, preocupada por el problema epistemológico de la naturaleza de la mente cognoscente en relación al mundo conocido, aportó cuestiones fundamentales y estructuras explicativas; la fisiología sensorial y en cierto grado la física contribuyeron con los métodos experimentales y un creciente cuerpo de datos fenomenológicos.
En una versión de esta historia que puede ser rastreada al menos hasta Ribot (1879), la epistemología de los siglos XVII y XVIII culminó en la obra de Kant, quien negó la posibilidad de que la psicología llegara a ser una ciencia empírica por dos causas:
1ª) Puesto que los procesos psicológicos varían en una sóla dimensión, el tiempo, no pueden ser descritos matemáticamente. 2ª) Puesto que los procesos psicológicos son internos y subjetivos, Kant afirmó también que no podían ser medidos.
Herbart, según cuenta la historia, fue el primero en responder a las objeciones de Kant, imaginando entidades mentales que variaban en tiempo y en intensidad y mostraban que el cambio de intensidad sobre el tiempo podía ser representado matemáticamente. Fechner respondió después a la segunda objeción, desarrollando procedimientos psicofísicos que permitían medir la fuerza de una sensación. Wundt combinó estas nociones, las unió a los métodos de la fisiología sensorial y de la fenomenología experimental y, en 1879, creó el laboratorio de Leipzig.
Aunque hay una verdad indudable en la historia comúnmente aceptada, como en todas las reconstrucciones racionalizadas, se tiende en gran medida a simplificar demasiado las historias excepcionalmente complejas. En los últimos veinte años, como las fuentes materiales de primer orden han llegado a ser disponibles y un gran número de historiadores se han lanzado a la palestra, y la opinión tradicional ha sido enmendada muchas veces. En el contexto de este catálogo de la exposición, no será posible, por supuesto, referirse a esta complejidad. El lector que esté interesado, sin embargo, puede dirigirse al Journal of the History of the Behavioral Sciences y a Bringmann & Tweney (1980), Danziger (1990), Rieber (1980), y Woodward & Ash (1982) entre otros.
Puesto que muchos psicólogos están más o menos familiarizados con la historia de Boring sobre el surgimiento de la psicología experimental, ya que la historia ha sido recontada frecuentemente en muchos libros de texto, y porque es un relato mucho más complejo de lo que parece en principio, esta sección y las dos siguientes esbozaran sólo un escueto bosquejo de los desarrollos intelectuales que condujeron de Locke a Kant, de Bell a Müller y de Fechner a Wundt. Los psicólogos que no han leido a Boring les animamos a hacerlo. A pesar de sus limitaciones es aún el punto de partida del que procede mucha de la erudición contemporánea; y, tal vez incluso más importante, es la historia de la psicología que ha llegado a ser parte de la perspectiva que tiene de sí misma la psicología americana.
Puesto que ya hemos abordado a Descartes y tocado brevemente a Leibniz, podemos pasar directamente al fundador tanto del empirismo como del asociacionismo, John Locke (1632-1704). Locke nació en Wrington, Somerset, England. Fue criado en un medio puritano liberal y educado en la Christ's Church de Oxford. Su Essay Concerning Humane Understanding, fechado en 1690 pero publicado en realidad en 1689, es, como la mayor parte de la filosofía del siglo XVII, una reacción a Descartes. De modo diferente a Spinoza, quien abordó metafísicamente la dicotomía mente-cuerpo, Locke trasladó la discusión al dominio de la experiencia puramente psicológica, contrastando el sentido interior (la experiencia reflexiva de la mente de su propia experiencia de las cosas) del sentido exterior (la experiencia mental de las cosas). Aunque Bacon (1605) y Descartes habían planteado la cuestión del método adecuado para alcanzar el conocimiento, Locke, desde su perspectiva empirista, fue el primero que propuso la cuestión epistemológica de los límites del conocimiento.
Empleando una noción muy general de "idea" que incorporaba un conjunto dispar de entidades entre las cuales los psicólogos modernos distinguen percepciones, imágenes mentales y conceptos, Locke se interesó por la certeza de nuestras ideas adquiridas por medio de la experiencia a través de la reflexión o sentido interno y por la verdad de nuestras ideas en la medida en que dependen del sentido externo. A partir de Locke sería posible resaltar tanto el vívido carácter de las ideas transmitidas por el sentido externo como la certeza intuitiva del sentido interno. La primera opinión conduciría al sensacionalismo de Condillac, la última al realismo intuitivo de Reid y la escuela escocesa de la facultas de psicología. Sin embargo, en los aproximadamente sesenta años transcurridos desde Locke hasta Condillac, otros filósofos, entre los más notables George Berkeley y David Hartley, también hicieron uso de las nociones contenidas en el Essay de Locke.
En el Essay on Humane Understanding, Locke había distinguido entre cualidades primarias y secundarias. Las cualidades primarias tales como la solidez o la extensión son completamente inseparables de los cuerpos en los que están inherentes y sólo son percibidas por medio de los sentidos. Las cualidades secundarias son los poderes inherentes a los objetos para producir sensaciones en los perceptores, tales como el color, el olor o el sonido. Los colores, olores y sonidos, sin embargo, son inherentes por sí mismos a los objetos. El "inmaterialismo" de Berkeley [ver sección III] fue simplemente la ampliación de la noción de cualidades secundarias con el fin de incluir a las cualidades primarias, sacándolas de los objetos y situándolas en Dios.
George Berkeley (1685-1753) nació en Kilkenny, Ireland y fue educado en el Trinity College de Dublin. En 1709, publicó su primer libro, Essay Towards a New Theory of Vision. A pesar de que Berkeley no aborda explícitamente su inmaterialismo en New Theory, estaba implícito en todas sus opiniones, combinado con la perspectiva proto-asociacionista de la importancia de las conexiones entre las ideas, lo que le suministró las bases de una teoría de la percepción de la distancia que se convertiría en el prototipo de las posteriores explicaciones asociacionistas. Para Berkeley, la distancia no es inmediatamente percibida por medio de la visión. Más bien, cuando "la mente ha encontrado, por medio de la experiencia constante, las diferentes sensaciones que corresponden a diferentes disposiciones de los ojos para atender cada una con un grado diferente de distancia al objeto... (y) ha desarrollado una conexión habitual o usual entre esas dos clases de ideas, ...la distancia... es... la idea... inmediatamente sugerida al entendimiento" (parágrafo 17). Aquí, entre otras cosas, Berkeley anticipa la "teoría del contexto" que tendría gran significación en la explicación asociacionista doscientos años más tarde.
David Hartley (1705-1757) nació en Luddenden, Halifax, England y fue educado en el Jesus College de Cambridge. En 1749, publicó su obra en dos volúmenes Observations on Man. Aunque el principio general de la asociación fue usado mucho antes de Hatley y la frase "asociación de ideas" puede encontrarse en el Apéndice de la 4ª edición del Essay de Locke, es con Harley, como Young (1970) nos dice, que "la psicología asociacionista adopta por primera vez una forma definida y un carácter psicológico no completamente derivado de cuestiones epistemológicas. Hartley fue el primero en aplicar el principio de asociación como una explicación fundamental y exhaustiva de toda experiencia y actividad... Por otra parte, unió su teoría psicológica con postulados acerca de cómo funciona el sistema nervioso. Sus sensaciones eran comparadas con las vibraciones... o partículas ‘elementales’ en los nervios y el cerebro... En relación a los fenómenos de sensación, formación de ideas y motivación en el sistema nervioso planteó los principios de la psicología fisiológica que Ferrier combinaría más tarde con el concepto de localización cerebral" (p. 95-97).
Étienne Bonnot de Condillac (1715-1780) nació en Grenoble, estudió teología en Saint-Sulpice y en la Sorbonne, y fue ordenado sacerdote en 1740. De las dos fuentes del conocimiento de Locke, las sensaciones transmitidas a través del sentido externo y las reflexiones por medio del sentido interno, Condillac puso su atención sólo en la primera. Su Traité des sensations, publicado en 1754, estaba destinado a mostrar que las impresiones externas recibidas por los sentidos externos, tomadas en sí mismas, pueden dar cuenta de todas las ideas y de todas las operaciones mentales. Utilizando el famoso ejemplo de una estatua dotada la única propiedad de un solo sentido singular, el olfato, intentó derivar de él la atención, la memoria, el discernimiento, la imaginación y la totalidad de la vida mental. Las opiniones de Condillac eran, claramente, la más extrema forma de la perspectiva de la tabula rasa. Como todas las opiniones basadas en la tabula rasa, no importa cuán poderoso sea el principio de asociación correlativo, el sensacionalismo extremo de Condillac entra en colisión con el hecho obvio de la variación en la constitución biológica (diferencias entre especies, diferencias individuales).
En contraste directo con Condillac, Thomas Reid (1710-1796) eligió destacar el sentido interno de Locke, construyendo sobre la simple noción de reflexión el desarrollo de una elaborada teoría de las intuiciones y facultades de la mente humana dada por medio de su constitución fundamental. Reid nació cerca de Aberdeen y fue educado en el Marischal College. Inicialmente influenciado por Berkeley, su antipatía por las conjeturas implícitas en el Treatise of Human Nature (1739) de Hume, le condujo lejos de Berkeley y de Hume, aproximandose hacia la reforma de la filosofía. Su obra más importante, An Inquiry into the Human Mind on the Principles of Common Sense, fue publicada en 1764, año en el que aceptó su nombramiento como profesor de filosofía moral en la Universidad de Glasgow.
En Inquiry Reid desarrolló el básico postulado intuitivo de la filosofía del "sentido común" sobre el que se erigió la escuela escocesa de psicología. Las intuiciones eran tendencias oriundas de la acción mental, aspectos de la constitución fundamental de la mente humana que regulaba la experiencia consciente de todos los seres humanos desde el nacimiento. Dado que las intuiciones requieren la presentación de objetos apropiados para ser llamados en adelante a la acción mental, la filosofía escocesa es realista. Las intuiciones no proyectan la mente hacia la realidad, permiten el acceso de la mente a ella. a pesar de que el intuicionismo es un innatismo de los procesos psicológicos, es un empirismo metodológico en el que se investiga la naturaleza y la existencia de los principios innatos de la mente que tienen lugar por medio de la inducción a partir de hechos observados en la autoconciencia. Fue esta perspectiva, asociada con los útimos análisis de la facultades específicas de Reid (1785, 1788) el que dominó la filosofía mental académica americana durante el siglo XIX. Fue también indirectamente a partir de Reid que Gall obtuvo la lista original de 27 facultades de la mente que guiaban su intento de hacer un mapa de la localización de las funciones en el cerebro.
Immanuel Kant (1724-1804) nació, vivió y murió en Königsberg, en la Prusia Oriental. Se dice que en el curso entero de su vida no viajó a más de 40 millas de su lugar de nacimiento. Probablemente no estaba desatinada la afirmación de Ribot de que la filosofía del siglo XVIII culminó en la obra de Kant, pese a que puede ser una valoración más justa de la influencia de Kant decir que la filosofía de los siglos XIX y XX siguió a Kant tanto como los filósofos anteriores habían seguido a Descartes. La influencia indirecta de Kant sobre la psicología científica fue, por consiguiente, enorme. Sus contribuciones directas, a pesar de que son reconocidamente más limitadas, fueron también de considerable importancia.
Como ya se ha señalado, una de estas contribuciones fue la definición kantiana de los prerrequisitos que debería reunir la psicología para llegar a ser una ciencia empírica. Otra consistió en un auténtico tratado de psicología, Anthropologie in pragmatischer Hinsicht, publicado en 1798. Mucho tiempo ignorado, probablemente a causa de su pronunciada simpatía por la enseguida desacreditada fisiognomía, la Anthropologie es, no obstante, un librito fascinante. Kant analiza allí la naturaleza de los poderes cognitivos, los sentimientos de placer y displacer, los afectos, las pasiones y el carácter en el contexto de la negación de la posibilidad de una ciencia empírica de los procesos conscientes. La Anthropologie tuvo dos ediciones durante la vida de Kant y muchas reimpresiones posteriores y ayudó a definir el contexto en el que no solo Herbart y Fechner sino los psicológos orientados fenomenológicamente como Purkyne, Weber y Müller trabajaron para establecer la ciencia de los fenómenos conscientes que Kant fue incapaz de vislumbrar.
2. El siglo XIX: Epistemología del sistema nervioso
Boring (1950) ha señalado que, entre 1800 y 1850, los descubrimientos en el campo de la fisiología contribuyeron a poner los fundamentos para el surgimiento de la psicología experimental. Los acontecimientos de particular interés para nosotros son:
a) la primera elaboración de una distinción entre nervios sensoriales y motores; b) el surgimiento de una fenomenología sensorial de la visión y el tacto; y c) el desarrollo de la doctrina de las energías nerviosas específicas, incluyendo la opinión de que el sistema nervioso establece una mediación entre la mente y el mundo.
Mientras se estaban haciendo estos descubrimientos, ocurrían tambien dos importantes avances en la psicología filosófica: la elaboración de las leyes secundarias de asociación y el primer intento de una descripción cuantitativa de los parámetros que afectan al movimiento de las ideas por encima y por debajo de un determinado umbral.
El primero de estos relevantes descubrimientos fisiológicos, la distinción entre nervios sensoriales y motores, se debe a Charles Bell (1774-1842). Bell nació en Edinburgh y recibió una educación informal. Pese a que asistió a las lecciones en la University of Edinburgh, la mayor parte de su instrucción anatómica y quirúrgica la recibiría Bell de su hermano mayor, John, reputado médico. Cuando Bell andaba por los veinte años era ya un cirujano muy estimado y en 1799 había sido admitido en el Royal College of Surgeons en Edinburgh. En 1806, se trasladó a London y cinco años más tarde se unió a la Hunterian School of Anatomy. Fue en el mismo año, 1811, cuando Bell imprimió cien copias de las 36 páginas de Idea of a New Anatomy of the Brain para que circulase de forma privada entre sus amigos y colegas
En New Anatomy, Bell utilizó las evidencias anatómicas para sostener que las raíces ventrales de la médula espinal contenían sólo las raices motoras y dorsales, sólo las fibras sensoriales. Con ello, había derribado siglos de tradición en los que se asumía implícitamente que las fibras nerviosas estaban indiscriminadas respecto de las funciones sensorial y motora y estableció la distinción fundamental entre estos dos tipos de procesos nerviosos. Como ya hemos visto, la combinación de esta distinción con el asociacionismo sensorio-motor condujo en manos de Bain y Spencer a la primera psicología psicofisiológica propiamente dicha y, a través de Jackson y Ferrier, al establecimiento del paradigma sensorio-motor como fundamento de la localización funcional en el córtex.
El primer progreso filosófico relevante fue aportado por Thomas Brown (1778-1820). Brown nació en Kirkmabreck, Scotland y estudió filosofía y medicina en la University of Edinburgh donde siguió los cursos de Dugald Stewart, discípulo de Reid. En 1810, fue designado para compartir la cátedra de filosofía moral con Stewart y en muy poco tiempo fue famoso por la brillantez de sus lecciones. En 1820, después de su prematura muerte, estas lecciones fueron publicadas en cuatro volúmenes con el título de Lectures on the Philosophy of the Human Mind. Su impacto fue inmediato, indudablemente porque Brown logró unificar elementos de dos tradiciones distintas, el intuicionismo escocés de Reid y el empirismo de Condillac. Al hacer ésto, contribuyó a reencauzar ambas tradiciones.
Entre un cierto número de contribuciones novedosas, incluida una importante crítica de la introspección, basada en su creencia en la absurda idea de que una misma e indivisible mente puede ser tanto sujeto como objeto de la misma observación, Brown hizo dos desarrollos conceptuales de fundamental importancia para la historia de la psicología experimental. El primero fue destacar el "sentido muscular". Como hemos sugerido anteriormente, antes de Bain el asociacionismo había descuidado el movimiento y la acción a favor del análisis de la sensación. Brown fue el primer filósofo de esta tradición que adoptó una perspectiva sensorio-motora más equilibrada, al incluir el lado sensorial del movimiento en su conceptualización del problema de la referencia objetiva en la percepción.
La segunda contribución de Brown es su detallada elaboración de las leyes secundarias de la asociación, a las que denominó "sugestión". La formulación de estas leyes por Brown, que implicaban la duración relativa, fuerza (vivacidad), frecuencia y carácter de las sensaciones originales, así como también el refuerzo de una idea por otras, suministró más tarde a los teóricos del aprendizaje las bases para intentar explicar no solo los hechos sino los parámetros cuantitativos de asociación.
Aproximadamente al mismo tiempo, en Alemania, otro filósofo de la mente, Johann Friedrich Herbart (1776-1841) se interesó también por las relaciones cuantitativas entre las ideas. Herbart nació en Oldenburg y estudió en la University of Jena con Johann Gottlieb Fichte, con quien se encontró en desacuerdo. Provocado por las ideas de Fichte, Herbart decidió trabajar en su propia filosofía sistemática y, tras terminar sus estudios en Jena, fue a Gottingen donde tomó el doctorado en 1802. Allí permaneció hasta 1809 cuando se trasladó a Königsberg para asumir la cátedra antiguamente ocupada por Kant.
En Königsberg, Hebart empezó a trabajar en su psicología, publicando su Lehrbuch en 1816 y Psychologie als Wissenschaft en 1824/1825. Como evidencia este último título, Herbart creía que la filosofía podía ser tanto empírica (pese a negar la posibilidad de experimentar) como matemática. Argumentando que las ideas ("presentaciones") están ordenadas en el tiempo y varían en intensidad, intentó crear una estática y una dinámica de la mente y empleó complejas ecuaciones matemáticas para describir un sistema hipotético de principios de interacción entre las ideas.
Más específicamente, Herbart afirmó que las ideas de la misma clase se oponen una a otra mientras las ideas de diferentes clases no. Las oposiciones debilitaban progresivamente la idea original en la conciencia y, como resultado, se hundían finalmente por debajo del umbral de la conciencia, donde permanecían hasta que la aparición de una idea similar en la experiencia producía el ascenso de la original con una velocidad proporcional al grado de semejanza entre las dos ideas. Más aún, cuando la original estaba parada por la nueva idea, las ideas similares se adherían a ella. Así, ninguna idea puede ascender excepto para tomar su lugar en la masa unitaria de ideas ya presente en la conciencia. Este es el famoso concepto de "apercepción" de Herbart en el que una idea es no solo hecha consciente sino asimilada al complejo de ideas conscientes, la masa aperceptiva.
Con estas opiniones, Herbart dió varios pasos de gigante en el camino que la nueva psicología científica finalmente seguiría hacia una identificación cuantitativa compleja y cuidadosamente elaborada de la distinción entre las ideas situadas por encima y por debajo del umbral de la conciencia. Como sugiere la tradición más aceptada, fue una figura de transición entre Kant y Fechner; pero debido a su rechazo de la posibilidad de la verificación experimental y su incapacidad para enlazar su filosofía de la mente con la fisiología del cerebro, realizó sólo una parte del camino hacia la "nueva" psicología. Antes de que la psicología pudiera entrar en el laboratorio, necesitaba métodos; y la fuente primaria de los primeros métodos no estaba en la filosofía de la mente sino en el trabajo de fisiólogos como Purkyne y Weber, quienes hicieron contribuciones fundamentales a la fenomenología experimental de la sensación, o Müller, quien elaboró la doctrina de las energías nerviosas específicas que sistematizaba el papel epistemológico del sistema nervioso como intermediario entre la mente y el mundo.
Jan Evangelista Purkyne (1787-1869) nació en Libochovice, en el norte de Bohemia y recibió su primera educación formal en un monasterio piarista. Tras completar el noviciado, pasó un año estudiando en el Piarist Philosophical Institute. En 1807, bajo la influencia de los escritos de Fichte, dejó la orden y viajó a Praga. Dos años de trabajo en la University of Prague y tres años más como tutor privado precedieron a su decisión de volver a la universidad a estudiar medicina. En 1819, al terminar sus estudios de medicina, publicó su disertación de doctorado, Beiträge zur Kenntnis des Sehens in subjectiver Hinsicht. Esto condujo a su nombramiento en 1823 como profesor de fisiología en la University of Breslau. En ese mismo año, reeditó su disertación como primer volumen de Beobachtungen und Versuche zur Physiologie der Sinne. El segundo volumen, que siguió en 1825, fue subtitulado Neue Beiträge zur Kenntnis des Sehens in subjectiver Hinsicht.
Los dos volúmenes de Beobachtungen se cuentan entre los grandes logros intelectuales del periodo y constituyen el principal punto de transición hacia el surgimiento de la psicología experimental. Con una capacidad extremadamente aguda para observar los detalles fenomenológicos, Purkyne exploró las consecuencias psicológicas en la experiencia visual de una serie de manipulaciones experimentales de las condiciones de estimulación, incluyendo la aplicación al globo ocular de presión y corriente eléctrica, alteración en la exposición al foco de luz relativo a la fovea, grado de movimiento del ojo y variación en la intensidad de la luz. Aunque Purkyne es más conocido por los psicólogos por sus clásicas descripciones de fenómenos tales como el cambio en la luminosidad aparente de los colores en la oscuridad como opuesto al brillo de la luz del día (el llamado "efecto Purkyne"), fue la amplitud y sistematicidad del uso que hacía del método experimental para explorar los parámetros de la experiencia sensorial lo que ayudó a sentar las bases del futuro trabajo de laboratorio.
Ernst Heinrich Weber (1795-1878) nació en Wittenberg, Se educó en Leipzig, donde permaneció como profesor de anatomía desde 1818 y de fisiología desde 1840. En 1834, publicó De pulsu, resorptione, auditu et tactu. En la parte de su obra dedicada al tacto, Weber presentó una extensa investigación experimental de la fenomenología sensorial de la experiencia táctil. Mientras Purkyne había mostrado el valor de aplicar el método experimental a la fenomenología de la sensación, Weber extendió su enfoque más allá de la experimentación hacia la cuantificación.
Acuñando la frase: diferencia observable exacta (JND) para referirse a la más pequeña diferencia perceptible entre dos sensaciones, Weber acumuló datos en apoyo del principio general de que una JND en la intensidad de una sensación es una función del cambio en la magnitud de un estímulo por medio de un factor constante de su magnitud original (ÆR/R). A pesar de que desde entonces se había mostrado que había significantivas limitaciones en la generalidad de estas relaciones no sólo a través de otros sistemas sensoriales sino incluso en el propio tacto, sería difícil sobrestimar la importancia del descubrimiento de Weber para el surgimiento de la ciencia de la psicología. Estructurando la conexión que más tarde Fechner llamó "Ley de Weber", Weber aportó una prueba de la posibilidad de establecer relaciones cuantitativas entre las variaciones de los fenómenos físicos y mentales. Conectando estas relaciones con el sistema nervioso, y ayudó, con Müller, a establecer la función epistemológica del sistema nervioso mediante la relación entre la mente y el entorno físico.
Johannes Müller (1801-1858) nació en Coblenz y se educó en la University of Bonn. Recibió el título de medicina en 1822 y, tras un año en Berlín, fue habilitado como privatdozent en Bonn, donde con el tiempo alcanzó el profesorado. En 1833, dejó Bonn para hacerse cargo de la prestigiosa cátedra de anatomía y fisiología en la University of Berlin. Sus más importantes contribuciones a la historia de la psicología experimental fue la influencia personal que ejerció sobre sus jóvenes colegas y estudiantes, entre los que se encontraban Hermann von Helmholtz, Ernst Brücke, Carl Ludwig, y Emil DuBois-Reymond, y la forma sistemática que dió a la doctrina de las energías específicas de los nervios en el Handbuch der Physiologie des Menschen für Vorlesungen, publicado entre 1834 y 1840.
Aunque Müller había enunciado ya la doctrina de las energías nerviosas específicas en 1826, su presentación en el Handbuch fue más amplia y sistemática. Fundamentalmente, la doctrina implica dos principios cardinales. El primero de estos principios era que la mente no es directamente consciente de los objetos en el mundo físico sino de estados en el sistema nervioso. El sistema nervioso, en otras palabras, sirve de intermediario entre el mundo y la mente e impone así su propia naturaleza a los procesos mentales. El segundo fue que las cualidades de los nervios sensoriales de los que la mente recibe el conocimiento en la sensación son específicos a los diversos sentidos, el nervio de la visión era normalmente insensible al sonido como el nervio de la audición lo era a la luz.
Como Boring (1950) señaló, no había nada en esta opinión que fuera completamente original de Müller. No solo estaba la mayor parte de la doctrina contenida ya en la obra de Charles Bell, sino que el primero de los dos principios más fundamentales de Müller estaba implícito en la idea de Locke sobre las "cualidades secundarias" y el segundo incorporaba una idea sobre los sentidos que hacía mucho tiempo que era generalmente aceptada. Lo que tenía verdadera importancia en Müller era su sistematización de estos principios en un manual de fisiología que sirvió a toda una generación de estudiantes como referencia estándar sobre el tema y la legitimidad que prestó a la doctrina con el peso de su prestigio personal.
Después de Müller, los dos problemas mente-cuerpo, la relación de la mente con el cerebro y el sistema nervioso y la relación de la mente con el mundo, estaban inextricablemente unidos. A pesar de que Müller no exploró por sí mismo las implicaciones de su doctrina para la posibilidad de que la correlación final de las cualidades sensoriales pudiera ser ligada a centros especializados del córtex cerebral o desarrollar una psicofísica sensorial, su principio de especificidad puso las bases para la eventual localización de la función cortical y su opinión de la función epistemológica del sistema nervioso ayudó a definir el contexto en el que las técnicas para la medición cuantitativa de la relación mente/mundo surgiera en la psicofísica de Fechner.
3. Mente, cerebro y psicología experimental de la conciencia
El comienzo formal de la psicología experimental lo encontramos en la obra de Gustav Theodor Fechner (1801-1887) que encontramos . Antes de Fechner, como dice Boring (1950), había solo fisiología psicológica y psicología filosófica. Fue Fechner "quien realizó con rigor científico los primeros experimentos que pusieron las bases para la nueva psicología y su metodología" (p. 275).
Fechner nació en Gross-Sächen, Prusia. A la edad de 16 años se matriculó en medicina en la Universidad de Leipzig donde estudió anatomía con Weber. En poco tiempo recibió el título de médico pero su interés, sin embargo, se dirigió hacia la física y las matemáticas. Hacia 1824, estaba daba conferencias de física y en 1834, con más de 40 publicaciones en su haber, entre ellas un importante artículo sobre la medida de la corriente continua, fue nombrado profesor de física en Leipzig. Los intereses psicológicos de Fechner comenzaron a manifestarse hacia finales de 1830 en artículos sobre la percepción de los colores complementarios y subjetivos. En 1840, el año en el que apareció un artículo sobre las imágenes posteriores subjetivas, Fechner sufrió un colapso nervioso. Exacerbado por una dolorosa lesión en los ojos, contraída mientras miraba el sol durante su investigación, Fechner sufrió ceguera temporal y postración. Dimitió de su plaza en Leipzig y estuvo durante un largo periodo en un virtual cautiverio durante el cual sus intereses se tornaron crecientemente hacia la metafísica. En 1848, el año de su retorno a la universidad como profesor de filosofía, completó Nanna, oder Über das Seelenleben der Pflanzen, un tratado metafísico que contenía su primer tratamiento filosófico explícito del problema de la relación entre la mente y el cuerpo.
En Nanna, y en el más importante Zend-Avesta (1851), Fechner bosquejó una teoría mente/cuerpo del aspecto dual monista y panpsíquica. En una famosa metáfora, más tarde adoptada por Lewes, Fechner conectó el universo, que es uno pero al mismo tiempo tanto conciencia activa como materia inerte, a una curva que puede ser contemplada desde un punto de vista como convexa y desde otro como cóncava y a pesar de ello mantener su esencial integridad. En línea con su enfoque del problema mente/cuerpo, Fechner elaboró el futuro programa de la psicofísica –para demostrar la unidad de la mente y el cuerpo empíricamente, relacionando el incremento de la energía corporal con el correspondiente incremento de la intensidad mental.
Entre 1851 y 1860, Fechner elaboró los fundamentos para medir indirectamente la sensación en términos de la unidad de las diferencias observables exactas entre dos sensaciones, desarrolló sus tres métodos psicofísicos básicos (el de las diferencias observables exactas, el de los casos correctos e incorrectos y el del error promedio) y realizó los clásicos experimentos sobre distancia táctil y visual, luminosidad visual y pesos elevados, que constituyen una gran parte del primero de los dos volúmenes de Elemente der Psychophysik. El objetivo de Fechner en los Elemente era establecer una ciencia exacta de las relaciones funcionales entre los fenómenos físicos y mentales. Distinguiendo entre psicofísica interior (la relación entre sensación y excitación nerviosa) y exterior (la relación entre sensación y estímulo físico), Fechner formuló su famoso principio de que la intensidad de una sensación se incrementa a lo largo del estímulo (S = k log R) para caracterizar las relaciones psicofísicas externas. Al hacer esto, creyó haber alcanzado el camino para demostrar una verdad filosófica fundamental: que la mente y la materia son simplemente diferentes modos de concebir una y la misma realidad.
Aunque el mensaje filosófico de los Elemente fue ignorado durante mucho tiempo, sus contribuciones metodológicas y empíricas no lo fueron. Fechner podría haberse opuesto a la metafísica materialista; pero era un sistemático experimentador bien preparado y un competente matemático y el impacto de su obra sobre científicos como Helmholtz, Ernst Mach, A.W. Volkmann, Delboeuf y otros era científica más bien que metafísica. Combinando la innovación metodológica en la medición con la experimentación cuidadosa, Fechner fue más lejos que Herbart al responder a la segunda objeción de Kant respecto a la poibilidad de una psicología científica. Los fenómenos mentales, mostró Fechner, pueden no sólo ser medidos sino medidos en términos de sus relaciones con los fenómenos físicos. Realizando esta proeza, Fechner demostró las posibilidades de la exploración experimental cuantitativa de la fenomenología de la experiencia sensorial y estableció la psicofísica como uno de los métodos centrales de la recientemente aparecida psicología científica.
Cuando Fechner estaba dando los últimos retoques a sus Elemente, un joven fisiólogo, Wilhelm Wundt (1832-1920), conseguía una plaza como ayudante de Helmholtz, que había venido de Heidelberg a Bonn para dirigir el Physiological Institute. Wundt había nacido en Neckarau, cerca de Mannheim y recibió su primera educación con un tutor privado y en el Bruchsal Gymnasium. A la edad de 19 años, fue a estudiar medicina a Tübingen, donde su tío, Friedrich Arnold, ocupaba la cátedra de anatomía y fisiología. Durante su primer semestre de verano, trabajó intensamente en el estudio de la anatomía cerebral bajo la dirección de Arnold y al final del verano había ya decidido seguir la carrera de fisiología. Cuando su tío se dirigió a Heidelberg para dirigir el Institute of Anatomy, Wundt le siguió, terminando sus estudios de medicina en 1855. Después de un año de trabajo en el hospital y de un viaje a Berlin para un semestre de estudios con Müller y Du Bois-Reymond, Wundt regresó a Heidelberg en 1857 como Dozent en fisiología, llegando a ser ayudante de Helmholtz al año siguiente.
Durante este periodo, Wundt parece haberse beneficiado poco de su contacto con Helmholtz. Realizando la mayor parte de su trabajo experimental en su propia casa en su tiempo libre, Wundt comenzó el estudio de la percepción sensible que le condujo a una serie de publicaciones reunidas, en 1862, como su Beiträge zur Theorie der Sinneswahrnehmung. El Beiträge constaba de seis artículos previamente publicados sobre la percepción sensible precedidos de una introducción metodológica. En estos artículos, Wundt aportó las bases de una teoría psicofísica de la percepción del espacio (incluida alguna discusión sobre la necesidad de la inferencia inconsciente, aparentemente alcanzada independientemente de Helmholz), revisó la historia de las teorías de la visión, analizó la función psicológica de las sensaciones provenientes de la acomodación visual y del movimiento del ojo, presentó los resultados de experimentos sobre los efectos del contraste binocular y la fusión estereoscópica, y afirmó, contra Herbart, que el contenido de la conciencia en un instante dado siempre consiste en una percepción simple, inconsciente e integrada.
A pesar de que el cuerpo del Beiträge es importante por derecho propio para ejemplificar la dirección que estaba tomando la obra de Wundt, es su introducción sobre el método, escrita específicamente para el Beiträge, el que señala el comienzo del proyecto de una psicología experimental en Wundt. Rechazando una fundamentación metafísica de la psicología, Wundt afirmó la necesidad de superar las limitaciones del estudio directo de la conciencia por medio de métodos genéticos, comparativos, estadísticos, históricos y, particularmente, experimentales. Sólo de este modo, sugirió, sería posible llegar a una necesaria comprensión de los fenómenos conscientes como"productos complejos de la mente inconsciente" (p. xvi). Cuando el joven Wundt estaba ocupado en reflexionar sobre los prerrequisitos de una psicología experimental, Helmholz, su inmediato superior, director del Instituto, estaba ya ocupado en realizar un programa semejante. Hermann Ludwig Ferdinand von Helmholtz (1821-1894) había nacido en Potsdam y se educó en el Potsdam Gymnasium y en el Friedrich Wilhelm Medical Institute de Berlin. En Berlin estuvo bajo la influencia de Müller y en 1842, a los 21 años de edad, se graduó en medicina e ingresó en la profesión como médico del ejército prusiano. En reacción al vitalismo de Müller, que rechazaba, Helmholtz se interesó por clarificar las bases fisiológicas del celo animal, un fenómeno utilizado muchas veces para justificar el vitalismo. Esto le condujo en 1847 a escribir un famoso articulo sobre la conservación de la energía, que le proporcionó la oferta de la cátedra de fisiología en Königsberg, donde permaneció desde 1848 a 1855. En 1855, se trasladó a Bonn y desde Bonn, en 1858, a Heidelberg para trabajar como director del Institute of Physiology. Fue durante los periodos de Bonn y Heidelberg cuando Helmholtz hizo sus contribuciones más fundamentales a la recientemente aparecida psicología experimental. Desde 1856 a 1866, el Handbuch der physiologischen Optik apareció en partes separadas que fueron reunidas en un volumen en 1867. En 1863, cuando la Optik había ya aparecido, Helmholtz publicó Die Lehre von den Tonempfindungen. Aunque aquí nos centraremos en la Optik, estas dos obras tomadas juntas definen la problemática de la psicología experimental de la percepción visual y auditiva en las décadas que siguieron.
En la Optik, Helmholtz amplió la doctrina de Müller de las energías específicas de los nervios para ofrecer una teoría comprehensiva de la visión del color y su famosa teoría de la inferencia inconsciente de la percepción. En la teoría de la visión del color, Helmholz argumentó que así como las diferencias entre las sensaciones de sonido y luz reflejan las cualidades específicas de los nervios auditivos y visuales, las sensaciones de color pueden depender de diferentes clases de nervios en el interior del sistema visual. Dado que las leyes de la mezcla del color sugieren que virtualmente todo matiz puede ser obtenido por distintas combinaciones de los tres colores primarios, le parecía a Helmholz que el matiz percibido, el brillo y la saturación del color debían ser derivados de diversas actividades en las tres clases primarias de fibras nerviosas en el ojo.
En su teoría de la percepción, Helmholz partía del reconocimiento de que la doctrina de las energías nerviosas específicas de Müller implicaba el hecho de que las sensaciones no permiten un acceso directo a los objetos y fenómenos sino que sólo sirven a la mente como señales de la realidad. La percepción, desde este punto de vista, requiere un proceso lógico, activo, inconsciente y automático por parte del perceptor que utiliza la información suministrada por la sensación para inferir las propiedades de los objetos y fenómenos externos. a este respecto, Helmholz anticipó gran parte de la posterior psicología cognitiva de arriba abajo [top-down].
En un periodo más temprano, Helmholz había hecho también otras grandes contribuciones a la fisiología. Estimulando los nervios a diferentes distancias desde un músculo y midiendo el tiempo en que se producía la contracción muscular, estimó la tasa de recorrido del impulso nervioso, y en el proceso introdujo de paso la técnica del tiempo de reacción en fisiología. Entre 1865 y 1868, otro gran fisiólogo, Franciscus Cornelis Donders (1818-1889) asimiló el procedimiento del tiempo de reacción a la psicología, empleandolo para estudiar el tiempo ocupado por las operaciones mentales. Donders nació en la ciudad de Tilburg, en los Países Bajos, y entró en la Universidad de Utrecht como estudiante de medicina a la edad de 17 años. Después de graduarse, ingresó en el ejército como cirujano y, a la edad de 24 años, fue invitado a dar clases en la Military Medical School de Utrecht. Cinco años después se ofreció a Donders una plaza como extraordinarius en la University of Utrecht, que aceptó, permaneciendo allí el resto de su carrera.
En 1865, Donders publicó una comunicación preliminar en la que informaba del trabajo realizado con un estudiante, Johan Jacob de Jaager, y sintetizó más completamente en la disertación doctoral de Jaager, De physiologische tijd bij psychische processen (1865). Concluyendo que el tiempo de reacción era aditivo, Donders evaluó separadamente el tiempo para responder a los estímulos bajo condiciones de elección y de simple no elección. Deduciendo la simple a partir del tiempo de reacción con elección, Donders calculó el intervalo que tomaba el proceso de decisión. En 1868, en un clásico artículo aparecido en alemán, "Die schnelligkeit psychischer Processe", Donders aportó el informe definitivo de los resultados de su obra y su extensión a los tiempos de discriminación. A pesar de que los hallazgos específicos de Donders son actualmente de poco interés, su utilización de la técnica de reacción para medir el tiempo tomado por los procesos mentales ejerció un mayor impacto sobre sus contemporáneos y el tiempo de reacción se impuso, junto con la psicofísica, como uno de los métodos preferidos en los primeros laboratorios experimentales.
Cuando Donders investigaba el tiempo de reacción, Wundt, ya en Heidelbeg, comenzó a trabajar en dirección a la concepción de psicología fisiológica que iba a servir de fundamento a su método sistemático de experimentación. En 1867, en una nueva publicación trimestral de psiquiatría fundada por Max Leidesdorf y Theodor Meynert, Wundt publicó un artículo, "Neuere Leistungen auf dem Gebiete der physiologischen Psychologie". Bajo la bandera de la psicología fisiológica, revisó la literatura reciente sobre la percepción del espacio visual y la medida del tiempo que tomaban las operaciones mentales. Como consecuencia de su revisión, Wundt ofreció una serie de conferencias sobre psicología fisiológica en el invierno de 1867/1868. Estas conferencias se repetirían de nuevo, en 1872/1873, cuando estaba preparando el texto que Boring (1950), impregnado como estaba en la tradición Wundt-Titchener, llamó "el libro más importante en la historia de la psicología moderna" (p. 322).
Publicado en dos partes, en 1873 y 1874, el Grundzüge der physiologischen Psychologie fue el primer manual de gran amplitud de psicología experimental moderna. Fue, como Boring nos dice, "por un lado, el resultado concreto de los desarrollos intelectuales de Wundt en Heidelberg y el símbolo de su metamorfosis de fisiólogo a psicólogo, y, por otro lado... el comienzo de la nueva ciencia ‘independiente’" (Boring, p. 323). A pesar de que las teorías elaboradas en el Grundzüge cambiaron durante la cinco grandes revisiones en las que amplió la obra de uno a tres volúmenes, la estructura esencial del sistema de Wundt, "su colosal argumento a favor de una psicología experimental" (Boring, p. 323), había sido llevado a cabo razonablemente bien en 1874.
En ese año, Wundt aceptó la invitación de la University of Zurich, donde permaneció sólo un año, trasladándose en 1875 a Leipzig para asumir la cátedra de filosofía. A pesar de que Boring (1950) afirma que después de su llegada a Leipzig Wundt llevó a cabo demostraciones experimentales complementarias a sus conferencias, no hay evidencia de ello (Bringmann et al., 1980). Ciertamente, parece que desde 1875 a 1879, Wundt se dedicó ampliamente a las obligaciones de su nuevo cargo como profesor.
Sin embargo, el 24 de marzo de 1879 Wundt dirigió una petición al Ministerio de Educación inglés en la que solicitaba formalmente una asignación financiera regular para el establecimiento y sostenimiento de una colección de aparatos psicofísicos. A pesar de que la petición fue denegada, parece que Wundt en el invierno de 1879/1880 permitió a dos estudiantes, G. Stanley Hall y Max Friedrich, "a ocuparse de tareas de investigación" (Wundt, 1909, p. 1). Esta investigación tuvo lugar en una pequeña aula del Konvict Building que le había sido asignada a Wundt como almacén. A pesar de su humildad, este pequeño espacio constituyó el primer laboratorio del mundo dedicado a la nueva investigación psicológica.
La psicología experimental nació con Fechner, se crió con Helmholtz y Donders y echó a andar con Wundt. Hasta su jubilación en 1917, Wundt hizo el papel de padre de facto de la "nueva" psicología. Estudiantes de todo el mundo, especialmente desde los Estados Unidos, viajaron a Leipzig a aprender la técnica experimental y retornaron a sus instituciones de origen imbuidos del espíritu de la psicología científica.
LA PSICOLOGÍA EN AMÉRICA

1. Mente, cuerpo y cultura: la psicología americana antes de William James
En los 138 años que separan los Elementa Philosophica (1752) de Samuel Johnson de los Principles of Psychology de William James, fue publicado en América un rico y sorprendentemente amplio cuerpo de material que trataba directamente temas psicológicos. Antes de 1890, cuando los Principles aparecieron por primera vez, más de 350 autores habían contribuido con muchas obras a un rápido desarrollo de la literatura psicológica. Aunque la inmensa mayoría de este cuerpo era probablemente desconocido para James, el hecho tuvo que crear en América un clima excepcional de opinión respecto a la naturaleza de la mente, las relaciones entre la mente y el cuerpo, los estados mentales excepcionales, la salud y la enfermedad mental. Y James, siendo la quintaesencia de la mentalidad americana, llegó a la madurez intelectual respirando el aire de este clima.
Un detallado análisis de la psicología americana nos desviaría lejos de nuestro rumbo y mucho más allá de los límites disponibles. Fay (1939) ha escrito una útil introducción a este proceso, pero su relato está exclusivamente centrada en la filosofía mental y cubre la obra de sólo unos 60 de los 350 o más autores cuyos escritos podrían ser incluidos potencialmente en un estudio semejante. Aquí, para ilustrar el sentido profundo y el interés de esta literatura y aportar evidencias sobre la magnitud con la que las ideas psicológicas habían invadido la cultura americana a fines del siglo XIX, nos centraremos brevemente en un pequeño número de autores cuyas obras justifican todavía su lectura y cuyas ideas tocan directamente sobre el tema de la mente o del problema mente-cuerpo.
Jonathan Edwards (1703-1758), teólogo puritano y filósofo, nació en East Windsor, Connecticut, y estudió filosofía, especialmente el Essay de Locke, en Yale bajo la dirección de Samuel Johnson. Antes incluso de su graduación en 1720, los intereses psicológicos de Edwards ya le habían conducido a componer un pequeño escrito sobre "la Mente". En 1729 adquirió el ministerio en Northampton (para un interesante relato de la vida de Edwards durante este periodo, ver Tracy, 1980); y allí, durante 20 años, escribió y predicó un estricto calvinismo. En 1748, fue despedido de Northampton por una disputa con sus feligreses y se trasladó a Stockbridge. En Stockbridge escribió A Careful and Strict Enquiry into the Modern Prevailing Notions of that Freedom of Will, Which is Supposed to be Essential to Moral Agency, Vertue and Vice, Reward and Punishment, Praise and Blame, que apareció en 1754.
El Enquiry de Edwards, que fue muy leído y debatido, refleja el idealismo del platonismo puritano y el empirismo de Locke en una mezcla no muy diferente a la del inmaterialismo de Berkeley. Así como el intelecto humano es el recipiente pasivo de las impresiones e ideas provenientes de Dios, será también el recipiente pasivo de los motivos o causas morales que se presentan por medio del entendimiento. La acción de la voluntad está completamente determinada por estas causas; y dado que estas causas motoras están producidas por Dios, la voluntad humana está determinada por la divinidad. La libertad es solo la ausencia de impedimentos para la acción.
Benjamin Rush (1746-1813), médico, patriota firmante de la Declaración de Independencia, nació en Philadelphia y fue educado en el College of New Jersey (hoy Princeton University). Desde 1766 hasta 1768 estudió medicina con William Cullen en Edinburgh, donde asistió a la facultad de psicología de Reid. Al volver a las colonias en 1769, se hizo cargo de una plaza de profesor en el College of Philadelphia (más tarde University of Pennsylvania). Como médico, es más conocido por sus innovaciones teóricas y terapéuticas en psiquiatría; pero bajo la influencia de la tradición escocesa y el asociacionismo psicológico de Hartley, también elaboró y enseñó su propia versión de la psicología fisiológica para varias generaciones de estudiantes americanos (para un relato autobiográfico, ver Rush, 1948).
El 27 de febrero de 1786, a instancias de Benjamin Franklin, Rush impartió el discurso anual de la Asociación Filosófica Americana, publicado como An Enquiry into the Influence of Physical Causes upon the Moral Faculty. Al definir la facultad moral a la manera de los filósofos escoceses como "un poder en la mente humana para distinguir y escoger entre lo bueno y lo malo" (pág. 1), Rush hizo una aguda distinción entre acción moral y opinión moral o conciencia; y, en una amplia serie de analogías de los poderes intelectuales, intentó demostrar que las causas físicas tales como el tamaño del cerebro, la herencia, la enfermedad, la fiebre, el clima, la dieta, la bebida y las medicinas entre otras pueden afectar al ejercicio de la facultad moral. Aproximadamente 50 años antes de la introducción del término "enfermedad moral" por Prichard (1835), Rush propuso los términos "micronomia" y "anomia" para la acción parcial o debilitada y la total ausencia de la facultad moral respectivamente, y sugirió que tales defectos caen dentro del campo de acción del médico psicólogo.
Joseph Parrish (1779-1840), médico, nació en Philadelphia, estudió medicina con Caspar Wistar y recibió el título de doctor en Medicina en la University of Pennsylvania en 1805 con una Inaugural Dissertation on the Influence of the Passions upon the Body. Este pequeño pero excepcional tratado fue mucho más allá de las nociones psicosomáticas generales del periodo para clasificar las pasiones en dos categorías sobre la base de sus efectos psicológicos y sus posibilidades terapéuticas: las que aumentan la fuerza del corazón y las arterias y, por consiguiente, actúan como estimulantes; y las que reducen la actividad del cuerpo, produciendo un efecto sedante. Usadas apropiadamente y en una dosis adaptada a la fortaleza del paciente, afirmaba Parrish, las pasiones pueden ser empleadas eficazmente como remedios mentales.
Joseph Buchanan (1785-1829), médico, educador, inventor, jurista y periodista, nació en Washington County, Virginia, se trasladó a Tennessee en 1795 y a Kentucky en 1804. Su educación formal consistió en 14 meses de escuela elemental y secundaria y un año en la Transylvania University donde no obstante consiguió el título de bachiller basado en su personal programa de estudios. En Transylvania, fue introducido en la obra de Erasmus Darwin, Hume, Locke, y Hartley por el Dr. Samuel Brown, con el que estudió medicina (ver Adams y Hoberman, 1969, para una breve narración de la vida y la obra de Buchanan).
Con el estímulo de la promesa de una plaza de profesor en una Medical School en Transylvania, que nunca llegó a ser realidad, Buchanan compiló una serie de lecciones explicando sus opiniones sobre la psicología fisiológica. Fueron publicadas en 1812 como The Philosophy of Human Nature, una obra que es incuestionablemente la más original contribución americana a la psicología antes de William James. Impresa en la frontera americana sólo un año después de la circulación privada de Idea of a New Anatomy of the Brain de Bell, 8 años antes de las Lectures de Brown, 12 años antes del Beobachtungen de Purkyne, y 14 años antes de que Müller estructurara la doctrina de las energías nerviosas específicas, entre otras, la Philosophy of Human Nature de Buchanan fue una notable anticipación de los desarrollos posteriores de la psicología asociacionista, la fenomenología visual y la psicofisiología sensorio-motora.
Entre varias contribuciones originales, Buchanan parece haber sido el primero en definir la Ley de la Ejercitación, normalmente atribuida a Thomas Brown: "Cada acción o proceso de excitación -escribió- llega a ser más fácilmente estimulado en proporción a su ejercicio frecuente y obligado" (pág. 71). Su tratamiento de la sensación lo realiza a partir de los informes de la fenomenología de sus propios experimentos visuales. "La excitación -afirma- es proporcional a los estímulos y la excitabilidad, y... es facilitada por la repetición" (pág. 92). "Cada proceso de excitación sensual tiene una tendencia a continuar luego que el estímulo ha cesado; y esta tendencia es proporcional a la cantidad de excitación que permanece y a la fuerza de la estimulación precedente" (pág. 96). Por último, estando de acuerdo con aquellos que sostienen "que la mente es sólo un estado orgánico de la materia" (pág. 3), define la "excitabilidad" como "esa propiedad de la materia organizada... que es la fuente de todos sus movimientos espontáneos o propios" (pág. 51), y esbozando una noción de "estímulo" como "un cambio en la influencia ejercida sobre la sustancia vital por agentes externos" (pág. 58), Buchanan esquematizó los prerrequisitos conceptuales para un asociacionismo sensorio-motor antes de que Bain o Spencer hubieran tan siquiera nacido.
Thomas Cogswell Upham (1799-1872), filósofo y educador, nació en Deerfield, New Hampshire, y se educó en el Dartmouth College y en el Andover Theological Seminary. En 1824, tres años después de graduarse en Andover, Upham fue nombrado profesor de filosofía mental y moral en el Bowdoin College, donde permaneció hasta su jubilación en 1867. El producto de las lecciones de Upham en Bowdoin están contenidos en los Elements of Intellectual Philosophy48, un texto que, en sus numerosas encarnaciones y ediciones, dominó la escena americana durante cincuenta años.
Los primeros trece capítulos de los Elements de Upham aparecieron en una edición preparatoria en 1826, y fueron seguidos en 1827 por el texto completo. En su primera edición, Upham resistió la tentación de realizar una clasificación de las actividades mentales. Hacia 1831, sin embargo, cuando amplió su obra a dos volúmenes con el título de Elements of Mental Philosophy, había adoptado una clasificación doble en términos de intelecto y sensibilidad. Después de 1834, cuando publicó su Treatise on the Will, Upham ofreció una clasificación tripartita; y este sistema alcanzaba su forma final en 1869, en los Elements of Mental Philosophy; Embracing the Three Departments of the Intellect, Sensibilities, and Will.
De orientación ecléctica en general, Upham extrajo la principal inspiración para la primera edición de su libro de texto de Locke y Reid, retornando a Brown en posteriores ediciones. Su tratamiento de la voluntad refleja un intento de llegar a un compromiso entre un predeterminismo ontológico heredado de sus antecesores calvinistas y la evidencia de la conciencia en lo que se refiere a la libertad mental. En realidad, la más importante contribución de Upham al pensamiento y la cultura americanas debe haber sido que introdujo a varias generaciones de estudiantes americanos a la exploración de la experiencia consciente humana como fuente de la comprensión psicológica.
Catherine Esther Beecher (1800-1878), hija de Lyman Beecher, hermana de Harriet Beecher Stowe y Henry Beecher, escritor y educador, fue quien, casi sin ayuda, creó el ideario del siglo XIX de la mujer americana como ama de casa profesional, educadora y guardiana de la moralidad de la nación. Nació en Hampton, Long Island, y se educó en Miss Pierce's School en Litchfield, Connecticut. En 1823, después de que su prometido se ahogara en un naufragio (ver Sklar, 1973 para una brillante biografía de Beecher), ella y su hermana Mary se trasladaron a Hartford para abrir un colegio femenino.
En Hartford, a beneficio de sus estudiantes, preparó e imprimió la obra anónima Elements of Mental and Moral Philosophy, Founded Upon Experience, Reason, and the Bible. Buscando una respuesta a la cuestión "¿Qué debemos hacer para salvarnos?" y una guía para la interpretación de la Biblia en las leyes de la mente, Catherine Beecher se convirtió en una de las primeras, si no la primera, en aplicar el análisis psicológico directamente a los asuntos teológicos. Poco segura del recibimiento que recibiría su obra, lo había impreso, encuadernado y enviado a las mayores lumbreras teológicas de la época para su comentario crítico. Desafortunadamente, sus temores estaban justificados y la reacción (tal vez impulsada más bien por la autoría femenina del libro que por su contenido) fue lo suficientemente crítica para que Beecher retirara el libro de circulación. Nunca realmente publicado o vendido, los Elements de Beecher es uno de los libros más extraordinarios de la historia de la psicología americana.
Amariah Brigham (1798-1849), psiquiatra, nació en New Marlboro, Massachusetts; estudió medicina con el Dr. Edmund C. Peet, y comenzó su ejercicio profesional en 1821 en Enfield, Massachusetts. En 1828/1829, pasó un año viajando y asistiendo a conferencias en Inglaterra, Escocia, Francia e Italia. Dos años después de su retorno, se trasladó a Hartford donde entró en contacto con Eli Todd, superintendente de la Hartford Retreat. Las opiniones psiquiátricas de Brigham reflejan una combinación de su propia introducción al tratamiento moral (psicológico) en las obras de los alienistas británicos y franceses con el método práctico de Todd para el tratamiento de los locos (ver Carlson, 1956, para una breve visión de conjunto de la vida y la obra de Brigham).
En 1832, Brigham publicó su Remarks on the Influence of Mental Cultivation upon Health. Por aquel tiempo, crecía el miedo a que el sistema nervioso humano estuviera mal adaptado para afrontar la creciente complejidad de la vida "moderna" y que, como resultado de ello, las enfermedades mentales estuvieran aumentando. La obra de Brigham fue la primera contribución publicada a una higiene mental recopilada para uso popular. Escrita para detener la "creciente marea de la locura", proveyó al lector medio consejos para la adecuada educación de los niños, la importancia de la salud física, los peligros de la excitación mental excesiva y la necesidad de mejorar la educación de las mujeres. Por primera vez, la importancia de mantener la salud mental llegó a ser parte del ideal cultural americano.
Charles Poyen Saint Sauveur (fechas desconocidas) fue discípulo de Puységur y se autoproclamó profesor de magnetismo animal. Llegó a América desde Francia en 1836. Nada parece conocerse de su vida anterior. Lo que se conoce de su carrera profesional en América procede casi enteramente de su Progress of Animal Magnetism in New England, publicado en 1837. Tras su llegada a América, Poyen comenzó su gira por New England, dando conferencias y haciendo demostraciones de magnetismo animal. Sacando a escena a voluntarios entre el público, Poyen tenía frecuentemente éxito en inducirles en un trance, produciendo los fenómenos usualmente asociados. Aunque el ambiente circense de estos entretenimientos mesméricos estaba bien calculado para añadir credibilidad científica al mesmerismo, las conferencias-demostraciones de Poyen, como Fuller (1982) ha sugerido, dieron un eficaz estímulo "a las fantasías del público sobre los novedosos ‘hechos’ de la naturaleza humana" (pág. 19)
Cuando se extendió el mesmerismo, llegó a ser parte de un movimiento cultural americano mucho más amplio, alejado de la religión establecida y dirigido hacia una religiosidad estética que ponía el acento en el logro de una armonía interior a través del desarrollo del yo, la exploración de poderes de la mente humana antes ocultos y el contacto trascendental con planos espirituales y poderes superiores (Dios, el éter, el fluido magnético, las vibraciones cósmicas). El swedemborgismo, el universalismo y el espiritualismo, que desde sus comienzos en 1848 en Hydesville, New York, habían reunido más de once millones de adeptos hacia 1870, encontraron en el mesmerismo una concepción de la mente en relación con las esferas superiores que era compatible con sus presupuestos y presumiblemente científica. La cura mental (Christian Science, New Thought), que tuvo sus orígenes en la obra de Phineas Parkhurst Quimby (ver Fuller, 1982, para una excelente narración de estos desarrollos), también derivaba indirectamente de Poyen, puesto que fue en una demostración escénica de Poyen en Belfast, Maine, donde se interesó Quimby por primera vez por el mesmerismo. A finales de los 70, los fenómenos físicos, las sesiones espiritistas, los estados de trance hipnótico y la cura mental eran fenómenos familiares para los americanos más cultos.
Elizabeth Ricord (1788-1865) nació en Long Island y fue educada en privado. Desde 1829 hasta 1840, el año en el que publicó sus Elements of the Philosophy of Mind, Applied to the Developement of Thought and Feeling, Ricord trabajó como directora del Geneva Female Seminary en Geneva, New York. Sus Elements consistía en materiales, la mayor parte derivados de la obra deVictor Cousin, que habían sido compilados por Ricord para sus conferencias de filosofía mental (ver Scarborough, 1992, para una ulterior discusión de la vida y la obra de Ricord).
Lo que hace que la obra de Ricord sea virtualmente única para el periodo es su expresión de las diferencias de género en el carácter, especialmente la advertencia de la ausencia en las mujeres del hábito de una paciente atención. Esto lo atribuye al hecho de que "Las primeras percepciones de sus mentes están dirigidas a las minucias de los asuntos domésticos... el sistema adoptado para su educación las deja fuera de los estudios que ayudan a formar el carácter... el tiempo que se les asigna para el estudio de las ciencias, no siendo suficiente para establecer hábitos de pensamiento, no puede ayudarles en su vida posterior a resistir los caprichos de la fantasía" (pág. 134). Ricord, como Beecher, se dedicó a encumbrar el estatus de la mujer por medio de la educación; y, como Beecher, hizo del estudio de la mente el punto de partida para ese esfuerzo.
Laurens Perseus Hickok (1798-1888), considerado generalmente como el primer filósofo sistemático de América, nació en Bethel, Connecticut y se educó en el Union College, donde trabajó como profesor de filosofía mental y moral entre 1855 y1866 y como presidente desde 1866 hasta su jubilación en 1868. El principio fundamental en el que Hickok basó su sistema filosófico fue la compatibilidad esencial de los modos de pensamiento racional y empírico. Dado que las ideas fueron probadas en el campo empírico a través de sus consecuencias experimentales y en el campo racional por su coherencia interna, adecuadamente conducida, ambos métodos conducirán a los mismos hechos y principios y ninguno de ellos debía descuidarse a favor del otro. Manteniendo este principio, Hickok publicó una Rational Psychology (1849) y, en 1854, una Empirical Psychology. Esta última obra, un estudio introspectivo a escala completa del funcionamiento de la mente humana, sirvió, junto a la obra de Upham, para introducir a varias generaciones de estudiantes en el estudio de los fenómenos de la conciencia.
Noah Porter (1811-1892), sacerdote, filósofo y educador, nació en Farmington, Connecticut, y se educó en Yale, donde llegó a ser profesor de filosofía moral y metafísica en 1846 y presidente en 1871. Antes de 1853, la psicología de Porter se derivaba ampliamente de la filosofía mental escocesa que dominaba la escena americana. Estando estudiando en Berlín, durante el invierno entre 1853 y 1854, entró en contacto con Friedrich Adolf Trendelenburg, Friedrich Wilhelm Joseph von Schelling y el pensamiento alemán contemporáneo. Tras su regreso, se puso a trabajar en un curso básico de epistemología de la psicología científica, un programa que le condujo, en 1868, a la publicación de The Human Intellect, un libro al que Blau (1967) ha llamado "la mejor obra de psicología en inglés anterior a William James" (p. 413).
En The Human Intellect, que estaba dedicada a Trendelenburg, Porter aporta una extensa revisión del asociacionismo británico y de la psicología filosófica alemana, incluida la doctrina de la conciencia de Herbart. Para ello, añadió una recopilación de los experimentos de Weber sobre el tacto, de la teoría de la percepción sensible de Müller y de la teoría de los signos locales de Lotze. A pesar de que, de acuerdo con las ideas de la época, Porter era incapaz de concebir la psicología como una ciencia experimental, condicionado como estaba por el análisis introspectivo de la conciencia, fue el primer filósofo americano en tratar consistentemente los datos a partir de experimentos fisiológicos, utilizados como auxiliares de la empresa introspectiva.
Edward Hammond Clarke (1820-1877), médico y educador, nació en Norton, Massachusetts; se educó en el Harvard College, y recibió el título de medicina en Philadelphia en 1846. Tras un largo viaje y el ejercicio de la medicina privada en Boston, Clarke fue nombrado profesor de Materia Médica en la Harvard Medical School, una plaza que mantuvo hasta su vuelta a la medicina privada en 1872, cinco años antes de su muerte.
A su muerte, Clarke dejó inacabado un manuscrito sobre la naturaleza y los orígenes de las alucinaciones visuales analizadas en los términos de un completo asociacionismo, la psicología fisiológica basada en la obra de Bain, Carpenter, Ferrier y Wundt, entre otros. Preparada para su publicación póstuma por Oliver Wendell Holmes, el manuscrito de Clarke apareció en 1878 bajo el título de Visions: A Study of False Sight (Pseudopia.).
En Visions, Clarke desarrolló un cierto número de premisas fundamentales: que las alucinaciones visuales pueden ser comprendidas en términos del proceso de la visión normal, que la visión normal implica imágenes reflejas, acciones automáticas de complejos conjuntos de conexiones nerviosas localizadas en los centros superiores del cerebro y que bajo "condiciones anormales, los estímulos originados en el cerebro, sin la presencia de un objeto externo, puede excitar alguno de los centros del aparato visual, poniendo en marcha el proceso de la visión desde este punto" (pág. 220). Sobre la base de estas premisas, aportó una explicación fisiológica, notablemente moderna para la época, de una clase de fenómenos psicológicos –las alucinaciones visuales-, que eran de interés para una amplia audiencia. A este respecto, Clark refleja la preocupación común de la época en los estados mentales anormales y sus causas físicas.
George Miller Beard (1839-1883), médico, nació en Montville, Connecticut, se graduó en Yale en 1862 y en el New York's College of Physician's en 1866. Tras recibir su graduación, decidió casi inmediatamente especializarse en enfermedades del sistema nervioso en la universidad de New York, y un año después, en 1869, publicó en el Boston Medical and Surgical Journal, la primera descripción de la neurastenia, enfermedad que le haría mundialmente famoso. Fue seguida en 1880 por A Practical Treatise on Nervous Exhaustion (Neurasthenia), una extensa consideración de la sintomatología, naturaleza y tratamiento de esta nueva enfermedad.
Reuniendo un popurrí de unas tres docenas de síntomas físicos y mentales (incluidos el insomnio, la hiperestesia, y los pánicos morbosos), Beard caracterizó la neurastenia como un desorden nervioso "funcional". Con ello quería simplemente expresar su certidumbre en la unidad de la enfermedad y en la eventual identificación de una patología orgánica subyacente. Extremadamente dependiente de las metáforas de moda, Beard conceptualizó la neurastenia como una disminución o incluso como una completa anomalía en la energía del sistema nervioso, visto como un circuito cerrado de energía con una cantidad determinada de fuerza nerviosa. Los individuos hereditariamente infradotados de energía nerviosa pueden, en las exigencias variadas y presionantes de la vida del siglo XIX, sufrir una sobrecarga del circuito. El tratamiento, hecho a la medida del individuo, incluye típicamente una combinación de dieta, descanso (con o sin aislamiento) o trabajo, masaje, hidroterápia, laxantes, purgantes, tranquilizantes, medicamentos internos, terapia mental y galvanoterapia.
"Una década después de la muerte de Beard en 1883", comenta el historiador Charles Rosenberg (1962), "la diagnosis del agotamiento nervioso había llegado a ser parte del mobiliario de la mayor parte de los médicos" (pág. 258). La preocupación por el problema peculiar de las relaciones entre la mente y la función del sistema nervioso no estaba restringida a los filósofos y científicos. La neurastenia había reunido los fenómenos de trance hipnótico, el espirirualismo de los mediums, las alucinaciones, la locura, la salud mental, los fenómenos psíquicos, la cura mental y la naturaleza de la mente y la libertad como una moneda corriente entre los americanos cultos.
Fue en el seno de este contexto cultural que William James comenzó en 1878 a escribir los Principles of Psychology.

2. Conciencia biológica y experiencia de lo trascendente: William James y la psicología funcional americana
por EugeneTaylor
Harvard University Medical School

Todas las tendencias relativas al problema mente/cuerpo de finales del siglo XIX, tanto la cultura popular como la erudita, vistas retrospectivamente, parecen culminar en el funcionalismo del filósofo y picólogo americano William James (1842-1910). Nacido en un hotel de New York en 1842, hijo mayor de un filósofo excéntrico y religioso, Henry James Senior y hermano mayor del novelista Henry James, William James recibió su primera educación en Europa y América a manos de un conjunto de tutores privados políglotas, maestros de escuela provisionales y maestros de pintura, hasta que se embarcó en una instrucción regular en Harvard en 1861, al ingresar en la Lawrence Scientific School. Se pasó a la medicina en 1864 y se graduó en 1869. Luego, durante los siguientes cuarenta años, desarrolló su carrera profesional en psicología y filosofía .
James fue, ante todo, un heredero de la antigua filosofía moral. El gran profeta de la Armonía, Ralph Waldo Emerson (1803-1882) había sido su padrino y amigo íntimo de Henry James Senior (1811-1882). En Representative Men: Seven Lectures, Emerson predicó una psicología intuitiva de la formación del carácter y tomó prestadas las interpretaciones de Henry James Senior sobre el místico religioso Emanuel Swedenborg para definir el trascendentalismo como la realización de la conciencia superior en el interior de la personalidad individual. William James fue heredero de este swedemborgiano y de la psicología literaria trascendentalista (ver The Secret of Swedenborg de Henry James y la edición de William James de Literary Remains of the Late Henry James), pero fue obligado a adaptar su epistemología religiosa con los rigurosos dictados científicos de su propia época.
Así, en primer lugar llegó a ser un defensor de la conciencia como una fuerza eficaz en la evolución biológica de las especies. Siendo un joven estudiante de medicina en 1860, tomó partido por el darwinismo en Harvard y empezó su carrera literaria con escritos favorables a los efectos de la selección natural sobre la vida mental. La conciencia, advirtió, obedece las leyes de la variación y la selección. Aquellos caracteres intuitivos, que son propensos a accesos emocionales y producen arte y literatura, son talentos naturales cuya mente está en fermento constante, pueden ver analogías que otros no alcanzan, son pensadores originales cuyas asociaciones no tienen obstáculo alguno y personifican la conciencia como un campo de percepción que contiene un gran número de ideas para escoger entre ellas. Los dictados racionales y empíricos del mundo sensorial seleccionan luego lo que es o no adaptativo. Este modo de experiencia tiene generalmente gran importancia como una potente fuerza para la preservación de la raza.
Siendo un joven profesor de psicología en Harvard, James abordó el estudió de la conciencia a través de la fisiología experimental. En colaboración con Henry Pickering Bowditch y James Jackson Putnam en la Harvard Medical School, James reprodujo los experimentos de Meynert, Fritsch y Hitzig para establecer ciertos problemas en la controversia sobre la localización de las funciones cerebrales. Ampliando la obra de Bain y los asociacionistas británicos sobre la actividad ideomotora, desarrolló una teoría de los instintos sobre fundamentos biológicos y la asoció con el desarrollo psicológico de la emoción y el hábito. Llendo más allá de la psicofísica de Helmholtz y de Wundt, enlazó la explicación fisiológica de la percepción con la esfera del significado simbólico cuando afirmó, a partir de un punto de partida evolucionista, que cuando nos enfrentamos a una masa confusa floreciente y zumbeante, la atención a los estímulos exteriores está en su mayor parte en función del interés personal.
En la cumbre de su carrera profesional, en 1890, James produce el que tal vez es el más importante texto todavía aprovechable de la disciplina, su obra en dos volúmenes Principles of Psychology. En él, parte de una preocupación sobre el objeto en el centro de la atención y propugna que la psicología se desarrolla en torno a una psicología cognitiva de la conciencia. Su metáfora más duradera fue la del flujo del pensamiento. Pero las ideas nunca existen aisladas; lo que da color a los pensamientos y continuidad al flujo palpitante es el tono-sensible del pensamiento. Esa era su doctrina de las relaciones: así como los objetos pueden ser experimentados, también lo pueden ser las relaciones entre ellos. Así, dijo, cualquier psicología legítimamente científica puede explicar tanto el flujo del pensamiento como el sentimiento.
Inmediatamente después de la publicación y el éxito internacional de sus Principles, James volvió su atención hacia el papel de las actitudes y los valores sobre la salud y la enfermedad. Particularmente entre 1890 y 1902, revisó la literatura francesa y alemana sobre la psicopatología experimental y continuó los experimentos sobre hipnosis, escritura automática y otros fenómenos de disociación que había comenzado a finales de los años 80. Llegó a ser un intermediario de los más modernos desarrollos de la psicología experimental francesa del subconsciente y mantuvo correspondencia con Pierre Janet y Théodule Ribot sobre problemas relacionados con la patología de las emociones. Defendió ardientemente las prácticas psicoterapeúticas de los terapeutas mentales americanos contra los ataques de la profesión médica; y entre 1893 y 1896 impartió un seminario para graduados sobre psicopatología en Harvard que influyó a la siguiente generación de investigadores en psicoterapia científica.
La obra más importante de este periodo fueron sus Lowell Lectures de 1896 sobre Exceptional Mental States, que permanecieron inéditas. Los títulos de sus conferencias eran: Sueños e hipnotismo, Automatismo, Histeria, Personalidad múltiple, Posesión demoniaca, Brujería, Degeneración, y Genialidad. Las cuatro primeras proclamaron a James como el maestro de una moderna psicología dinámica del subconsciente, mientras el resto relacionaban el trabajo patológico del subconsciente con la esfera social.
Su principal afirmación era que la experiencia contiene algo más que la simple conciencia despierta y un tenebroso reino llamado el inconsciente. Más bien, la personalidad era una pluralidad de estados. La conciencia despierta era sólo un estado entre otros muchos, teniendo significación solamente para la supervivencia del organismo biológico en el mundo externo. Otras áreas de la experiencia humana en diferentes niveles de la persona existían simultáneamente al lado de la conciencia despierta. La conciencia, de hecho, era un campo con un centro y una periferia. Mientras el objeto en el centro de la atención podía permanecer idéntico a sí mismo, el fundamento de la percepción podía llegar a ser radicalmente alterado por fatiga, shock traumático o conflicto intrapsíquico de formas que la habitual explicación científica de la percepción no había tenido en cuenta. Las implicaciones de estos descubrimientos alterarían pronto, a su vez, la concepción de la ciencia de James.
Entretanto, en 1902, James hizo avanzar un paso adelante sus ideas sobre el problema mente/cuerpo: en sus Varieties of Religious Experience, investigó el papel de la experiencia trascendente en la reconstrucción de las vidas fragmentadas. La significación de la religión -dice allí- descansa en la experiencia de lo individual. El subconsciente -le parece- era la puerta a través de la cual brotan las experiencias transformadas que llamamos místicas –estados transitorios y pasivos a partir de los cuales el intelecto mismo puede ser derivado. Sean lo que sean, cuando llegan, la personalidad se ve permanentemente alterada. Pero la adecuación de estas experiencias -mantenía por otro lado- puede sólo ser probada en términos de sus frutos para la vida.
Estas evolucionadas concepciones de la conciencia, basadas en la evidencia experimental y corroboradas por testimonios vivos, empezaron a modificar, ya en 1890, la concepción previa de James sobre cómo podía ser legitimamente dirigida una psicología científica. Como culminación de su obra en psicología a lo largo de los años 90, James desarrolló una epistemología filosófica que creía era lo suficientemente sofisticada como para desafíar la supremacía del materialismo científico.
El fundamento de esta crítica, y el resultado lógico tanto de su estudio de los empirista británicos como del pragmatismo de C.S. Peirce, era su metafísica del empirismo radical. El enfoque de James era empírico, decía, porque lo circunscribía sólo a los hechos de experiencia. Era radical, sin embargo, en que exigía a la ciencia no ignorar ningún aspecto de la realidad que pudiera, de hecho, ser experimentado. La principal cuestión a la que se dirigía su filosofía era la dicotomía fundamental entre sujeto y objeto. Los factores subjetivos debían ser eliminados para que pudiera surgir una psicología objetiva. La estrategia del psicólogo era afirmar que la buena ciencia era positivista; esto es, no pretender explicaciones metafísicas o sobrenaturales para los fenómenos físicos, sino suponer que todo lo que necesitamos conocer era cognoscible a través del intelecto y los sentidos.
James había escrito sus Principles desde este punto de vista, pero la evidencia a partir de la psicopatología experimental sobre las emociones y los estados subconscientes le habían forzado a repensar el problema. Hacia la mitad de los años 90, enunció primero su opinión de que el proyecto de separar la ciencia positivista de la metafísica debía ser abandonado, ya que ninguna teoría científica estaba libre de metafísica. El positivismo, por ejemplo, estaba, él mismo, basado en una metafísica del fisicalismo; esto es, un conjunto de ideas preconcebidas sobre cómo el mundo físico podía ser estudiado.
Estas nuevas ideas, no obstante, planteaban dos nuevos problemas a James: primero, qué es la conciencia si no es una facultad independiente de los objetos; y segundo, cómo se podía reconciliar el conflicto entre distintas pretensiones de verdad, si la realidad era una función de tan diferentes estados de conciencia. A la primera cuestión, Jamés respondió en su artículo de 1904, "Does consciousness exist?". James escandalizó tanto a los filósofos como a los psicólogos al afirmar que la conciencia no existe como una entidad independiente sino como una función de experiencias particulares. La conciencia y el objeto deben ser considerados dentro del mismo complejo funcional. No puede definirse a uno sin el otro. Ahí tenemos el germen de la fenomenología, el contextualismo y el moderno análisis hermeneútico, de los cuales puede rastrearse su origen a través de varias rutas del camino de James.
La segunda cuestión fue abordada por James en sus Philosophical Conceptions and Practical Results, dirigido en 1898 a la Berkeley Union, y nuevamente en sus conferencias Lowell de 1906, publicadas en 1907 como Pragmatism, A New Name for Some Old Ways of Thinking. El pragmatismo -decía James- significa dos cosas. Era ante todo el modo de evaluar las pretensiones de verdad, no por la búsqueda de la verdad o falsedad de una definición primaria sino evaluando la afirmación en términos de sus consecuencias morales y estéticas. En otras palabras, dos diferentes verdades que producen el mismo resultado eran funcionalmente las mismas. En segundo lugar, también sugirió un modo de reconciliar las definiciones en conflicto de la realidad. La gente puede todavía mantener sus creencias individuales idiosincráticas si el resultado de estas diferentes creencias conducen a modos de conducta social comunes y validados consensualmente.
James no era tan ingenuo, sin embargo, como para pensar que había resuelto el dilema mente/cuerpo originalmente planteado por Descartes. Sólo mantenía que aunque la ciencia había establecido el escenario para una manipulación más sofisticada del problema, las verdaderas presuposiciones de la ciencia estaban siendo llamadas para ocuparse de él por medio del análisis. Esto significa para James que el lugar donde buscar una solución estaba más allá del lenguaje y, sin embargo, en el interior del dominio de la experiencia. Por esta razón, al final de su vida, ordenó a los psicólogos mantener una mente abierta y estudiar la caída del umbral de conciencia. En la extensión subliminal de los horizontes de la conciencia, encontramos alteraciones que señalan el verdadero centro de la vida y la identidad. Pero no comprenderemos esas alteraciones, dijo, ni en esta generación ni en la siguiente.