"Hay un pensamiento crítico que se desarrolla con fuerza"
por Alejandro Lavquén
Entrevista a José Miguel Varas, Premio Nacional de Literatura
Ganador del Premio Nacional de Literatura 2006, José Miguel Varas Morel es un prolífico escritor que también ha ejercido el periodismo y la crítica literaria. Entre sus libros están: Cahuín (1946), Sucede (1950), Porai (1963), Chacón (1967), Lugares comunes (1968), Historias de risas y lágrimas (1972), Las pantuflas de Stalin (1990), Neruda y el huevo de Damocles (1992), El correo de Bagdad (1994), La novela de Galvarino y Elena (1995), Cuentos completos (2001), Neruda clandestino (2003) y Los sueños del pintor (2005). Sobre su obra y otros temas, Varas conversó con Punto Final.
¿Qué connotación da usted al Premio Nacional de Literatura. En qué sentido puede cambiar la vida?
“Lo primero es que, en cierta medida, uno ya no dispone de su tiempo, porque es sometido a solicitaciones de la prensa y de los medios que quieren recoger opiniones sobre variados temas, como si hubieran obtenido un valor diferente por el solo hecho de que a uno le dieron el premio. También hay otro tipo de cosas, como invitaciones a ferias del libro, que eso sí me resulta siempre grato, aunque sea para mirar los libros y estar en contacto con la gente. Siempre que puedo, voy, invitado o no. Luego hay otras peticiones extrañas, de charlas y entrevistas. Por ejemplo, fui invitado a dar una charla sobre asuntos técnicos a un simposio de secretarias. Yo no sé qué podría decir en un simposio de secretarias. Al final, uno deduce que lo llevan para que alguien pueda decir ‘Miren, trajeron al Premio Nacional de Literatura’. Uno se convierte no en el niño símbolo, sino en el viejo símbolo”.
Tradicionalmente, el Premio Nacional es polémico, pero no fue así en esta ocasión. ¿Cómo ve este beneplácito?
“Es algo reconfortante desde el punto de vista de la reacción de la gente que tiene que ver con la literatura. Desde luego también hay algunos críticos, unos que hablan con fundamento y otros que dicen cosas de pura mala leche. Pero son poquitos en realidad, y no es lo principal. A mí me ha conmovido el hecho que una cantidad importante de personas me ha declarado por teléfono o por carta que consideran que el premio también les pertenece, que se identifican con el premio, o se identifican conmigo en relación con el premio. Lo cual, evidentemente, es un fenómeno que yo consideraría no sólo literario sino también político, pues este premio va a una persona que no es del establishment, que no pertenece a los grupos dominantes del país y que ha tenido una posición sostenida contra la dictadura y contra las fuerzas vinculadas con la dictadura, contra la derecha para ponerlo más crudamente. Entonces, todo eso produce una cierta emoción y un sentido de responsabilidad más acentuado”.
Siempre se habla de generaciones en la literatura. ¿Usted se siente representante de alguna generación o promoción de escritores?
“Yo no creo mucho en eso de las generaciones, pienso que es más una necesidad de los historiadores y críticos, que de alguna manera procuran clasificar a los autores por razones de claridad de exposición. Evidentemente, quienes han nacido en determinado momento y desarrollado su obra en un período histórico determinado han estado sujetos a condicionamientos muy similares, de manera que debe haber relaciones entre las obras que ellos producen. En ese sentido, se puede elaborar este concepto de generación y agrupar a las personas en esta forma. Pero resulta que las generaciones entre los chilenos se dan en muy raras ocasiones en torno de programas o propósitos compartidos para producir algún tipo de cambio en el mundo literario o en el mundo social. Yo pertenezco a la generación del cincuenta, por mi fecha de nacimiento y porque en el año cincuenta publiqué un libro. En ese sentido, coincido con una serie de escritores, pero me siento muy diferente a muchos de ellos y solamente con algunos he compartido posiciones e ideales”.
Respecto a su trabajo literario, ¿cómo lo definiría? ¿Qué temáticas le interesan? ¿Cómo ha variado en el tiempo?
“Eso es difícil de definir. Me interesa todo respecto a los seres humanos, lo que le pasa a la gente de diferentes clases sociales. Me interesa el país. Desde que comencé en esta actividad, y sobre todo desde que comencé a trabajar en el periodismo en forma paralela y predominante, me ha interesado lo que la literatura representa como exigencia y como posibilidad de salir de los límites personales, de los límites sociales, salir de la propia clase, mirar hacia otros sectores, mirar el conjunto de la sociedad. De alguna manera trato de reflejar las aventuras, las desventuras, las situaciones que afectan a gente que no es necesariamente del mismo grupo que uno. En el fondo, vinculo la profesión literaria con la del historiador, con la diferencia que el historiador busca aquellos elementos que son generales y el escritor más bien trata de singularizar, profundizar en lo individual, hacer la historia de otra manera, desde abajo y desde la persona”.
HACIENDO CAMINO
En ese sentido, el exilio es una historia importante. ¿Cómo influyó el exilio en usted?
“Aparte de las dificultades que el exilio implica y el sufrimiento que lleva consigo, también proporciona una manera de mirar el país desde afuera, y esa mirada creo es enriquecedora para el escritor, para cualquier persona que se interese por los destinos de este país tan lejano, tan chico, tan poca cosa en cierta medida, pero con el que uno tiene una vinculación sumamente entrañable”.
El exilio es consecuencia de haber participado en uno de los procesos más importantes dentro de la historia de Chile, como fue la Unidad Popular. ¿Cuál es su análisis, hoy, de aquella etapa, de lo vivido, de los sueños que no se cumplieron?
“El proceso de la Unidad Popular venía desde antes del triunfo electoral, fue bastante profundo y se fue desarrollando a lo largo de los años. La maduración de este proceso se dio en los años en que yo profundicé en el periodismo, y eso tiene que ver con la historia de cada día. Era como la culminación de muchas esperanzas, deseos e ilusiones que teníamos todos. Ahí sí que había un espíritu generacional, y además muy amplio. No solamente desde el punto de vista de la edad o del grupo de personas con el que me relacionaba. El proceso arrastraba a grandes sectores sociales de diferentes situaciones. Fue un proceso que nos marcó a todos para siempre. Ahora bien, esto termina en una derrota, una derrota tremenda que deja muchas huellas hasta hoy día, y eso obliga naturalmente a una reflexión, a revisar conceptos, a tratar de entender de la manera más profunda las causas de lo que sucedió y hacer una cierta y necesaria autocrítica de los factores externos -que fueron abrumadores- y, por supuesto, de los factores internos, de nuestros propios defectos y nuestros errores. Todo terminó con la muerte de tantas personas, con tanto sufrimiento y exilio. Es una reflexión tan compleja que yo creo que no la hemos terminado de hacer y probablemente nunca terminaremos de hacerla”.
Eso también se ve reflejado en su literatura.
“Claro, en la literatura no se puede estar esperando a tener las conclusiones. Uno trata de reflejar la vida en su transcurso, en su movimiento. Ahora, a lo mejor se me podrá hacer en ese sentido un reproche. No todo lo que escribo está cargado por el examen político de lo que pasó. En general, yo no soy un teórico, mi campo no es la teoría ni la academia, mi campo es tratar de auscultar las vidas concretas de los seres humanos, y ahí hay una multiplicidad de situaciones. Algunas son dramáticas, épicas, y tienen una tremenda carga social, política e histórica, y otras son hechos relativamente banales, pero que también me interesan porque reflejan la vida de los seres humanos”.
- Lo banal, a lo mejor, tiene que ver un poco con el humor. Hay mucho humor en su literatura, un humor serio, complicado de definir, que apunta a una reflexión profunda.
“El humor es una cosa un poco inexplicable, aparece como algo natural cuando escribo cualquier cosa. Es una manera de mirar el mundo, tal vez, y de tratar de buscar detrás de las apariencias”.
- ¿Considera que hay una literatura del exilio claramente definida? ¿Hay alguna relación entre esa literatura y lo que se estaba escribiendo dentro del país, o hay desconexión completa?
“No, la desconexión nunca fue completa, pero existió un grado importante de separación, a pesar de que se tendían puentes y se trataba de mantener ese vínculo del afuera y del adentro. Está, por ejemplo, la revista Araucaria, que fue muy importante en ese sentido. Fue una revista del exilio, pero que estaba muy atenta a lo que ocurría dentro del país. Pero sí creo que hay una literatura del exilio, una música del exilio y una creación artística importante del exilio, que todavía no es muy conocida en Chile y que tal vez nunca será conocida del todo. Hay muchas ediciones que aparecieron en tirajes reducidos, en el caso de la literatura, repartidas en una diversidad de países que nunca llegaron aquí, y que indudablemente tienen méritos”.
EL PAIS QUE CAMBIO
El reencuentro con Chile después de tantos años, ¿cómo se dio, considerando los cambios producidos?
“Tal vez en ese sentido mi experiencia es distinta a la de otros. En realidad no lo sentí como algo demasiado traumático. De alguna manera, por el hecho de haber estado trabajando en Radio Moscú, concentrado con una atención casi exclusiva en lo que pasaba en Chile día tras día no me encontré con tantas sorpresas al volver. Más o menos me imaginaba los cambios que se estaban produciendo, hacia dónde iba la sociedad chilena producto de la dictadura. Claro, ese conocimiento teórico nunca es igual al conocimiento práctico, al choque con la realidad; entonces, hay algún grado de trauma, pero al llegar básicamente sentí la sensación de volver a donde tenía que estar y de encontrar muchas cosas familiares y, gradualmente, ir descubriendo que muchas de esas cosas familiares eran ciertas maneras de hacer las cosas o ciertos lugares, incluso, que tendían a desaparecer, y desaparecieron. Es una experiencia que es la experiencia del corte, determinada en un momento temporal que es largo. Estuve más de quince años afuera, y me encontré con la continuidad de cosas cuyo comienzo uno no vio, y con la desaparición de cosas que conocía. Pero hay también una continuidad de cosas que están ahí y que son esenciales para Chile. De todas maneras, me sentí principalmente cómodo, pero cómodo crítico, siempre he sido crítico. No me satisfizo, y no me satisface, este larguísimo proceso de transición en que hay tantas ataduras con la dictadura, tantos problemas no resueltos desde el punto de vista político, social y de derechos humanos que están pendientes y que evidentemente estas fuerzas gobernantes no van a resolver”.
- ¿Cree que esto último tiene que ver con el trauma del miedo que dejó la dictadura? Lo pregunto en relación con el no querer participar, no comprometerse política y gremialmente de los chilenos, contrariamente a lo que sucedía incluso en los años ochenta.
“Sí, el miedo es un factor bastante determinante en el comportamiento de la gente en Chile, aún hoy. Pero además hay otras consecuencias de la dictadura que son atroces y que se prolongan y manifiestan hasta este momento: la atomización de las organizaciones sociales y, sobre todo, un cambio en la mentalidad de los chilenos. Esta situación de crisis de muchas organizaciones sociales, donde la gente que pertenece y debe pertenecer no concurre, no se presenta, no le interesa, o no cree en la utilidad de hacer algo o no se atreve finalmente, es la huella más tremenda. Y los más afectados son los partidos de Izquierda y las fuerzas que deben ser las renovadoras de la sociedad chilena. Es un proceso donde ha habido cierto grado de recuperación, pero donde falta muchísimo todavía, entre otras cosas porque los factores económicos que penden sobre la cabeza de cada persona son muy fuertes y van en el sentido de producir aislamiento y estimular los sentimientos más egoístas, obviamente en contra de la actividad colectiva en cualquiera de sus expresiones”.
- Como escritor, ¿cómo ve las condenas al Estado chileno por la Corte Internacional de Derechos Humanos por la censura de un libro y la poca transparencia en la información pública?
“Estoy convencido de que estas decisiones de tribunales internacionales se justifican absolutamente, desde el punto de vista de la situación real que tenemos. Como en el caso de los mapuche y otras minorías, porque desde el poder se habla en contra de la discriminación pero a la hora de la verdad, eso resulta hueco. Me llama la atención, por ejemplo, el episodio de Juana Calfunao, que participó en un incidente agrediendo a un fiscal en un tribunal de la Araucanía. Ningún medio de prensa, que yo sepa, la ha entrevistado para saber cuáles son sus motivaciones. Se la presenta como un energúmeno, una mujer agresiva, violenta e irracional, pero habría que saber qué la impulsó a actuar como lo hizo. He leído en Internet que mientras todo este proceso ocurría, un hijo de ella estaba detenido y había sido sometido a un tratamiento atroz -tortura incluida- y que su casa fue allanada en muchas oportunidades. Ella es una dirigente destacada de una comunidad mapuche, y esta reacción violenta tiene alguna explicación. Ha sido acosada de una manera terrible y ningún medio se ha dado un segundo para pensar: bueno y por qué no le preguntamos qué le pasa, cuál es su versión. Es una norma clásica del periodismo liberal mostrar los dos lados. Y no es sólo la prensa la que calla. Esto refleja una manera de enfrentar el problema desde el oficialismo, desde el gobierno. Para el gobierno ésta es una situación incómoda respecto de la cual no quiere agitar las aguas. Entonces, tienen que venir organismos internacionales para decir ‘No pues, esto no está bien’. No es correcto que se aplique la ley antiterrorista. Es siniestro y hace pensar en los métodos que aplica el gobierno estadounidense en Guantánamo o casos similares. En Chile, que se dice tan democrático, no pueden ocurrir estas cosas”.
OPTIMISMO INCURABLE
Usted fue parte de la revista “Rocinante”, que como muchas otras debieron cerrar por falta de recursos. Y el gobierno no se pronuncia para solucionar, por ejemplo, la distribución del avisaje estatal. ¿Qué opinión le merece esta situación?“Es un asunto complejo. Los medios informativos, en general, tienen cierta dependencia de la publicidad comercial. Con los costos que hoy tenemos es difícil que los medios se sostengan solo con la venta. Hay además múltiples cortapisas para la distribución de los medios que no pertenecen a la corriente de pensamiento dominante. Luego, hay una forma de bonificación del Estado, o de co-financiamiento, a través de la publicidad de los organismos fiscales a los medios que no lo necesitan, que son las grandes cadenas del periodismo escrito y en gran medida de la televisión y radio: El Mercurio y Copesa. Esto es escandaloso. Los medios que se apartan del pensamiento neoliberal único, los medios que critican, que quieren cambiar la sociedad, que señalan errores, defectos, situaciones injustas, no son favorecidos con la publicidad del Estado, que debiera alcanzar a los sectores más variados y llegar a medios de difusión con posiciones diferentes”.
- Usted presentó “La comunidad reclamada”, de José Bengoa. ¿Ve un desarrollo del pensamiento en el país, un nuevo enfoque de la historia y la sociedad? Se lo pregunto pensando en Felipe Portales, Maximiliano Salinas, Mario Garcés, Armando Uribe, etc.
“Sí, hay un pensamiento crítico que se está desarrollando con fuerza. Es un pensamiento que está, por el momento, en el plano teórico, que no tiene una expresión de otro carácter, político, podríamos decir, de masas, desde luego. Hay muchas personas que están pensando, y no están cómodas con la institucionalidad del país. Están descontentas, pero no solamente por motivos personales sino que están enfrentando y enjuiciando el Chile que tenemos y sus tremendas carencias. Tengo cierta esperanza, porque se desarrolla un pensamiento de este tipo que en algún momento podrá cristalizar en un movimiento social fuerte”.
- ¿Cómo ve el futuro, pueden conquistarse aún los sueños rotos?
“Siempre hay esperanza, y además ‘todo cambia, y lo que cambió ayer tendrá que cambiar mañana’, como dice la canción. En ese sentido, tengo una especie de optimismo incurable, creo que las cosas pueden modificarse en el sentido que nosotros esperamos”.Punto Final
sábado, 3 de marzo de 2007
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