sábado, 3 de marzo de 2007

Simon Bolivar

Bolívar, su pensamiento y práctica y el equilibrio mundial

Por: Orlando Cáliz Villanueva

BREVE INTRODUCCIÓN: El artículo a la vista -dividido en tres partes- fue publicado (año 2005) por ARGENPRESS. Luego de esto, El Correo de la Diáspora Argentina tuvo a bien unificarlo en un solo cuerpo. De esa manera el artículo ganó bastante en coherencia. Una cuarta parte planeada inicialmente, terminó aplazada. Cuando ésta se escriba (espero sea prontamente) habrá de comparar y analizar las situaciones diferentes, mejor dicho: contrarias, antagónicas que frente a la herencia del Libertador Simón Bolívar se dan hoy en los dos países hermanos y vecinos en donde él ejerciera su mayor y más calificada actuación: Venezuela y Colombia. Según mi parecer, el mérito de publicar nuevamente el artículo -en su forma unificada y aclarados, además, ciertos párrafos- es que brinda a las personas interesadas en el tema Bolívar la posibilidad de asomarse, en un texto de apenas 16 cuartillas, al inmenso aporte antiimperialista y democrático del grande venezolano, grancolombiano y latinoamericano. Con un agregado: las consecuencias positivas que ese accionar tiene en el equilibrio mundial. Y este ítem, la vigencia de todo ese conjunto en la actualidad.
Como que se viene aplicando a plenitud en la revolución política, democrático y nacional, en desarrollo en Venezuela desde finales del siglo XX. Eso viene a demostrar que Bolívar, con su pensamiento y práctica finalmente logró legar para el porvenir una teoría correcta; por eso apta para emplearse en las revoluciones democrático-burgueses de nuevo tipo, en el orden del día en el subcontinente latinoamericano. Ligadas ellas con el socialismo por una ley histórica irrefragable. Hecho reconocido en la doctrina marxista y por un sector grande de la dirigencia revolucionaria de hoy. A propósito, ¿será cierto, como se afirma en particular en Venezuela, que tal teoría posee valor también para guiar la construcción del socialismo en el nombrado subcontinente? El debate que sobre el “Socialismo del Siglo XXI” tiene ocurrencia en los días que corren, de seguro dilucidará este asunto en uno u otro sentido. También tiene esta breve introducción un propósito adicional técnico. Que permite al lector tomar en cuenta que en el texto quedan algunas frases como ésta: “En la primera parte del artículo se echa de ver...” Que como se verá, aún permanecen en el texto. Advertir esto de antemano, libra a la lectura de molestias. Los años mozos y una comprensión limitada Desde la aparición de la Carta de Jamaica en 1815 diversos factores han desalentado el análisis del tema principal de que el escrito se ocupa [1]. Por fortuna, en vía contraria, vientos nuevos golpearon a América Latina entre 1960 y 1970. Previamente -a fines del siglo XIX-, habían estremecido el Caribe. Hoy vuelven con gran fuerza y agitan, en especial, el lado oriental de Suramérica. En mi caso, cuando abordé el estudio de la tesis y la práctica de Bolívar por el equilibrio político mundial la comprensión personal de ello resultó limitada (con ser que habían pasado 150 años desde que fuera planteado). Se explica tal cosa, por el deficiente conocimiento de que yo adolecía sobre los actos de agresión de los Estados Unidos contra lo que sus palafreneros llaman patio trasero. Ligada esa inicial comprensión (algún mérito debía tener) : con la frase guía por antonomasia del Libertador : “Los Estados Unidos parecen destinados por la Providencia para plagar la América de miseria a nombre de la libertad” ; y, con un nexo más directo tal comprensión, con la hábil creación de La Gran Colombia. La limitación dicha data de mis años colombianos. Por entonces -segunda mitad de los años 60-, estaba seguro, eso sí, de que la tesis y su práctica producían un equilibro; aunque sólo en lo americano. ¡No entendía yo que tal equilibrio cubría todo el planeta ! Fue peor ya desembarcado en Suecia, cuando alguien me enteró de una deplorable maniobra territorial de Brasil. Que habría avanzado en forma sigilosa sobre la selva amazónica, aprovechándose de que las naciones americanas hispanohablantes se hallaban: primero preparándose, y, luego, guerreando abiertamente por su independencia. De paso, sea de recordar: que el gigante lusoparlante se encontraba en aquellos días, podría decirse, en una situación de “semi emancipación”. Y que la emancipación completa la obtuvo por vía “pacífica”, no por acuerdos sino por impotencia del país colonialista ocupante. Se violaba con ese avance lo pactado más de 350 años antes -el llamado Tratado de Tordecillas- por las metrópolis española y portuguesa (con la intervención del Papa Alejandro II). Tan sorprendente noticia obturó más mis entendederas y acrecentó mi tuerta visión sobre el contenido de la tesis. Al final, desajustes como el mío y mixtificaciones como las que, de modo canallesco, se le oponen, nada valen. Es el registro veraz en la historia de la aportación universal del inmenso caraqueño y grancolombiano, lo que cuenta. Lo de Bolívar, para más, fue resultado de observar el comportamiento agresor de la superpotencia mencionada y de advertir apetencias expansionistas menores, pero no por eso de descuidar, como las del citado vecino [2]. El equilibrio mundial como acicate antiimperialista En nuestra Latinoamérica son varios los que, desde dentro y fuera del gobierno, han guiado su actuación por la fórmula de Bolívar o coincidido con ella. El más tempranero [3], el general José María Melo en 1854; esto es: pasados apenas 36 años de la Batalla de Boyacá, que consolidara la independencia de Colombia. Bolivariano consciente, como que estuvo al lado del Libertador durante el tiempo que duró la lucha por la emancipación contra el imperio español, Melo llevó a cabo, aquel año, un golpe de estado revolucionario. Destinado a favorecer la contienda política de miles de artesanos contra el librecambismo inglés; instalado en el territorio nacional por la acción colaboracionista de la burguesía compradora comercial, apoyada por los partidos Conservador y Liberal (éste a través del ala llamada draconiana). Actuó este probo general acompañado de un número apreciable de intelectuales progresistas, algunos de ellos partidarios decididos del socialismo; y de las huestes populares organizadas en considerable proporción en Sociedades Democráticas. Unidos a las fuerzas armadas al mando del intrépido militar y guiados por la consigna “!Vivan el ejército y los artesanos, abajo los monopolistas!”, combatieron hasta la muerte esos dos sectores al liberalismo económico manchesteriano (el neoliberalismo de hoy). De ese modo fundaron la institución gubernamental que depuso aquel oprobioso sistema, el cual reemplazaron durante los ocho meses que el movimiento se sostuvo triunfante, por uno propio, el más ajustado, en las condiciones del momento, para el logro del progreso nacional y social. Contra ellos, de forma apresurada, se amalgamó un ejército encabezado por tres generales oligárquicos. Que contó, por un lado, con el apoyo material de burgueses y terratenientes. Y, por otro, con dinero, armas y pertrechos provistos por Estados Unidos, con el añadido de la participación de la Embajada de ese país, cuyos funcionarios se trasladaron de modo descarado a la zona contrarrevolucionaria para hacer de consejeros. Fue así como la coalición acaudillada por estos tres generales logró romper la resistencia popular y, con ello, finalmente, conseguir derrotar el intento de establecer en Colombia una República Patriótica Artesanal-Popular. Centroamérica ha sido, quizás, el escenario más activo para la práctica del aporte de Bolívar. Allí se ha aplicado, principalmente, por vía indirecta. En este sentido, los textos elaborados por José Martí, y no únicamente aquéllos donde él desarrolla la idea bolivariana, han terminado por ser referencia básica del tema. Con el ítem de que en esa zona pareciera ser más patente que en cualquiera otra, ayudarse por medio de combinar lo que viene de fuera con las propias conclusiones. A ello obliga la cercanía geográfica con el monstruo del norte (en el lenguaje de Martí) y el aprovechamiento que el yanqui ha hecho de emplear, para sus fines expansionistas, lo angosto del territorio en particular (por ejemplo, para la construcción de un canal interoceánico). Lo cual condujo a la instalación de una forma de dominación y explotación semi colonial muy aguda, supremamente difícil de sacudir [4]. En mención de los casos más notables centroamericanos, es fuerza empezar con el general hondureño Francisco Morazán (1792-1842). Uno de los puntales de la lucha por librar al istmo del estigma de la balcanización. Constructor de un ejército al que dotó con las ideas correctas para el mantenimiento de la confederación instalada ya en 1823, sólo dos años después de la declaración de independencia de la región y dirigida a la búsqueda del progreso zonal y la disuasión de cualesquiera designios de sometimiento. Ejército que, con Morazán a la cabeza, logra reducir a los señores de la guerra opuestos a la integración de los países asociados (Guatemala, Honduras, El Salvador, Nicaragua y Costa Rica; Panamá “estaba más cerca de Colombia.”). De esa manera, Morazán fue primero presidente de su propio país, y luego de toda la Confederación durante dos periodos (de 1830 a 1838). Este último año dolorosa referencia, porque durante su transcurso se dio al traste con el hermoso proyecto, la llamada “República Federal de las Provincias Unidas del Centro de América”. En ello obraron contradicciones de origen interno y externo. Que, como señalan los biógrafos de Morazán, se agudizaron cuando él, en tanto presidente general de la confederación, puso en marcha profundas reformas de diverso orden. Esas reformas se estrellaron con una oposición muy dura: egoísmo provincial, en general, y de políticos y militares, en particular; cerrazón clerical, y las ambiciones e intereses de Inglaterra. Potencia número uno de la época, dominante en la zona mediante control político y económico, además de las posesiones territoriales con que contaba. Y Estados Unidos, en tanto, a la expectativa. Igual que el general Melo, arcabuceado en junio de 1860 en Chiapas, México, el general Morazán lo fue también, 18 años antes, en 1942, en Costa Rica. José María Melo, desterrado de Colombia había ido a refugiarse en suelo mexicano, donde desde su llegada puso su ancha experiencia política y militar al servicio de la causa anti intervencionista de Benito Juárez. Formado bajo la doctrina bolivariana, fue por eso que murió fuera de su patria; acribillado de manera vil por el militar conservador Juan Ortega, enemigo jurado de Juárez. El fusilamiento del general Francisco Morazán sobrevino cuando regresado del Perú, después de interrumpir el exilio emprendido a causa de la derrota militar de 1840 en Guatemala, se proponía reiniciar la lucha por la salvación de la unión. La muerte fue su último acto, orlado por el ideal de materializar el sueño de un istmo unificado y libre. Suerte semejante corrieron los artesanos bogotanos. Los sobrevivientes de la guerra fueron deportados a la región panameña del Río Chagres. Allí murieron azotados por el paludismo. Otros casos se dieron. En Centroamérica, los bastante conocidos de Augusto César Sandino (1895-1934) y Jacobo Arbenz (1914-1971). El primero, murió asesinado por causa de la resistencia armada, por él encabezada, contra la ocupación de Nicaragua por los Estados Unidos. Su legado antiimperialista ha devenido adentrándose cada vez más en la conciencia de nuestros pueblos, hasta convertirse en lumbre continental.. El segundo, en su calidad de presidente de Guatemala fue derrocado en 1954 por la CIA. ¿La causa ? Haber realizado algunas reformas democráticas y expropiado una cierta cantidad de tierra “perteneciente” a la poderosa compañía bananera United Fruit Company. Cabe mencionar otros ejemplos: El derribamiento en 1963 del gobierno democrático-popular de Juan Bosch, por fuerzas coaligadas de las oligarquías de la República Dominicana y los Estados Unidos. Al mencionar a la República Dominicana, se recuerda de modo automático que en el año que corre se conmemoran 40 años de la invasión yanqui a ese país, resistida heroicamente por fuerzas populares conducidas por Francisco Caamaño. Y, finalmente, el golpe contra Joao Goulart en Brasil (1964), casi simultáneo con el perpetrado contra Bosch.Teórico singular y hombre de acción En la primera parte del artículo, se echa de ver al equilibrio mundial como una herramienta esencial de la lucha de los pueblos del orbe. Se da a entender allí que la idea de establecer tal equilibrio y, además, mantenerlo, deviene en acicate que impulsa la lucha. Como que con aquel felicísimo logro, la situación internacional resulta dotada de una barrera de contención. Que contribuye, sin falta, a frenar cualesquiera designios de dominación regional y planetario. Simón Bolívar tuvo claro este hecho desde el inicio de su carrera de conductor y soldado. Estas notas constitutivas de su personalidad se reflejan con bastante nitidez en sus documentos y cartas. Cuyo valor más importante es que portan una teoría político- militar, probada en su corrección con las guerras emancipadoras en las que su persona hizo de factor vivificante y dirigente supremo. Guerras sin las cuales no habría sido posible la independencia de la extensa región que él llamó América Meridional. A esa teoría, dado que aún conserva vigencia, se la debe seguir mirando con la hondura con la que el gran líder la elaborara. Vuelta a probar esa teoría, en la lucha política que Bolívar hubo de dar contra el “manifiesto destino” del yanqui norteño. Esta última relación se verá luego, a más espacio. Bolívar inserta en la Carta de Jamaica, el estudiado y celebrado documento de 1815, lo siguiente: Que “la Europa misma, por miras de sana política debería haber preparado y ejecutado el proyecto de la independencia americana; no sólo porque el equilibrio mundial así lo exige; sino porque ese es el medio legítimo y seguro de adquirirse establecimientos ultramarinos de comercio”. El Libertador echa mano allí a otro frente de trabajo propio suyo. La diplomacia. ¡Los manes de Francisco de Miranda resucitan al mencionar tan encumbrada palabra, éste tan ducho en esos menesteres y otros; en los que fue precursor en la zona del mundo que hoy se llama Latinoamérica; menesteres orientados o signados por un acendrado patriotismo! Diplomacia eficaz la de Bolívar en su Carta, pues toca dos puntos claves (equilibrio y comercio planetarios); ambos de interés para la Europa emergente de la época [5]. Dirigidos, además, contra el imperio español, el enemigo (en derrota) de su patria y toda la América Meridional; que igualmente lo era de aquellos dos elementos. Asimismo, en la Carta se combina la acción diplomática con lo político y lo militar. Lo particular de la lucha política y militar de Bolívar Es asombroso ver cómo Bolívar resuelve teóricamente experiencias militares de reciente ocurrencia. Esto, a fin de servirse de la síntesis elaborada para orientar las luchas por venir. Al asentar lo anterior, acude a la mente lo que Federico Engels observara en 1891 de su amigo Carlos Marx y que aquí se nota ser también cualidad del patriota suramericano. Decía Engels : “… son, al igual que La guerra civil en Francia, ejemplos elocuentes de las dotes extraordinarias del autor -manifestadas por primera vez en El dieciocho de Brumario de Luis Bonaparte- para ver claramente el carácter, el alcance y las consecuencias inevitables de los grandes acontecimientos históricos, cuando éstos se desarrollan todavía ante nuestros ojos o acaban apenas de producirse.” El ejemplo más protuberante de lo señalado del Libertador está en el Manifiesto de Cartagena (15 de Diciembre de 1812). El Manifiesto es resultado de las cavilaciones hechas por Bolívar alrededor de la desgracia que había motivado su retirada a Cartagena. Y de la forma amplia como, con sus compañeros de exilio, discute tan capital asunto. Con ellos había llegado, desde Caracas, vía Curazao, a aquella ciudad caribeño-neogranadina, a fines de septiembre del nombrado año. En cuanto a la desgracia dicha, no era otra que la derrota del primer intento de independencia de Venezuela, al final del periodo histórico (Primera República) que comprende, entre otros, la pérdida de Puerto Cabello y la capitulación y prisión de Miranda (seis meses antes de la publicación del Manifiesto). Documento que el Libertador dirige al pueblo de la Nueva Granada (territorio que después se llamaría Colombia, nombre que heredó del frustrado proceso grancolombiano destrozado en 1930). Como la Carta de Jamaica, ha sido aquel documento también muy analizado y resaltado en su argumentación y conclusiones. Campean en su texto las cinco causas “que condujeron a Venezuela a su destrucción”. No tienen ellas un origen común; cada una por su lado posee índole diferente. La primera toca la forma federal dada al Estado, inadecuada para el momento. Una segunda, de tipo moral, trae a cuento la misantropía “de que se apoderaron sus gobernantes”: que los llevó a ser demasiado tolerantes con el enemigo imperial y, asimismo, dentro del propio campo, con hombres de espíritu insubordinado y aun provincias enteras (caso de Coro). Otra de condición “antimilitar”: “la oposición al establecimiento de un cuerpo armado” (disciplinado y capacitado) “que salvase la República”. Una penúltima, tocante al fanatismo religioso que ayudó a los españoles a interpretar el terremoto del 26 de marzo como producto de “la ira de Dios”; lo cual indujo miedo en los sectores populares. Y una última, ligado a tozudez por defectos de estilo de trabajo y malformación intelectual, que inhabilitaba a las facciones en que estaban divididas las fuerzas patrióticas para adoptar un método correcto, sin el cual ni hablar se podía de solucionar las contradicciones que separaban a aquellas facciones entre sí. Documento inobjetable en sus partes; que por razones de espacio se ha tocado de manera fragmentaria. Ante la Nueva Granada la fórmula de Bolívar -como no podía ser menos- tenía alcance obligatorio. E involucraba a todo el subcontinente meridional, cosa también indicada en el documento. Corolario de su justeza es lo que sigue : “La Nueva Granada -dice el Libertador- ha visto sucumbir a Venezuela; por consiguiente debe evitar los escollos que han destrozado a aquélla. A este efecto presento como una medida indispensable para la seguridad de la Nueva Granada, la reconquista de Venezuela.” Y en relación con la situación existente en uno y otro territorios -que no obstante la derrota dicha, afectaba al enemigo peninsular en Venezuela-, situación sobre la cual actuaría el plan político-militar mencionado, agrega : “De modo que no sería imposible que llegasen nuestras tropas hasta las puertas de Caracas, sin haber dado una batalla campal.”Asombrosa predicción. Pero más asombra lo raudo con que Bolívar ejecuta su disposición teórica, su plan. Todo es vertiginoso en los preparativos y concreción de la llamada Campaña Admirable. Pese a la oposición obstinada de Santander y otros; que, en representación de sectores de clase muy reaccionarios y prevalidos de su ascendencia militar, trataron de sabotear la labor del futuro Libertador. Inútilmente, por fortuna, en esos momentos. Porque pudo más la comprensión y el apoyo del pueblo y las autoridades residentes en el escenario de la memorable campaña, con centro en Cartagena, Mompox y Tunja. La cual en menos de tres meses recorrió un buen trecho del río Magdalena, otro trecho importante del nororiente neogranadino y parte considerable del territorio venezolano. Hasta arribar victoriosa en Caracas (7 de agosto de 1813). Había pasado del Manifiesto de Cartagena el tiempo record de 200 días. Con el texto teórico de contenido revolucionario, en los campos político y militar, que la historia ha recogido con el nombre de “Manifiesto de Cartagena” y su materialización en la Campaña Admirable, une Simón Bolívar a la Nueva Granada y Venezuela. Que en lo referente a nuestra historia, impulsó (y sigue impulsando) el ideario por la consecución de los grandes fines del equilibrio universal y la idea integracionista, siempre presente en el programa bolivariano por liberación y poderío regional. Gloria de América Meridional (Latinoamérica hoy), ese hecho concierne a todos los pueblos del mundo, sin excepción. Los 70 hombres de Calamar, con cuyo concurso se inició el 1° de Diciembre de 1812 el modesto ejército que realizó la admirable marcha o campaña, que con el aporte de Mompox en pocos días se agranda hasta la cifra de 500, 12 años después llegados a miles cuando se ganara, muchos kilómetros más al sur, la última batalla -la de Ayacucho-, cima de la emancipación del sub continente. Las dos fechas -1° y 15 de Diciembre de 1812-, son, pues, alta referencia histórica. Que en forma concreta muestra como Bolívar elaboraba su teoría. Sea esto, de manera simultánea al desarrollo de una práctica en acción. O, sucedáneamente, como arriba dicho, inmediatamente después del seguimiento atento de una práctica semejante. Se entiende mejor lo anterior, al observar lo ocurrido con el “Llamamiento del Dos de Noviembre” (así podría llamarse ese texto), publicado en la misma ciudad, el mismo año. Preludio de una teoría más completa, la presente en el Manifiesto número dos, de Diciembre. Que a su mérito precursor, añade haber despertado la confianza del gobernador de Cartagena, don Manuel Rodríguez Torices. Quien, luego de su lectura, y es de presumir lo que sigue: decidió encomendar al recién llegado la tarea de limpiar, en una parte del río mencionado, algunos molestosos reductos del poder colonial. Hecho auténtico punto de partida, por lo demás, de la Campaña Admirable. Los enemigos del equilibrio mundial Hay como una ley que rige el fenómeno del equilibrio, en su dos ámbitos: naturaleza y sociedad. Que indica que ningún equilibrio es absoluto. En el desarrollo social el equilibrio tiende a tener una permanencia relativa. Sobre todo, en tratándose de una sociedad de clase. En un mundo en el que predominan las sociedades de clase, el equilibrio político choca con los designios dominacionistas de las grandes potencias colonialistas que insurgen en su seno. En la actualidad, el más peligroso enemigo del equilibrio mundial son los Estados Unidos (autoapellidados de América). Su práctica imperialista es un duro obstáculo a salvar por cualquier intento de integración en la América Meridional. De esto, esos Estados unidos han dado numerosas pruebas; antes, durante y después de la independencia de esa zona del mundo contra el antiguo imperio español. De Bolívar y su posición anticolonialista, su tesis sobre el equilibrio mundial y su lucha por la integración y soberanía latinoamericana, los Estados Unidos han tenido siempre una actitud de oposición y derribo. No es posible extenderse al respecto en este espacio limitado, pero valgan un par de menciones que ayudan a poner al descubierto el comportamiento estadounidense. Y que se agregan a lo dicho en la primera parte del artículo. a) El incidente de los fusiles. Inmediatamente después del triunfo de la Campaña Admirable, debió defenderse la nación venezolana de los esfuerzos de reconquista por las tropas españolas allí todavía instaladas y las por llegar. Para el cumplimiento de esa misión el lado patriótico decidió adquirir 6.000 fusiles. Inglaterra y Estados Unidos se negaron a venderlos. ¿Cómo interpretar tal negativa, si no como una actitud inamistosa? b) Anti bolivarianismo. Para los Estados Unidos, la figura del Libertador sigue siendo muy antipática, la cual no encaja en sus planes de dominación mundial y por eso contra ella han enrumbado siempre un plan de descrédito. En la versión número cuatro del Documento Santa Fe, hecho a la medida de Bush II y su guerra preventiva, “se duelen, se burlan y se preocupan del bolivarismo”. Hablan allí de la necesidad de volver por los fueros de la “Doctrina Monroe”. Como si quisieran restregar esta mortífero instrumento en la memoria del caraqueño. Les mortifica que la frase, donde se resuma el antiimperialismo de Bolívar, (“Los Estados Unidos parecen destinados por la Providencia para plagar la América de miseria...”), él la gritara en el mismo año (1823) en que Monroe dijera su discurso. Aquél donde están contenidas las ideas, que después fueron elevadas a doctrina imperialista. Una comparación ilustrativa de Germán Arciniegas Traer a cuento esta comparación daría pie para describir las contradicciones en que Germán Arciniegas incurre en su libro “Bolívar y la Revolución” [6]. Pues se tomaría la parte positiva que, según él, hay en una de las mitades de la obra del Libertador (la otra posee carácter negativo). Reelaborar lo positivo resultaría beneficioso para lo que aquí se quiere demostrar. A punto de comenzar con lo dicho, caigo en cuenta de que los círculos oligárquicos latinoamericanos nunca cejarán, y menos mientras gobiernen, de su empeño de ocultar o sabotear aspectos claves del pensamiento y la lucha revolucionarios del grande hombre [7]. En cuanto a lo específicamente protagonizado por Arciniegas en esta última dirección (lo cual constituye la cara oscura del libro), un rápido análisis permite desvelar la coincidencia de ese hecho con el propósito de los nombrados círculos. Que no es otro que desprender -y en esta época más que nunca- de la obra de Bolívar su lado más importante. Esto es, su actitud indoblegable ante los Estados Unidos autoapellidados de América. El lector recordará que en una nota al final de la parte II del artículo, indicaba yo mi oposición a esa maniobra. Una aclaración en la nota indicada, pudo incluirse no obstante. Con eso se advertía que el libro tiene también una parte brillante. En la cual lo fabuloso de Bolívar como guerrero es su contenido principal. Para Arciniegas, Bolívar es un estratega militar de proyección universal. Tal es su competencia en este campo que si le compara con sus coetáneos Napoleón y Washington, la conclusión es que Bolívar los supera con amplitud. Significa, pues, que el texto del bogotano Arciniegas se debe leer usando el método de separar el fruto de la cizaña. Se tendrá, entonces, que la admiración que siente por los aportes militares de Bolívar, es un cosa, y otra la que niega del gran soldado sus calidadades de estadista y conductor. En su incomprensión (o falacia) en este caso específico, Germán Arciniengas de hecho acusa a Bolívar de alta traición, por el intento que le atribuye de cercenar el ideal independentista e integracionista de nuestro subcontinente. Y que se resuma en la “obstinación” de convertir a éste en protectorado de Inglaterra. A contrario sensu, indagando en el lado brillante, podrá uno toparse con la magnífica valoración que sigue : “Pero por encima de todo, hay que pensar en la guerra absurda, loca, imposible que condujo Bolívar hasta lograr increíbles victorias, haciendo cosas que no contemplaron ni Napoleón ni Washington.” Lo cual, completado con la frase que coloca en otra parte[8], podría ser noticia sobre un aporte de Bolívar tocante a la teoría de la estrategia, ésta como el principal factor dirigente de la guerra. Asunto que está a la espera de que los expertos la estudien. [9] Desentrañada la parte dañosa que el libro “Bolívar y la Revolución” encierra[10], y comprobado que en sus páginas hay asimismo mucho beneficioso, me referiré a la caraterización de las guerras de independencia americana contra el colonialismo español e inglés que Germán Arciniegas formula. Comparándolas, para más, con las napoleónicas. Sostiene el prolífico escritor que los próceres que dirigieron las guerras americanas [11] -Washington, Toussaint L'Ouverture y Bolívar (los otros son San Martín, Artigas, O'Higgins, Hidalgo, Morales, Juárez...)- ni aun el primero le hace sombra. Ni pensar siquiera que eso se podría, cuando se trata de aquel hombre inscrito en la historia como uno de los mayores libertadores de naciones y pueblos. Si además se agrega lo que yo pienso firmemente: que en ello solamente le adelantan dos personajes más que extraordinarios, ambos posteriores en el tiempo, se ve entonces cuánta razón le cabe a Arciniegas cuando también dentro del subcontinente destaca a Bolívar como el más grande. En sustento de su afirmación, narra que entre españoles, ingleses y franceses arribaron a América cosa de 150.000 soldados, todos derrotados. Y señala que de las tres guerras la de las colonias españolas fue la más larga y heroica. Se queja de que en Europa, incluída España, esta guerra fuera prácticamente ignorada. Al respecto anota: “Perdió España su imperio y no fue noticia digna de darla a conocer.” En cambio comenta de modo irónico que la contienda de liberación de Grecia era seguida día a día, con minuciosidad y, seguramente, con exactitud. ¿Le hace mella a la empresa emancipadora de Bolívar el acto deshonesto recién visto ? ¿Mengua, acaso, esta burla a la historia, la grandeza de nuestro máximo patriota y demócrata y su legado inacabable, en plena aplicación, en la actualidad, en la tierra que lo vio nacer (legado, por otra parte, que los pueblos latinoamericanos han empezado a convertir otra vez en enorme fuerza material, sin la cual nunca se podrá conseguir el anhelo que también era de Bolívar, la integración anticolonialista de América Latina) ? ¿Disminuye aquel miserando comportamiento la proeza de las huestes provenientes de los cuatro puntos cardinales de Suramérica, que lucharon con las armas entre 1912 y 1925; y luego en forma política hasta la muerte en 1830 de quien las atrajo y las dirigió con tino, en procura de mantener la independencia declarada en 1810 [12] por la mayoría de las colonias de la América Meridional; y todo lo demás en beneficio de los pueblos y las naciones que la independencia de un país o un grupo de países trae por contera, y por el logro, igualmente, del equilibrio del mundo? La respuesta es que eso de ninguna manera resquebraja las hazañas anotadas y las demás que en la lista faltan. El mundo de hoy sabe que lo realizado por Napoleón (la parte últil de su vida y obra), y lo hecho por Washington mismo, en estricto, en ambos casos, cesó en su vigencia histórica. No es ya aplicable. Y sí, en cambio, y en alto grado, lo correspondiente del Libertador. ¡Cuánta justeza hay en la oración a Bolívar salida de la agudeza mental y el emocionado momento vivido por el cura de Choquehuanca! “Con los siglos crecerá vuestra gloria como crece la sombra cuando el sol declina.” Estas palabras, profecía cierta, tañerán por siempre en el campanario de la historia. Bolívar, hijo y no padre ¡Resulta ilógico que sea Arciniegas quien ampute, como se ha visto, de la personalidad de Bolívar uno de sus lados fundamentales; él quien introduce la más ajustada dimensión humano-política (zoon politikon) del más grande libertador americano! Cuando en el lado brillante del libro postula : “Las patrias estaban ya maduras para la emancipación, y es más correcto considerar al Libertador hijo de la Patria y no su Padre”, se está Arciniegas nada menos que apartando de la posición burguesa que suplanta el papel central del colectivo, el de las masas populares en movimiento, por el del héroe individual, exaltado para esto en forma paroxística. Y continúa : “Desde que América es América, aquí llegaron descontentos de Europa, los esclavos del Africa a fundar imaginarias patrias mejores….” Y líneas arriba había sentado que 50 años anteriores a 1800 hubo en América Meridional una motivación para la independencia. Él tenía porque saberlo, pues fue quien emprendió y concluyó el rescate de la por mucho tiempo olvidada Revolución de los Comuneros de 1781, encabezada por uno de los héroes grandes de Colombia, José Antonio Galán. [13] ¿Significa para la gloria de Simón Bolívar algún menoscabo el restablecimiento de la posición que se acaba de transcribir y ratificar? De ninguna manera, porque conceptos del mismo corte ideológico salieron de sus propios labios, para uso de él mismo. Y principalmente, porque se trata de un punto de vista correcto, que al afirmarse de nuevo, en tiempos del estancamiento político que reina hoy, que se prevé va ser extenso en su duración, por eso sumamente adverso para los de abajo, opinión que al así afirmarse sitúa a esos pueblos, de América Latina y el resto del mundo, en el plano que les corresponde en tanto fuerza principal de las luchas que a pesar de ese fenómeno político a diario se dan; orientadas a “revolucionar” lo que es causa de su desgracia. Hecho que guía a aquéllos a buscar con más tino su suerte fuera del sistema capitalista-imperialista de producción. Hoy a punto de destruir a continentes enteros, como el caso de Africa, asediado inicuamente; su población, incluso en peligro de ser diezmada, y también al propio planeta en donde todos vivimos. Además, de que eso en nada ensombrece la admiración que Arciniegas tiene de la faceta mayor del caraqueño y grancolombiano. “Me rindo -exclama- ante el liderazgo guerrero de Bolívar, de cuya voluntad de fierro nació nuestra liberación a través de las batallas más atrevidas, casi absurdas.” De Trafalgar a Maracaibo La necesidad de establecer el equilibrio político y militar también en el interior de la América Meridional, forzó a Bolívar a marchar con su ejército grancolombiano (formado por neogranadinos y venezolanos) hacia el sur continental. Hacia allí marchaba también el otro ejército emancipador, conformado por argentinos y chilenos y dirigido por San Martín ; con O'Higgins [14] como segundo al mando. Ambos ejércitos avanzaban (adelante se verá por qué de modo tan concreto) hacia los territorios ecuatoriano y peruano. Este en sus dos lados: alto y bajo. Bolívar, a fin de asegurar para su proyecto grancolombiano y américomeridional aquellos territorios, y en su pensamiento, de modo más particular: el ecuatoriano y el bajo peruano, no tuvo otra alternativa que partir inmediatamente después de lograda la victoria en Carabobo (1921). Lo cual iba a ser riesgoso. Pues dejaba sin concluir la tarea de barrer en la antigua Capitanía General de Venezuela los últimos vestigios del ejército español, huido a Puerto Cabello y Maracaibo, para abroquelarse allí. Dentro del marco anterior juegan una doble relación los dos puntos geográficos ligados en el subtítulo de arriba -Trafalgar y Maracaibo. Y esto, a su vez, con lo transcrito asimismo arriba. Que la personalidad de Bolívar en la revolución americana cuadra más con el título del hijo el más dilecto. Pero veamos este candente punto de forma más detallada. En Venezuela se formó tempranamente una tendencia minoritaria que, con apoyo del Estado en más de una ocasión y haciendo uso exagerado de la figura literaria de la sinécdoque, presenta en forma extremada el patriciado de Bolívar y aun la participación misma del pueblo venezolano en la lucha independentista. Hasta el punto que los dirigentes y habitantes de la Nueva Granada (la hoy Colombia), en particular, quedan reducidos en esa historia a una situación de desdorosa insignificancia. Si hasta se los puede imaginar sentados frente a las puertas de sus casas, mirando el paso arrollador de los vecinos impartiendo el don de la libertad. Cornelio Hispano cita en libro publicado en Bogotá en 1914 las siguientes palabras de Rafael María Baralt : “La toma del Callao puso término a la guerra de independencia en la América del Sur, y fue el último triunfo de Bolívar en esta sangrienta y larga lucha, empezada y acabada por los valientes hijos de la heroica Venezuela.” Hispano cita también a Gil Fortoul, que afanoso de borrar el papel del pueblo y las autoridades de la Nueva Granada en la primera Campaña Admirable de Bolívar, termina por negar el carácter hazañoso de esa Campaña. Ésta de tal grado en esa calidad y en su trascendencia, que le valiera a su máximo conductor, Bolívar, ¡ese mismo!, el título de Libertador de Venezuela. Dice Gil Fortoul : “En ocasiones la imaginación alborotada de Bolívar se armoniza por modo singular con el cálculo diplomático. Sus triunfos de 1813, relativamente fáciles, y sobre todo efímeros, él los exagera, los magnifica, los convierte en epopeya para deslumbrar a amigos y enemigos, y como fue con oficiales de la Nueva Granada que se aventuró a la reconquista de Venezuela para ellos canta sin cesar himnos de gloria.” Y corrige Hispano a Duarte Level, cuando omite un par de episodios que ejemplifican la manera armónica como los dos pueblos, bajo la dirección del creador de la Gran Colombia, actuaron en su lucha común : “…Este historiador, tan minucioso en sus estadísticas de los fastos militares de Venezuela, deja sin mención las fuerzas granadinas que asistieron a la batalla de Carabobo, y los miles de granadinos que hicieron campaña con Páez en el Apure.” En cambio, celebra el escritor colombiano la objetividad del pintor caraqueño Martín Tovar y Tovar; que en la majestuosa pintura adorno de las paredes del Salón Elíptico del Palacio Federal, sito en la capital de Venezuela, exalta el comportamiento también heroico de los soldados enviados desde la Nueva Granada por Santander, cuya presencia fue importante factor para el triunfo obtenido en la nombrada batalla de 1921. En buen número esos soldados en esa histórica jornada, a juzgar por la cantidad de combatientes que estuvieron con Páez y los 6.464, sin incluir 115 oficiales, puestos desde Septiembre del mismo año, igualmente por Santander, a disposición del Libertador para la campaña del sur. La epopeya de Padilla [15] El tema Padilla está fuertemente ligado con el descubrimiento de Arciniegas contenido en la frase dicha: Bolívar más que padre, hijo de la revolución. En concordancia con esa posición y punto de vista, cabe que un hombre cuyo progenitor fuera un esclavo liberto, y no oriundo venezolano, sino neogranadino, haya sido quien completase la mencionada inconclusa tarea de Bolívar. Para los componentes de la tendencia minoritaria referida sí que sería incomprensible tan inusitado hecho. Sorprende que en Venezuela, pasadas casi dos centurias de la acción de Padilla, intelectuales con mucha connotación incurran en tal inconsecuencia. Conozco dos casos : los de José Luis Salcedo-Bastardo y Manuel Pérez Vila. Que en sus escritos omiten mencionar aquello tan memorable [16]. Pues debe recordarse una vez más que José Prudencio Padilla, conocido como el mulato (él inicia su campaña el 5 de noviembre de 1822, la cual dura 242 días y culmina con una batalla naval en el lago de Maracaibo el 24 de julio del año siguiente), es por esa hazaña que le viene el calificativo de “Nelson colombiano”. Y quien se lo prodiga es nadie menos que el mismísimo Libertador. Arciniegas e Hispano explican lo acontecido en la petrolera ciudad venezolana de hoy. Cuenta el primero : “La batalla fue en Mar y Tierra, no la dio y ganó un hermoso oficial como Nelson, sino un mulato de Río Hacha, cuyo padre había llegado a Nueva Granada esclavo.” Y narra el sufrimiento de Bolívar camino a Perú, en el transcurso de las interminables para él cuatro semanas del transcurrir real de aquella batalla. Las angustias del grande hombre cesaron sólo cuando varios días después del nombrado 24 de julio supo que el marino y militar mulato, en compañía de gente de su tierra y al frente de una pequeña escuadra, mediante maniobras aquí, allá y acullá había logrado abatir las naves del enemigo español (venidas de La Habana), mayores en número y envergadura. Hispano, a su vez señala : “Padilla, soldado de Trafalgar, sella en Maracaibo, en 1823, (…) la independencia de la Gran Colombia.” Y no se crea que la expresión “soldado de Trafalgar” sea rebuscado tropo de poeta. Padilla peleó allí de verdad verdad. El se había enrolado en la armada española, adonde fue a parar después de que embarcara, a la edad de 14 años, como ayuda de cámara; y lo había hecho de modo incesante en la Nueva Granada y en Venezuela antes de lo de Maracaibo, y siempre del lado de Bolívar. A ello y varias otras actividades del mismo tipo, debe Padilla su enorme experiencia y el conocimiento de la estrategia guerrera, con su correspondiente táctica, en tierra y agua. Sabiduría aplicada, precisamente, en la Campaña de Maracaibo. Estoy planteando estas cosas porque en esto de las guerras de la independencia, dirigidas por Simón Bolívar el Libertador, no se puede ver apenas uno solo de sus lados. Nunca será aconsejable contemplar esa historia de modo sesgado; con estrechez de miras. A partir de una posición nacionalista, en fin. Un punto de vista erróneo como ése no une, sino, lo contrario, divide. En ese sentido, se podría decir que tendería a separar aquella visión a los pueblos de Venezuela y Colombia, si otros se sintiesen tentados a tomar el atajo de Salcedo-Bastardo y Pérez Vila. El pueblo venezolano y colombiano, para resistir y vencer la embestida oligárquica-imperialista que uno y otro vienen afrontando, ahora más que nunca precisan unirse de la mejor manera a la figura de Bolívar. Al redor del Libertador, a quien tanto aman. Pueblos, que en los hechos conforman uno solo. “Colombia y Venezuela, dos Estados y un solo pueblo.” Esta frase estuvo escrita en el frontis de la página virtual de Aporrea.org, durante los meses que duró el incidente entre lo dos países provocado por la ilegal detención del guerrillero Granda. A ese respecto quisiera indicar, que se está en mora de dar cabida en el seno de la nación venezolana a las críticas contenidas en el libro de Cornelio Hispano. Que los conceptos encontrados de Germán Arciniegas sean también objeto de discusión. Que opiniones injustificadas, de historiadores como Francisco González Guinán, emitidas hace ya mucho tiempo, mas todavía con influencia, sean sometidas a crítica. La emitida contra Santander en particular, proferida sobre un caso en que aquél actuó de modo correcto. Incluso a hombres como Santander, funesto las más de las veces frente a la lucha de Bolívar, por ejemplo cuando se trató del mantenimiento de la Gran Colombia y lo que hubiera sido el punto político más alto de aquella lucha -el Congreso Anfictiónico de Panamá-, soy de pensar, con todo, que cuando se trata de hombres de esa clase, incursos en una doble conducta, a las contribuciones que en pro de la lucha hicieron en algún momento de su vida se las debe respetar. González Guinán, según la opinión de Cornelio Hispano, pisotea del llamado “organizador de la victoria”, la obtenida en la Batalla de Boyacá, su magnífico papel en esa batalla. Pero fundamentalmente se pide atención para el aporte del almirante José Prudencio Padilla. Que se le difunda, a la par con los de hombres esclarecidos nacidos en la patria del Libertador ; como Ezequiel Zamora. No es por azar que estos dos actuaran siempre imbuidos del espíritu de Bolívar. La batalla de Santa Inés, que tuviera a Zamora como planificador y conductor, y la de Maracaibo, que contó con Padilla como protagonista, se asemejan como dos gotas de agua. En cuanto a que las dos conforman ejemplos extraordinarios de la aplicación de la estrategia en tanto guía de la guerra de movimientos, en los hechos esas dos batallas fueron trampas tendidas contra el despotismo, la rapiña y la destrucción. Su mérito central es enseñar la estrategia y la táctica de engañar al enemigo superior en tamaño y fuerzas, atraerlo y propinarle una derrota necesaria para la causa de la libertad de los pueblos. Padilla en nada se desmerece estar al lado de Zamora. Fue también un héroe en la historia neogranadina-venezolana del siglo XIX. Armarse de su contribución cobra vital importancia en los tiempos que transcurren, cuando la revolución se retoma en la patria del Libertador. Y de una manera tan clara y contundente, que asombra a gentes en todo el orbe. Conspiración de Brasil y una carta a Funes En la sociedad china han sido acuñados centenares de proverbios. De ésos unos tienen a la guerra como tema. Conozco alguno que encaja a la perfección en lo que voy a escribir a renglón seguido. Lo leí en la revista Beihing Informa hace un poco más de tres décadas, y, no obstante el tiempo pasado, lo puedo, felizmente, citar de memoria : “Cuando se vigila la puerta delantera para que no se nos meta el tigre, no hay que descuidar la trasera porque por ésta se puede colar el lobo.” La civilización china empezó a conformarse en la prehistoria de la humanidad. Mientras que nosotros, Latinoamérica, nos aprestamos apenas a conmemorar, en 2010 [17], las primeras dos centurias de nuestra declaración de independiencia contra al yugo español. Por eso es de admirar la visión del funcionamiento del mundo por un Bolívar casi mozalbete. Asunto expresado por él en 1815, en la Carta de Jamaica. En la parte primera del artículo se describió el modo sigiloso (oportunista) como Brasil se hizo a una extensión grande de territorio amazónico. Al que no tenía ningún derecho (recuérdese lo del Tratado de Tordecillas, del que se habló en esa primera parte). Al que fue sumando otros amazónicos y no amazónicos. Obtenidos, bien de manera fácil (como la porción grande que le vino regalada, como si le hubiera caído del propio cielo -los lectores no han leido mal, se ha dicho regalada-, entregada a principios del Siglo XX por un gobernante de la República del Perú, en representación de los dadivosos dioses, seguramente) ; o bien por la fuerza, hasta acumular la envidiable superficie que hoy ostenta : el 47 % del subcontinente suramericano [18]. Gracias a don Vicente Lecuna, el infatigable intelectual venezolano estudioso de las guerras bolivarianas, que además publicó once gordos volúmenes con las cartas del Libertador, podemos saber qué pensaba de lo dicho el Libertador mismo. Su testimonio figura en el Tomo XI de la compilación de don Vicente. En carta del 28 de mayo de 1825 al doctor Gregorio Funes [19], decía Bolívar ya en el primer párrafo : “Supongo que Vd. estará (...) informado de la invasión que ha hecho un oficial de Brasil, sobre la provincia de Chiquitos, en el Alto Perú.” Y agregaba : “Yo no he podido creer que esta medida tan injusta como impolítica haya sido tomada por orden del Emperador del Brasil (...). Sin embargo, como todo puede suceder, yo deseo que Vd. tenga la bondad de escribirme (...) e informarme todo lo que Vd. sepa respecto al Brasil...” Más adelante, el Libertador se muestra interesado por los progresos hechos dentro del gobierno argentino, que dice interesarle mucho a fin de que “pueda oponerse a esos temerarios realistas de Janeiro.” Y luego sale con esta genial propuesta, digna de su arrojo y capacidad previsora : “Si el Río de la Plata quiere que las tropas del Perú hagan una invasión en el Paraguay, avísemelo Vd. pues entiendo que no es difícil por el río Bermejo. Esta operación nos facilitaría otras ventajas, en caso de que el Brasil continúe con sus temeridades.” Falta de claridad rioplatense En el libro El Grito Sagrado (La historia argentina que no nos contaron), Pacho O'Donnell, su autor, narra un episodio que tiene al gobierno de Buenos Aires como triste protagonista (aquel gobierno del cual se mostraba tan interesado Bolívar en su carta a Funes). Y que en gran medida coadyuvó a dar al traste con la idea de éste de que el Alto Perú (República Bolívar posteriormente y luego Bolivia) y Argentina formasen un solo país. Esta idea está presente en lo que O'Connell observa : “Sucre tenía una gran admiración y dependencia por Simón Bolívar (...) Cuando éste se entera de sus planes independestistas para el Alto Perú, le responde airadamente que estos territorios no deben ser desgajados del Río de la Plata. Bolívar era así muy conciente de evitar el fraccionamiento continental...” Seguidamente da cuenta O'Connell del modo incomprensible como el gobierno de Buenos Aires responde a una carta enviada por el hombre fuerte de Bolivia en el año de 1825. Sucre, quien el 9 de marzo de ese año había convocado una asamblea con representantes de las provincias de la futura Bolivia, de hecho, en su misiva, consultaba al gobierno rioplatense aquel paso. “El 9 de mayo de 1825 -relata O'Connell- el Congreso argentino responde a Sucre (...) que 'es voluntad del Congreso Constituyente que las provincias del Alto Perú queden en plena libertad para disponer de su suerte...' ”. Esa actuación, que O'Donnel le cuesta creer, dio al Gran Mariscal de Ayacucho, Antonio José de Sucre, la oportunidad de sacar adelante su plan independentista para el Alto Perú. Lo cual la historia ha demostrado haber sido desafortunada, un paso incorrecto, puesto que dejó a ese territorio al garete; a merced de los merodeadores que lo rodean, que han aprovechado aquello para devorarse no sólo la mitad de su territorio, sino las ingentes riquezas que contiene. A partir de ese momento, precisamente, Bolivia perdió a manos de sus vecinos un millón de kilómetros cuadrados y hasta su salida al mar. En estos momentos la avidez dicha, aumentada en progresión geométrica, proveniente en especial de la superpotencia dominante hoy, Estados Unidos; que apunta al blanco más apetitoso: que le reasegura el control de los recursos petrolero y gasífero. En la actualidad se recurre a los peores medios para mantener ese control. El pueblo boliviano, por su parte, lucha contra tal iniquidad. Lo ha hecho por años para admiración del mundo. No quiere el pueblo boliviano perder ese bien, necesario para poder sobrevivir. A los imperialistas y sus empresas multinacionales les importa una higa la suerte de Bolivia. Y ni se diga, que esto implique sacrificar a los bolivianos. Tal es la situación, que algunos presagian una “Bolivia a punto de desaparecer”. En vía diferente a la de Sucre, pensaba Bolívar con más profundidad. Sin forzar los hechos, con aplicación de la aceptada doctrina del itu possidetis juris. Como consecuencia tomaba como base la división territorial heredada de la Corona española (cuya delineación más adecuada sería la virreinal), para soñar países grandes, como la destruida Gran Colombia; que asegurarían una mejor defensa en lo mundial y lo regional. De lo que aquí queda claro del incidente de 1925, con sus altos protagonistas, Bolívar, Sucre y el gobierno argentino, más Brasil con sus avances sigilosos o francos, surge el modo como Bolívar a partir de su correcta visión sobre alcanzar el equilibro mundial, sin dejar de lado su correspondiente continental, acertaba en lo que quería, y por lo que luchó a brazo partido para la América Meridional. Subyacen otros aspectos de interés. La falta consabida de espacio no permite siquiera enunciarlos ahora. Será posponerlos, para tratarlos en una otra ocasión. Otras manifestaciones del unionismo Así subtitula Francisco Pividal, en un libro suyo sobre el tema; donde muestra dos propuestas anticolonialistas con origen en Chile y Argentina. A saber : la de Juan Martínez de Rozas (1759-1813), quien en 1810 proponía: “que las colonias españolas… formen una Confederación de Estados con fuerza suficiente para rechazar la dominación española.” Y la de Antonio Alvarez Jonte (1784-1821), también de 1810: de unificar los gobiernos “no sólo para la guerra, sino también en la paz, con el objeto de celebrar pactos comerciales y políticos con otros países.” Pividal termina con México. Cuenta que ¡hasta allá, en ese extremo norte de Hispanoamérica, llegó la corriente integradora ! “No por gusto -dice- al Padre Miguel Hidalgo (1753-1811), se le dio el título de 'Generalísimo de las Américas'.” Revoluciones latinoamericanas de los últimos siglos Son dos y un poco más las centurias comprendidas en este repaso. Del siglo XIX (por razones de espacio), no son incluidas la significativa revolución haitiana de 1804 y tampoco la revolución cubana encabezada por Fidel Castro Ruz y Ernesto 'Che' Guevara y la truncada sandinista de Nicaragua, las dos del Siglo XX ; tan presentes en ellas los pensamientos de Bolívar y Martí (en particular el de este último). Sobre el equilibro mundial ligado a la independencia y la integración de la América Meridional, lo cual Bolívar buscaba con su teoría y su práctica (1810-1830), a ello se referirán la segunda y tercera partes del artículo. La parte final se ocupará del proceso revolucionario en marcha en la patria de Bolívar, donde de modo planificado se aplica aquella tesis. Será parte ello del parangón que, a la luz de esas ideas, se haga de las situaciones contrarias de Venezuela y Colombia hoy.--------Notas :[1] Las clases dominantes despojaron de la lucha de Bolívar este aspecto básico, logrando ocultarlo por largo tiempo. [2] El papel positivo latinoamericanista del Brasil actual se verá en la cuarta parte. 3] Más tempranero, en relación con los que en Suramérica han puesto en práctica de modo consciente la tesis mencionada. [4] Los nombres de las publicaciones que han servido de ayuda a la redacción del artículo, se indicarán al final de la mencionada cuarta parte. [5]Tengo otra contrariedad con lo que Arciniegas (1900-1999) vierte en el libro “Bolívar y la Revolución”; por cierto -no hay motivo para negarlo- un texto enjundioso, lleno de información, comparaciones, interpretaciones. El título genérico con que el escritor colombiano nomina su libro, lo determina el subtítulo : “Fue el guerrero del siglo. Esa es toda su gloria.” Germán Arciniegas, entre las varias señaladas, acusa a Bolívar de querer hacer de la Gran Colombia “un protectorado inglés”. Cosa controvertible. Para contestar ello, se necesitará, al menos, un opúsculo. [6] Estas contradicciones se resumen, página 9 del libro, con esta frase : “Hasta donde Bolívar es eso : caudillo sin par de la guerra de Independencia, su nombre constituye el gran símbolo de nuestra historia. No así en su voluble oratoria política que le llevó a errores tan contrarios a su misma obra, como la introducción de una filosofía monárquica en la Constitución para Bolivia, o la idea de hacer de la Gran Colombia un protectorado inglés.” [7] Un ejemplo del odio a Bolívar por esos sectores, lo muestra lo ocurrido en 2002 con el golpe de estado contra el máximo dirigente del actual proceso revolucionario de Venezuela, Hugo Chávez Frías. Gran número de los involucrados en ello, al mismo tiempo que vivaban en el Palacio de Miraflores al nuevo “presidente”, el llamado Carmona el Breve, se dedicaban a destruir los cuadros con la figura de Bolívar que allí encontraron. [8] Bolívar casi siempre fue a los combates en inferioridad numérica, no lo dice solamente Arciniegas. [9] Intenté en vano conseguir en Estocolmo, en las bibliotecas que disponen de libros en español, los tres tomos en los que don Vicente Lecuna analiza las guerras de Bolívar, pues quería ver si trata allí el tema en cuestión. [10] Sobre el desaguisado anti bolivariano existente en el libro “Bolívar y la Revolución”, insisto en lo dicho en la parte primera del artículo. Que se necesita al menos un opúsculo para ver de enfrentarlo (y refutarlo). [11] Guerras de proyección mundial, no sólo, porque están ligadas a la libertad de todo un continente, sino porque se realizaron contra la Europa colonialista de la época. (Capítulo XII y final del libro).[12] No hay duda que Tupac Amaru en el Perú, Tupac Catari en el Alto Perú (más tarde Bolivia), José Antonio Galán en la Nueva Granada (la hoy Colombia), y otros, como ellos, en otras partes de la América Meridional prepararon con sus rebeliones armadas contra el imperio español lo que después, a partir de 1910, se generalizó en la existosa revolución continental independentista que todos conocen. [13] De las tres rebeliones señaladas en la nota anterior, la neogranadina es la menos conocida. Como se dice arriba en el texto, durante un tiempo estuvo olvidada. Los Comuneros al mando de Galán (hubo otros dirigentes que al final traicionaron la lucha) lograron armar un ejército de 20.000 hombres, que desde el oriente llegó a la goteras de Bogotá, e hizo temblar a las autoridades del virreinato. Y fue por causa de la traición anotada, que se firmaron unas engañosas capitaluciones con el arzobispo virrey Caballero y Góngora ; nunca cumplidas, por supuesto. [14] Alguna vez escuchaba yo cómo se expresaban de modo injusto de O'Higgins, un par de compatriotas suyos. He aquí, a propósito, lo que sienta al respecto Cornelio Hispano, en su libro citado -Colombia en la Guerra de la Independencia : “Bolívar, San Martín, O'Higgins, los tres grandes campeones de la libertad, comprendieron que la independencia no quedaría consumada mientras el poder español imperara en algún punto de Amércia, y así todos tres pensaron llevar sus armas victoriosas al Perú, último baluarte del despotismo español.” [15] Una breve y sustanciosa semblanza de Padilla, cuya autora es Gilma Ríos Peñaloza, puede verse en : http://www.lablaa.org/blaavirtual/letra-b/biogcircu/padijose.htm-18k. [16] El libro de Salcedo-Bastardo se titula en español “Bolívar : un continente, un destino”. En idioma sueco, en el volumen que reposa en mi biblioteca, tiene nombre diferente : Simon Bolívar, befriare av en kontinent (Simón Bolívar, libertador de un continente). La verdad es que Salcedo-Bastardo no sólo calla la acción de Padilla que puso punto final a la presencia del imperio español en Venezuela (da otra versión), sino que hace otro tanto en lo referente a la Batalla de Carabobo. En ésta afirma que combatieron 6.400 hombres, llegados de todos los rincones de Venezuela. Ninguna mención de los soldados colombianos (neogranadinos) enviados por Santander. De Manuel Pérez Vila, su omisión (sobre Padilla) puede verse en el prólogo al libro “Simón Bolívar -ideas fundamentales”, publicado por el Ministerio de Relaciones Exteriores de Venezuela, Caracas 1981. Un tercero, Jorge Mier Hoffman (http://www.simon-bolivar.org/bolivar/sb_el_profeta.html-35k) se suma a los dos nombrados. En su artículo “Simón Bolívar, El Profeta”, hace comenzar la Campaña Admirable (1812-1813), con la cual inicia Bolívar sus guerras, en la ciudad fronteriza colombiana de Cúcuta. Con ello despoja a Colombia de aspectos claves, políticos y militares, de esa Campaña, ocurrida en buena parte en su territorio, y sin lo cual esa gesta resulta también cercenada en su contenido. [17] Haití fue el primer país latinoamericano en liberarse. Lo hizo en 1803 mediante una guerra, nada menos que contra el ejército napoleónico. La fecha de 1810 es simbólica en tratándose de los países latinoamericanos de habla hispana. Que son mayoría. [18] La posición de Brasil en la actualidad es bastante diferente de la descrita hasta ahora en el artículo. Cómo ha cambiado y en qué aspectos, se tratará en la parte IV y final del texto. [19] Gregorio Funes (1744-1829). Eclesiástico, historiador y político argentino. Patriota versado, entró en relaciones con Bolívar y Sucre en 1823. Ellos lo nombraron para un alto cargo eclesiástico en Bolivia, que aceptó y desempeñó durante uno o dos años. Fue co creador de la primera Constitución Política de Argentina.

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